Haití, un ejemplo nefasto para los poderosos
Haití, esa pequeña nación que comparte una isla con República Dominicana, uno de los países más pobres del planeta, no pide compasión, más bien entendimiento de aquellos países poderosos que deberían reconocer su culpabilidad histórica con lo que sucede.
La patria de los próceres Jean-Jacques Dessalines, quien proclamó la independencia del país el 1 de enero de 1804 de los franceses y de Toussaint L’Ouverture, es “culpable” de un gran pecado, derrocar a sus tristemente crueles propietarios esclavistas y declarar la independencia en 1804. Fue la primera nación moderna del mundo que nació de una revuelta de personas esclavizadas algo imperdonable para los blanquitos y aristócratas de Occidente.
Pero pocos conocen la historia de lo que sucedió dos décadas después, cuando los buques de guerra franceses volvieron a un pueblo que había pagado con sangre su libertad y emitieron un ultimátum: paguen otra vez, ahora con ingentes cantidades de dinero contante y sonante, o alístense para la guerra.
Durante generaciones, los descendientes de las personas esclavizadas pagaron a los descendientes de sus antiguos propietarios esclavistas con dinero que pudo haberse empleado para construir escuelas, caminos, clínicas o una economía pujante, según indicó años atrás una investigación del diario estadounidense The New York Times.
La tragedia de los haitianos sería otra si desde esa época de emancipación y coloniaje el país no hubiera sido saqueado por potencias extranjeras, bancos internacionales y sus propios líderes, algunos de los cuales propiciaron sangrientas intervenciones para permanecer en el poder.
Los haitianos arrastraron durante años su deuda con Francia, la misma que aun hoy es responsable de los sinsabores de los más pobres. Cada franco que se enviaba a través del Atlántico a una bóveda bancaria de ultramar era un franco que dejaba de circular entre los campesinos, peones y comerciantes de Haití, o que no se invertía en puentes, escuelas o fábricas, el tipo de gastos que hacen que las naciones sean naciones y les permiten prosperar.
Según la investigación del NYTimes los pagos hechos a Francia le costaron a Haití entre 21.000 y 115.000 millones de dólares en crecimiento perdido a lo largo del tiempo. Eso representa unas ocho veces el tamaño de toda la economía de Haití en 2020.
“Esta sangría ha perturbado totalmente el proceso de construcción del Estado, opinó Thomas Piketty, uno de los economistas consultados por el NYT en su investigación sobre la crisis haitiana y que pone de manifiesto la culpa occidental, la que nadie quiere reconocer, de los problemas que enfrentan los pobres en Haití, hoy victimas de corruptos, traficantes de drogas y de los avatares que le impone la naturaleza a ese pueblo.
A eso súmele varias intervenciones extranjeras, como la de EEUU en 1915, y todas las que siguieron posteriormente, algunas bajo la bandera de la Organización de las Naciones Unidas.
Cuando el ejército estadounidense invadió Haití en el verano de 1915, la explicación oficial fue que Haití era demasiado pobre y demasiado inestable para dejarla a su suerte. El secretario de Estado estadounidense, Robert Lansing hizo poco esfuerzo por ocultar su desprecio hacia la “raza africana” y caracterizó la ocupación como una misión civilizatoria destinada a poner fin a la “anarquía, salvajismo y la opresión”. A esa valoración arribaron los autores de la investigación del NYT.
En esa época “un pequeño grupo de marines entró al banco nacional de Haití, que mas que haitiano era francés, y salió de ahí con 500.000 dólares en oro. Días más tarde estaba en una bóveda bancaria en Wall Street.
“Yo ayudé a que Haití y Cuba fueran un lugar decente para que los chicos del National City Bank recolectaran ganancias”, dijo años después el general que encabezó las fuerzas estadounidenses en Haití y se describió a sí mismo como “extorsionista para el capitalismo”, según el Times.
Entonces, describe el diario, en ocasiones, los funcionarios estadounidenses que controlaban las finanzas de Haití destinaban más dinero a pagar sus propios salarios que a la salud pública de todo un país de unos dos millones de habitantes.
Esta política antihumana, antipaís, en todas sus variantes fue aplicada a los haitianos quienes hoy arrastran las secuelas de las intervenciones y sus miserias humanas.
