Ideas creativas: los activos rusos incautados y la financiación de la guerra
“Olaf Scholz estaba exasperado. En una reunión de líderes de la UE celebrada esta semana para buscar formas de mantener el apoyo a Ucrania cuando Trump vuelva a ser presidente de EEUU, el canciller alemán se enfureció al ver que se volvía a barajar una idea que él ha rechazado regularmente”, afirma Financial Times sobre la reunión en la que el canciller alemán volvió a mostrar su desacuerdo con las formas más provocadoras de responder a la guerra en Ucrania y finalmente perdió los nervios con el país que más está aprovechando la coyuntura para beneficiarse de la situación, Polonia.
Las consecuencias económicas de la guerra, especialmente la ruptura de las relaciones económicas entre este y oeste del continente, han afectado sobre manera a Alemania, que ha renunciado voluntariamente a la energía barata que era una de las bases de la competitividad de su industria, lo que ha dejado a Berlín expuesta a presiones de países hasta ahora considerados menores. A ello se suma el desplazamiento del poder político de la Unión Europea hacia los países del este, más cercanos a Londres y Washington que a Bruselas o Berlín.
El cúmulo de circunstancias ha envalentonado a capitales como Varsovia a buscar un aumento de su poder y minar el de aquellos países que lo han ostentado hasta ahora. No es casualidad, por ejemplo, que Polonia aprovechara el actual momento, en el que Alemania ha sido percibida como el eslabón más débil de la cadena europea, para exigir reparaciones por la II Guerra Mundial.
El actual episodio, sin embargo, no es fruto del pasado sino de las intenciones sobre cómo operar en el futuro más inmediato. “En los debates celebrados el miércoles por la noche en Bruselas en casa del secretario general de la OTAN, Mark Rutte, el presidente polaco, Andrzej Duda, pidió que la UE confiscara y gastara los 260.000 millones de euros de activos soberanos rusos inmovilizados en instituciones financieras europeas, una idea promovida por EEUU y el Reino Unido pero a la que se resisten Alemania, Francia e Italia”, añade Financial Times.
En la reunión, los países de la OTAN y su secretario general trataron de poner en común un plan económico para los próximos meses. Las prisas y la necesidad de soluciones creativas tienen una causa clara: el temor europeo a que Trump cumpla sus promesas de campaña de buscar la paz a toda costa.
El miedo a que el nuevo presidente estadounidense abandone a Ucrania debería haber desaparecido ya, teniendo en cuenta que, en el artículo en el que era declarado persona del año por la revista Time, Trump afirmaba que su objetivo era “llegar a un acuerdo y la única manera de llegar a un acuerdo es no abandonar”. No abandonar implica continuar la financiación, el flujo de suministro militar y, sobre todo, el aumento de la implicación europea en la guerra.
Sin embargo, como Zelensky intenta alertar prácticamente a diario, ni la industria, ni la aportación ni las garantías de seguridad europeas son suficientes para continuar la guerra tal y como Ucrania espera continuar. “«Creo que sólo las garantías europeas no serán suficientes para Ucrania», declaró Zelensky a la prensa tras las reuniones. «Es imposible discutir sólo con los europeos, porque la única garantía, actual o futura, es la [pertenencia] a la OTAN»”, escribía el mismo medio hace unos días.
En el artículo el presidente ucraniano dejaba claro que los países europeos no tienen la capacidad de ofrecer suficientes garantías de seguridad, ni siquiera comprometiéndose a enviar una misión de paz a custodiar un hipotético alto el fuego, ni tampoco de financiar el esfuerzo bélico que Ucrania quiere realizar para conseguir sus objetivos militares.
Parte importante de esas carencias que el presidente ucraniano se permite exponer a los cuatro vientos -siempre en busca de más ayuda, sin importar mostrar las debilidades de sus aliados para conseguir más de ellos y de EEUU- es la cuestión económica. La guerra se alarga y con el tiempo disminuye la capacidad de los diferentes países de entregar a Ucrania material disponible en sus arsenales sin sacrificar su propia defensa.
Es representativo de ello, por ejemplo, el material prometido por los diferentes países durante las últimas semanas: los más modernos y efectivos Leopard 2 se han convertido en Leopard 1, más antiguos y difícilmente más eficaces que sus equivalentes soviéticos (la mayoría de los que ya se entregaron han sido destruidos por los drones rusos). Continuar con el suministro tal y como se ha producido este año implica aumento de producción y adquisición de material en el mercado para cubrir lo que la industria no puede proveer.
Es ahí donde entran en juego los activos rusos incautados por Occidente tras el inicio de la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania de febrero de 2022. Una parte de esos activos, concretamente los beneficios que han creado en este tiempo en el que han estado retenidos por los países occidentales, ya ha sido utilizado en favor de Kiev.
El ejemplo más claro es su uso como garantía para los créditos concedidos por los países del G7 para necesidades militares y de reconstrucción de Ucrania, en realidad un truco de ingeniería financiera para conceder a Kiev ayudas que no tendrá que devolver, pero que no aparecerán en la contabilidad de los diferentes países en la columna de gastos o transferencias sino como crédito que se recuperará gracias a los beneficios de los activos públicos y privados rusos incautados.
