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Europa :: 27/11/2022

¿En el "jardín" ya sólo queda sembrar guerra?

Editorial Red Roja
El suma y sigue de la desestabilización imperal hizo escala en Ucrania.

“Sí, Europa es un jardín. (…) La mayor parte del resto del mundo es una jungla, y la jungla podría invadir el jardín. (…) Los jardineros tendrán que ir a la jungla. Los europeos tendrán que interactuar mucho más con el resto del mundo. De lo contrario, el resto del mundo nos invadirá de diferentes maneras”.(Josep Borrell, Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad)

“China representa el desafío más trascendental y sistémico, mientras que Rusia plantea una amenaza aguda, tanto para los intereses nacionales vitales de Estados Unidos en el extranjero como en el territorio estadounidense». (“Nueva Estrategia de Defensa”, presentada por el Pentágono, octubre de 2022)


Aunque vivimos tiempos convulsos y cambiantes, creemos que nuestro último informe de coyuntura[1] tiene plena vigencia a casi dos meses de su publicación. Por ello, animamos a su estudio como parte del ingente trabajo de orientación, tanto propio como en el seno de nuestro pueblo, que se nos exige ante una situación que cobra cada vez más tintes bélicos. Unos tintes bélicos que ya afectan a la lucha meramente económico-social y que pringan de podredumbre el plano del control mediático. Pero lo peor es que la desestabilización belicista amenaza con inundar dramáticamente el ámbito de la política y de lo estrictamente militar de forma mucho más generalizada, en este continente europeo que sabe bien lo que es pasar en un pispás de decorados de “belle époque” a escenarios de barbarie extrema contra los que tanto nos advirtió nuestra (más que nunca) inolvidable Rosa Luxemburgo.

En este espacio editorial destacaremos algunas ideas fuerza de nuestro reciente informe de coyuntura al tiempo que actualizaremos algunos de sus aspectos. Lo haremos teniendo muy presente la labor de verdadera intoxicación mediática en la que nos quieren atrapar a fin de que confundamos las causas y los bandos en liza; a fin, en definitiva, de que las víctimas abracen a sus victimarios. Lo cual comienza a ocurrir, por ejemplo, cuando se montan cementerios-Halloween donde no aparece ningún banquero o parasitario capitalista (engrasados a golpes de rescates indecentes) ni ningún representante imperialista de los que llevan provocando guerras a mansalva, sino que la única lápida que rezuma sangre vampira lleva el demonizado nombre de Putin. Demonización a la que le faltan dos telediarios (sic) para que el mandatario ruso la comparta con un tal Xi Jinping. Vivimos tiempos, pues, en que habrá que estar aún más al lado de las víctimas como única manera de hacer la necesaria labor de exorcismo que reconcilie a nuestro pueblo con la verdad velada, y no termine abonando los mataderos imperiales que se esconden tras los jardines amados de los Borrell y Cía.

Si se habla de las intenciones de los rusos en Ucrania, hay que comenzar por remarcar que no es cierto que Rusia tuviera ni tenga intención de ocupar el país. No tiene ningún sentido mantener esa ocupación contra la voluntad de la población. En todo caso lo que desde el principio se buscaba era promover que se depusiera el régimen golpista de Kiev quien, por añadidura, convierte cada vez más a Ucrania en una plataforma para agredir y desmembrar Rusia (considerada explícitamente con China como enemigos a batir por la doctrina geoestratégica de EEUU). Esa operación de sumisión a los planes de la OTAN ha pasado desde 2014 por una represión feroz a la izquierda y a todo lo que oliera a Unión Soviética y ha implicado una operación de lavado de cerebro de la población ucraniana, incluyendo una cultura de cancelación/represión de todo lo ruso en ciudades ucranianas como Odesa, que tiene una impronta histórica rusa de gran calado, llegando a la prohibición de hablar ruso. Es decir, que hace años se inició una operación otanista en Ucrania de limpieza de retaguardia para eliminar toda veleidad quintacolumnista prorrusa en la verdadera agresión histórica que se viene orquestando contra el gran país eslavo.

El caso es que no fue posible esa desinstalación del régimen de Kiev (otanista y pringado de neonazis), por lo que la operación se centró en el ataque a la infraestructura militar de Ucrania en todo el país. Estrictamente, desde el punto de vista de “lo ruso”, la ocupación dentro de las fronteras actuales de Ucrania era en defensa de las repúblicas populares del Dombás, que estaban siendo agredidas desde el 2014, que sí tenían a una gran mayoría de la población rusa o habían servido de refugio ante el golpe del Maidán. A partir de ahí, se solapa la defensa de estas zonas, ampliables por la intervención rusa a otras como Odesa, con una línea de guerra a largo plazo contra la OTAN.

Esta estrategia, en su plano militar, está apoyada prácticamente por todas las fuerzas políticas de Rusia, pero ciertamente, en el plano político-económico y de administración de recursos, no puede dejar de implicar en la propia Rusia una lucha de clases contra la oligarquía (en línea con lo hecho en la Gran Guerra Patria)… y está por ver si eso se lleva a cabo correctamente, tal y como viene advirtiendo contundentemente el Partido Comunista de la Federación de Rusia.

