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Cuba :: 26/11/2021

[Poesía] Hombre que mira sin sus anteojos

Mario Benedetti
En el quinto aniversario del fallecimiento del Comandante Fidel Castro, el más grande revolucionario de América Latina, republicamos este homenaje de Benedetti

En la foto, Fidel Castro con Mario Benedetti y Alfonso Sastre.

El hombre político que en un acto / de incalculable amor / dijo a un millón de pueblo la culpa es mía / y el pueblo empezó a susurrar Fidel Fidel.

Del libro Poemas de otros (1973-1974), escrito en el exilio de Benedetti en Buenos Aires.

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En este instante el mundo es apenas

un vitral confuso
los colores se invaden unos a otros
y las fronteras entre cosa y cosa
        entre tierra y cielo
        entre árbol y pájaro
están deshilachadas e indecisas

el futuro es así un caleidoscopio de dudas
y al menor movimiento el lindo pronóstico
        se vuelve mal agüero
los verdugos se agrandan hasta parecer
        invencibles y sólidos
y para mí que no soy lázaro
        la derrota oprime como un sudario

las buenas mujeres de esta vida
        se yuxtaponen se solapan se entremezclan
la que apostó su corazón a quererme
        con una fidelidad abrumadora
la que me marcó a fuego
        en la cavernamparo de su sexo
la que fue cómplice de mi silencio
        y comprendía como los ángeles
la que imprevistamente me dio una mano
        en la sombra y después la otra mano
la que me rindió con un solo argumento de sus ojos
        pero se replegó sincera en la amistad
la que descubrió en mí lo mejor de mí mismo
        y linda y tierna y buena amó mi amor

los paisajes y las esquinas
los horizontes y las catedrales
        que fui coleccionando
        a través de los años y los engaños
se confunden en una guía de turismo presuntuoso
de fábula a narrar a los amigos
y en ese delirio de vanidades y nostalgias
es dificil saber qué es monasterio y qué blasfemia
        qué es van gogh y qué arenques ahumados
        qué es mosaico y qué agua sucia veneciana
        qué es aconcagua y qué es callampa

también los prójimos se arraciman
        crápulas y benditos
        santos e indiferentes y traidores
e inscriben en mi infancia personal
tantas frustraciones y rencores
que no puedo distinguir claramente
        la luna del río
        ni la paja del grano

pero llega el momento en que uno recupera
        al fin sus anteojos
y de inmediato el mundo adquiere
        una tolerable nitidez

el futuro luce entonces arduo
        pero también radiante

los verdugos se empequeñecen hasta
        recuperar su condición de cucarachas
de todas las mujeres una de ellas
        da un paso al frente
        y se desprende de las otras
        que sin embargo no se esfuman
de las ciudades viajadas surgen
        con fervor y claridad
        cuatro o cinco rostros decisivos
        que casi nunca son grandilocuentes

cierta niña jugando con su perro
        en una calle desierta de ginebra
un sabio negro de alabama que explicaba
        por qué su piel era absolutamente blanca
ella fitzgerald cantando
        ante una platea casi vacía
        en un teatro malamuerte de florencia

y el guajiro de oriente
        que dijo tener un portocarrero
        y era una lata de galletitas
        diseñada por el pintor

del racimo de prójimos puedo extraer
        sin dificultades
una larga noche paterna una postrera charla
        síntesis de vida
        con la muerte rondando en el pasillo
el veterano que trasmitía
        sin egoísmo y sin fruición
        algunas de sus claves de sensible

el compañero que pensó largamente en la celda
        y sufrió largamente en el cepo
        y no delató a nadie
el hombre político que en un acto
        de incalculable amor
        dijo a un millón de pueblo la culpa es mía
        y el pueblo empezó a susurrar fidel fidel
        y el susurro se convirtió en ola clamorosa
        que lo abrazó y lo sigue abrazando todavía
la gente        la pura gente
       la cojonuda gente a la orientala
        que en la avenida gritó        tiranos temblad
        hasta que llegó al mismísimo
        temblor del tirano
y la muchacha y el muchacho desconocidos
        que se desprendieron un poco de sí mismos
        para tender sus manos y decirme
        adelante y valor

decididamente
no voy a perder más mis anteojos

por un imperdonable desenfoque
puede uno cometer gravísimos errores.

Del libro Poemas de otros (1973-1974)

 

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