Hoy lo último que necesita Haití es una intervención militar extranjera, explica Daniel Larison, académico estadounidense, doctor en Historia por la Universidad de Chicago. En un informe publicado en Responsible Statecraft, plantea Larison, la ONU quiere enviar "fuerzas de paz". Pero como hemos visto en el pasado, esto podría ser un desastre.
EEUU ha redactado una propuesta de resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que pide el envío de una fuerza multinacional armada al país caribeño, a pesar de la oposición expresa de la mayoría de los haitianos y del grueso de la sociedad civil haitiana.
Como en muchas ocasiones anteriores, las autoridades haitianas, no elegidas y ampliamente despreciadas, bajo el mando del primer ministro en funciones Ariel Henry, solicitan el envío de fuerzas externas para "restaurar el orden", pero el pueblo de Haití ha dejado tan claro como puede que Henry y sus aliados no hablan en su nombre y que su petición no tiene legitimidad, explica Larison.
EEUU se inmiscuyó demasiado a menudo y causó demasiado daño a Haití durante décadas, y es hora de que nuestro gobierno abandone su hábito de injerencia nefasta y deje al pueblo de Haití trazar su propio curso, acentúa el experto.
Washington y otras potencias extranjeras se negaron sistemáticamente a dejar que los haitianos decidan su propio futuro político, y ahora proponen enviar tropas una vez más sin tener en cuenta lo que quiere la población.
Es cierto que Haití sufre un deterioro de la seguridad que ha empeorado desde el asesinato de Moïse en 2021, pero enviar tropas extranjeras no es la respuesta.
Como dijo Chantal Ismé, de la Maison d'Haïti, una organización comunitaria haitiana sin ánimo de lucro con sede en Montreal: "¿Por qué íbamos a confiar ahora en esta gente?". Los mismos intervencionistas de siempre.
Los líderes de la sociedad civil haitiana han sido inequívocos al afirmar que la intervención extranjera no es necesaria ni deseada. Una coalición de organizaciones haitianas, la Comisión para una Solución Haitiana a la Crisis, también conocida como el Acuerdo de Montana, rechazó el llamamiento del gobierno a la asistencia militar exterior, y se les han unido otras organizaciones haitianas en su oposición a una solución impuesta desde fuera., asegura Larison.
El respeto a la soberanía e independencia de Haití exige que EEUU y sus socios internacionales se sometan a los deseos del pueblo haitiano, independientemente de lo que quieran sus actuales líderes de facto no elegidos y que llegaron al poder tras el asesinato de un presidente, una acción que llevó la mirada hacia la Casa Blanca y sus agencias.
Según Larison, es hora de que los miembros del Congreso y el público se pronuncien y digan claramente que EEUU no debe apoyar ni participar en una intervención militar en Haití, porque no va en interés de nuestro país.
Hay buenas razones para temer que la introducción de tropas extranjeras en Haití agrave los problemas de seguridad del país a largo plazo en lugar de controlarlos. Existe una gran posibilidad de que las bandas armadas de Haití se resistan a una presencia militar extranjera, pero más allá de eso existe el peligro de provocar un levantamiento popular contra fuerzas externas que no son deseadas allí., explicó el académico estadounidense.
Si se considera que las fuerzas extranjeras apoyan a un gobierno odiado por la mayoría de la población, se convertirán naturalmente en el blanco de la ira de la gente. Ninguna fuerza de estabilización podrá mantener el orden si se la considera una ocupación ilegítima que mantiene en el poder a unos dirigentes ilegítimos.
No es demasiado tarde para que Biden cambie de rumbo y evite cometer un terrible error, pero para ello debe abandonar esta idea de respaldar una fuerza multinacional y empezar a escuchar lo que la mayoría de los haitianos están diciendo sobre cómo abordar la crisis de su país.
El camino de una buena solución a la crisis, señaló Larison, es retirar el apoyo de EEUU a un gobierno de facto que no tiene legitimidad, ayudar a determinar quiénes fueron los responsables del asesinato de Moïse y apoyar a las organizaciones de la sociedad civil haitiana mientras preparan el camino para las nuevas elecciones en un calendario de su elección.
Esto será sólo el principio, y no resolverá rápida o fácilmente los problemas de Haití, pero tendrá la ventaja de no empeorar las cosas ni marcar una ruta donde pueda volver a las calles del país un pueblo furioso dispuesto a conseguir sus objetivos arrancando cabezas.
Al Mayadeen