Como decíamos al final del informe, si la guerra se va a prolongar, no será solo militarmente que el gobierno de Moscú podrá asegurar la victoria. Tal como plantea el Partido Comunista, en una guerra prolongada contra los imperialistas occidentales tendría que producirse transformaciones políticas para tener el apoyo sólido y duradero del pueblo y eso implicaría medidas en contra de los capitalistas y millonarios rusos porque, de lo contrario, es imposible mantener un sacrificio que ha de inspirarse efectivamente en el de la Gran Guerra Patria. Hay que estar atentos, además de la cuestión meramente militar, a cómo evoluciona la situación de lucha de clases dentro de Rusia a tenor de las advertencias que viene haciendo el Partido Comunista.

Volviendo al tema de la administración de recursos, de prolongarse un conflicto de larga duración, de lo que sí estamos convencidos es de que en el gobierno de Moscú saben que esta situación de agresión previa a Rusia y a China es producto de una crisis sistémica en el Occidente capitalista solapada con una crisis de hegemonía de Estados Unidos. Y apuestan por que la prolongación del conflicto militar desgaste más a los gobiernos occidentales que a la propia Rusia, desde el momento en que la larga desestabilización occidental tras la caída de la URSS se encuentra con un país que puede brindar no solo un gran ejército convencional, sino una potencia nuclear de primer orden que dificulta la propia escalada de Occidente y exacerba las contradicciones en su seno.

En definitiva, el gobierno de Moscú persigue que toda la política de boicot a Rusia termine por afectar más a los provocadores occidentales. Aquí hay que poner por delante con insistencia que es muy importante no interpretar que ha sido el tema militar el que ha provocado la inflación y la crisis económica en curso. Aunque evidentemente las medidas de boicot contra Rusia agravan a su vez la crisis económica sistémica en el centro imperial occidental, nosotros ya hablábamos antes de tercera réplica. La guerra acelera y agrava los síntomas de la crisis económica, sí, pero no hay aquí problema de quién fue antes, si el huevo o la gallina.

Otro elemento importante en la clarificación que se impone es el de la verdadera salud de la unidad de acción en el bloque occidental. Dentro de nuestro ámbito organizativo consideramos clave estar atentos a las contradicciones del bloque occidental, mucho más allá de lo que se expresen (o no) diplomática y mediáticamente. Solo sea para no magnificar el poder omnímodo de Occidente y particularmente la hegemonía sin fisuras de EEUU, y aprovechar precisamente las grietas, que es una obligación de todas las fuerzas que pretende liderar o al menos contribuir a la transformación revolucionaria de la realidad.

Aquí es destacable el lastre histórico que tiene Alemania para expresar sus intenciones imperialistas con la misma libertad que EEUU, aunque amague con ir por su cuenta utilizando la construcción del bloque de la UE. Hay que resaltar el sumo interés diplomático de Alemania en que no aparezcan nítidamente sus diferencias. Un interés también compartido por los Estados Unidos, que no quiere que se visualice claramente que empieza a ser cuestionado, por lo que cada uno actúa por detrás para hacerse su zancadilla. En este sentido, y en comparación con lo que pasó al principio de la intervención rusa en Ucrania, cada vez surgen más voces que llegan a hablan de que las pretensiones anglosajonas, con aliados dentro de la Europa continental, es la de romper la autonomía estratégica de la UE y especialmente de Alemania, echando mano si preciso de ataques militares como ha ocurrido con el Nord Stream, que se está impidiendo que se investigue con la luz necesaria: incluso aunque Alemania intuyera la mano yanqui detrás del atentado, lo silenciaría por miedo a las consecuencias.

En este punto, no obviemos que las manifestaciones que se están produciendo en capitales occidentales tienen una doble lectura contradictoria en Europa occidental: al tiempo que alertan a los Estados, que toman medidas de profundización de sus aparatos de represión preventiva, en la actual coyuntura juegan a favor de darle más margen a países como Alemania para cuestionar la agenda antirrusa y el ritmo agresivo de esa agenda. Efectivamente, en el contexto de la gravísima crisis industrial en Alemania, también en Francia, agravada por las medidas antirrusas, esas manifestaciones podrían ayudar a que Alemania pudiera justificar una política de forzar a una paz en la guerra en Ucrania; lo que al mostrar una distancia con respecto al gobierno Biden puede a su vez forzar dentro de los propios Estado Unidos a un receso en el ritmo de agresión a Rusia, dada las dificultades de la primera potencia mundial para mantener el bloque occidental unificado.