Para aquellos países que desean continuar la guerra a toda costa hasta lograr sus objetivos, que en el caso de los países bálticos o Polonia va más allá de la victoria de Ucrania en la guerra, los activos rusos son una oportunidad de incrementar notablemente el presupuesto de guerra de Kiev, invertir para conseguir que en la práctica sea Rusia quien cargue con los costes de reconstrucción de Ucrania y, sobre todo, garantizar el mantenimiento del statu quo del actual régimen de guerra.
Una vez más, los países que se oponen a dar pasos en esa dirección son los mismos que han intentado mantener una posición más moderada, siempre dentro del apoyo a Ucrania que ha sido la única postura existente en la Unión Europea. Es el caso de Alemania y de su canciller, especialmente contrario a la exigencia de Polonia, que también comparte, por ejemplo, Kaja Kallas (representante de la UE para Asuntos Exteriores), de entregar a Ucrania los activos rusos incautados.
“«No entiendes cómo afectaría esto a la estabilidad de nuestros mercados financieros», le espetó Scholz a Duda desde el otro lado de la mesa, sorprendiendo a otros líderes presentes, según tres personas informadas del debate. «¡Ni siquiera usáis el euro!»”, escribe Financial Times sobre la exigencia del presidente de Polonia de utilizar los activos rusos para financiar la continuación de la guerra de Ucrania. Después de casi tres años de presiones, esta idea ha conseguido al final hacer perder los papeles al habitualmente calmado canciller alemán.
“En los dos años transcurridos desde que Rusia respondió a la OTAN lanzando su invasión a gran escala de Ucrania, la cuestión del apoyo financiero a Kiev nunca ha sido tan crítica. Dado lo que ha tardado la UE en aprobar un nuevo paquete de ayuda a largo plazo, y que EEUU aún no lo ha hecho, una solución obvia es confiscar los 300.000 millones de dólares de activos rusos actualmente congelados en Occidente y entregárselos a Ucrania. Pero aunque útil para financiar las necesidades bélicas de Kiev y moralmente justificada, esta medida también conllevaría algunos riesgos”, escribía el pasado febrero en un artículo publicado por Carnegie Alexander Kolyandr, miembro del Center for European Policy Analysis.
“El grueso de los activos rusos incautados no está en EEUU, sino en Europa: principalmente Alemania, Francia y especialmente en Bélgica, donde más de la mitad de todos los activos congelados de Rusia están en manos de la cámara depositaria y de compensación Euroclear”, añade el autor. No es de extrañar así que sean países como Polonia -donde no hay una cantidad relevante de activos rusos requisados, por lo que quizá las consecuencias serían más limitadas que para Alemania o Bélgica- los que presionen para que esos activos sean efectivamente robados.
“Sin precedentes que seguir, los gobiernos europeos se muestran reticentes a embargar activos de un país con el que no están oficialmente en guerra”, añade Kolyandr en lo que es la parte más importante del argumento y que previsiblemente sería una de las bases legales de la Federación Rusa en un inevitable litigio contra el robo de sus activos públicos y privados. “Sobre todo”, continúa el autor, “temen que hacerlo disuadiría a fondos soberanos, bancos centrales, empresas e inversores privados del Sur Global de invertir en activos europeos. Una posible salida de inversiones en euros tendría graves consecuencias: un aumento de los costes de endeudamiento y de la inflación, así como una caída de los ingresos fiscales”.
Pese a la escasez de sistemas financieros alternativos al que trasladarse y a las pocas fugas de capital desde que fueran incautados los activos rusos, este último argumento es el que, a juzgar por las palabras de Scholz a las exigencias de Duda, preocupa al canciller alemán.
La incautación del oro de las reservas venezolanas depositadas en el Reino Unido para que quedaran en manos del presidente encargado Juan Guaidó y su gobierno de ministros sin cartera ni poder efectivos debió servir de advertencia a los países extranjeros. Pero Venezuela es un país con un limitado peso político y económico en el tablero mundial. Incautar, congelar, requisar o robar los activos de la Federación Rusa, un país miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas a causa de una guerra en la que los países que ejercen esas sanciones dicen no estar participando directamente es elevar significativamente la amenaza.
Las palabras de Scholz muestran que comprende el mensaje que la Unión Europea estaría enviando a países como China, una economía capaz de causar exactamente los efectos de los que advierte el canciller alemán. “Utilizar como arma canales financieros occidentales como Euroclear alimenta la fragmentación financiera”, advertía hace un año, cuando comenzó el debate sobre cómo incautar los activos sin padecer las consecuencias, la experta en sanciones Agathe Demarais, que añadía que “si Euroclear facilitara la incautación de las reservas rusas, las economías emergentes podrían tomar nota de que, al igual que Swift, los depositarios de valores occidentales se han vuelto poco fiables”.
En ese caso, “las alternativas no occidentales a Euroclear, como el Depósito y Compensación de Valores de China, podrían resultar más atractivas para las economías no pertenecientes al G7, alimentando la fragmentación financiera” y tensionando, como alerta Scholz, el sistema financiero europeo.
El temor a los efectos a largo plazo del precedente que supondría el robo masivo de los activos públicos y privados de un país al que no se ha declarado la guerra es, posiblemente, el único motivo por el que Kiev no ha conseguido aún su objetivo de hacerse con esos 300 mil millones de dólares para invertir en más guerra.
slavyangrad.es