¡Cuidado, que el demonio anda suelto en el seno de la jerarquía católica venezolana!
Desde tiempos inmemoriales la alta jerarquía católica venezolana, contrariando la esencia de la más genuina doctrina cristiana, ha estado asociada o al menos ha convivido gustosa e impúdicamente con quienes han profesado las causas más opresoras de las grandes masas populares; conocido es el caso de aquellos clérigos que en medio de la natural desolación y la mayor desesperanza generada por el fatídico terremoto del jueves santo 26 de marzo de 1812, predicaban en medio de las ruinas de lo que había sido la ciudad de Caracas, que dicho fenómeno telúrico era un castigo del cielo por haberse atrevido los patriotas de entonces a declarar nuestra independencia del imperio español, dando lugar a aquella encendida proclama de El Libertador, pronunciada sobre las ruinas del convento de San Jacinto: “Si la naturaleza se opone a nuestros designios lucharemos contra ella y la haremos que nos obedezca”.