Hoy huelga en Argentina (II): Movilización en las calles, lucha de clases
Como corresponde a toda lucha plebeya, la divisoria de agua entre quienes apoyan y repudian el paro juntará fuerzas diversas y conciliará intereses dispares. Sin embargo, en lo profundo va expresarse la lucha de clases en este país y en este momento histórico.
El proyecto de político de Milei expresa los intereses de los grupos económicos más concentrados. Promueve una aceleración del saqueo del país, la privatización y desnacionalización de las empresas del estado, más flexibilización laboral y precarización de la vida de las mayorías populares y una fuerte restricción de las libertades democráticas. Pero además plantea una gestión directa de la política por parte de las multinacionales, dejando de lado la gestión de los políticos y los colchones de la burocracia sindical.
La oposición al proyecto político de Milei ha sido convocada desde una central sindical como la CGT, que en las últimas décadas ha negociado con gobiernos neoliberales, pero que no está dispuesta a ser desplazada en su rol de mediador de intereses. Pero el paro de hoy 24 de enero va a tener un fuerte sello de clase, donde los trabajadores ocupados y desocupados van a garantizar poner “la carne en el asador”. La grieta promovida por el neoliberalismo entre trabajadores que no van más allá de defender sus intereses corporativos y movimientos territoriales acusados de “planeros”y de “vagos”, empezará a reducirse cuando se encuentren en la calle para enfrentar un enemigo común.
Todas las grandes cámaras empresarias se oponen al Paro. Incluso las siempre mencionadas Pymes, que van a ser víctimas directas del proyecto oficial, han privilegiado su esencia patronal y mediante un comunicado de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) advirtieron que la medida de la CGT “conllevará una pérdida económica mayúscula para el país”. Posicionándose en ese mismo lugar, el ex candidato a presidente de Unión por la Patria [peronista], Sergio Massa, criticó el paro como “apresurado”. Los silencios de otras y otros dirigentes políticos, escudados detrás de “diferencias tácticas”, los posicionan en un hecho político que no permite medias tintas. Se acompaña a quienes han decidido dar esta batalla antes que se puedan legalizar reformas estructurales que perjudican a lxs trabajadorxs y al país, o se es cómplice del gobierno.
La repercusión que ha tenido en otros lugares del mundo el paro de Argentina, muestra a las claras que estamos frente a un hecho histórico. Se van a realizar movilizaciones en embajadas argentinas en distintos países.
El gobierno, que hubiera querido llegar a este día con media sanción de la Ley Omnibus en diputados, apenas ha podido conseguir un dictamen de Comisiones con disidencias. Lo que suceda hoy va a ser determinante de lo que ocurrirá en los próximos meses.
¿Intentará el gobierno embarrar la cancha, para que los titulares de mañana no sean: “Gigantesca movilización se opuso a las Reformas de Milei”?
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Hoy huelga en Argentina (I): Colaboracionistas
En las peores dictaduras nunca faltó un alcahuete, que blandiendo una representación popular se acercó a colaborar.
Era muy joven en tiempos de Onganía, pero algo leía de lo que llegaba a mi casa, o al colegio secundario. Y no dejaba de sorprenderme ver a los dictadores de la Revolución Argentina posando sonrientes con algunos sindicalistas como José Alonso del Sindicato del Vestido, Rogelio Coria, de la Construcción y Juan José Taccone de Luz y Fuerza. Yo no entendía mucho lo que pasaba, pero podía darme cuenta que no todos procedían así. Algunos dirigentes sindicales a veces se enojaban, ladraban un poco y después negociaban. Y también había otros que luchaban siempre.
Los primeros números de la revista Cristianismo y Liberación, que llegaron a mis manos cuando tenía 17 años, me aclararon el panorama y pude entender que significaba la palabra traidor. En los '70 lo conocí a Guana, del gremio de la Carne, que era de origen radical pero se volvió oficialista con Perón e Isabel. También tuve noticias de Calabró, un dirigente propatronal metalúrgico que terminó como gobernador de la Provincia de Buenos Aires.
Durante la dictadura de Videla conocí a otros colaboracionistas. Trabajando en una fábrica plástica nos llegaba la revista del sindicato. El dirigente nacional del gremio, Jorge Triaca, primero fue preso, pero después lo liberaron y empezó a hacerle homenajes a los militares. En mi barrio quisimos organizar cursos de música popular y fuimos al centro de fomento del barrio. Nos encontramos que estaba dirigidos por socialistas “democráticos” del grupo de Américo Ghioldi, que era embajador en Portugal. Duramos menos de un mes. Lo querían traer a dar charlas al Jefe del Regimiento 7, y que los chicos usaran en los campamentos las carpas del ejército.
Cuando gobernó Menem, lo volví a ver a Jorge Triacca que fue elegido Ministro de Trabajo. También estaba Patricia Bullrich [hoy ministra de seguridad], diputada por Capital que en menos diez años había pasado del peronismo combativo a las filas de un gobierno neoliberal. Despues vino la Alianza, con el gobierno de De la Rúa, y otra vez Patricia Bullrich y otros nombres conocidos.
Yo nunca creí que los gobiernos del ciclo kirchnerista, desde el primero de Néstor al último de Alberto, fueran gobiernos en disputa, pero no me cabe duda que en ellos participaron muchas compañeras y compañeros que dieron la pelea. El proceso político que fue de un reformismo nacional y popular a un neoliberalismo progresista, demuestra que esos compas perdieron la pelea. Nunca los calificaría como colaboracionistas.
Lo de Macri fue diferente. Hubo palos para el que se rebelara y billetera grande para el que hiciera la plancha. A muchos dirigentes sindicales y sociales, críticos de la política macrista, que se olvidaron de movilizar o nunca encontraron el momento adecuado, les fue mucho mejor que al país.
La irrupción de Milei, un político que provoca diciendo lo que piensa, y que no está dispuesto a darle un peso a sus críticos, no da lugar a confusiones. Quien quiere darle gobernabilidad, es un colaboracionista capaz de hacer acuerdos con el peor de los nazis. Su sinceridad desnuda a los que que alguna vez se presentaron como nacionales y populares, posaban de republicanos, a se disfrazaban de demócratas. La incontinencia verbal de Milei deja expuestos a quienes se le arriman.
El pase de Scioli, que fue Gobernador y candidato presidencial del kirchnerismo, o los acuerdos de Pichetto, que durante diecisiete años fue jefe de la bancada peronista en el Senado, obligan a preguntarse si realmente hubo otro proyecto de país posible, o si apenas fue una ilusión óptica. Los radicales reviven su peor versión de partido gorila y antiobrero. Y los del PRO confirman que siempre fueron conservadores autoritarios y cipayos, disfrazados de modernos con globos de colores.
En la Argentina de nuestros días se da el extraño fenómeno político que los colaboracionistas tienen más ganas de arreglar que el Presidente. Y que la CGT, que en distintos momentos históricos aportó fichas y dirigentes a las filas del colaboracionismo, hoy se ha plantado dando cobertura a una amplia protesta social.
La masividad del acto de este 24 de enero va a definir, entre otras cosas, el crecimiento o no de las huestes del colaboracionismo. Candidatos y candidatas para saltar la tranquera no faltan. Lo que está en duda es si resulta buen negocio aparecer muy pegado a Milei.
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