Como decimos, a los yanquis no les interesa que se vean esas dificultades y, aunque ciertamente a Estados Unidos no le conviene mantener una política permanente de acuerdos de paz –porque entonces quedaría muy afectado su enganche parasitario en la economía mundial–, sí pudiera verse obligado a alcanzar acuerdos de paz coyunturales que, en cualquier caso, serían con la intención de asegurar mejor su estrategia de desestabilización, única manera de mantener su hegemonía y mencionado carácter parasitario. En realidad, esa estrategia que aboca a la sistematización de la barbarie solo puede acabarse con la destrucción del sistema capitalista internacional, empezando por sus relaciones comerciales imperialistas, cosa que por cierto afectaría a todos los gobiernos occidentales. Con esto último retomamos la idea de la perversidad estadounidense de haber provocado una movilización rusa (y, en menor medida, china) que, de acabar en victoria, afectaría negativamente a todas las políticas imperiales occidentales. Por eso, pase lo que pase en Ucrania, la situación mundial ha cambiado de forma irreversible. Si salen victoriosos Rusia y China, todo Occidente pierde. Y esta tesitura no era del interés de Alemania en el periodo actual, que pretendía una política de penetración en Rusia y de relaciones comerciales con el gigante asiático donde todavía los diferendos no se dirimieran en términos militares.

Tal como adelantábamos al principio, se impone un tercer capítulo en las clarificaciones en todo lo referente a la degradación de la situación económica y socio-laboral en Occidente. Y más concretamente, en cómo los gobiernos, para desviar la atención, apuestan a que las esperables movilizaciones cojan como diana a “la guerra de Putin como causante de la crisis”. En nuestro reciente informe versábamos sobre ello. Ahora nos limitaremos a poner el acento sobre el aspecto de las movilizaciones y de cómo intervenir en ellas. Y lo haremos con una especial atención a la de las pensiones, que ha venido jugando un papel aglutinador de luchas diversas tal como se ha visto en la reciente manifestación del 15 de octubre que reunió en Madrid a decenas de miles de personas.

Lo mínimo que se puede decir es que no parece ser que las movilizaciones hayan entrado en la dinámica tramposa de los gobiernos occidentales, donde de nuevo Sánchez ha sobresalido en su actitud demagógica. Ni los gobiernos occidentales han podido evitarlas ni, una vez que se han producido, tampoco han logrado desviarlas en el grado que se propusieron. El ciclo de movilización reciente, tan relacionado con la lucha contra los recortes ligados al seísmo sistémico de 2008, no ha jugado a favor de la política comunicativa de los gobiernos para decir que esta réplica de ahora es fruto exclusivamente de la guerra de Ucrania. Ya hay, pues, unos precedentes que no facilitan tal treta, además de que empiezan a surgir muchas voces, por ejemplo en la prensa económica y no solo, que ponen el acento en relacionar la recesión en curso a la no salida real de la crisis anterior y a los problemas en el ámbito financiero, de la deuda astronómica, de la moneda, etc.

Pero, sin duda, lo verdaderamente importante es que estas movilizaciones se dan ya en una situación con tintes de guerra para todo Occidente. Por tanto, no solo no se tendrían que parecer a las del ciclo anterior en lo que respecta al nivel de las reivindicaciones expresadas, sino que además han de partir de que se dará un mayor grado de represión por parte de los aparatos del Estado. Y dentro de esta represión más generalizada, particularmente hay que contar con que los gobiernos pretenderán poner en marcha una política de aislamiento de los elementos más avanzados en nombre de la “defensa patriótica”.

Ya siendo más concretos, centrándonos en la movilización en defensa de las pensiones, cobra sentido exponer una tesis de actuación que debería guiar a los cuadros políticos que ahí intervienen y en base a los informes que nos van llegando. Ha de partirse de que lo más probable es que ese marco de lucha acabe agotándose como pasó con otros anteriormente. Y sabemos que, cuando los marcos se apagan, suele ocurrir en medio de disputas y conflictos que dejan todo chamuscado, sin energía para su continuidad y, mucho menos, para su superación. Para que no se repita lo que pasó en el ciclo anterior (por ejemplo, con el 22M-Marchas de la Dignidad), lo que más interesa es alargar al máximo la movilización para que dé tiempo a la tarea principal: trabajar por la unificación de luchas y por la elevación política en la proyección de un referente que cuestione globalmente al poder.

La coyuntura exige ir destacando cuadros políticos populares que compatibilicen su trabajo sectorial con el de creación de plataformas con un carácter más intersectorial y en la perspectiva de planteamientos políticos más elevados, con la mirada claramente puesta en ese cuestionamiento efectivo del poder político. Por tanto, y sin salirnos del movimiento pensionista, hay que tener cuidado cuando se está defendiendo ir hacia una huelga general al tiempo que se es consciente de que esto produce fuertes debates y tensiones. Habría que insistir en que la máxima hoy por hoy es la siguiente: más vale alargar un marco con defectos que tener un marco “purificado” pero brevísimo. Y ello, esperando que la propia crisis sirva de aliada a quienes dentro de esos marcos mantienen las posiciones más avanzadas.

En la actual coyuntura, el objetivo principal de un cuadro político con criterio no es forzar en demasía la huelga (por “obrero” que tal discurso suene y aunque la misma sea desde luego un paso positivo), sino la unificación de las luchas y la elevación de las mismas hacia el cuestionamiento del poder. Así pues, no solo no es correcto que los comunistas vayan “con la sigla por delante” en los marcos populares, debido a los estrechos límites (históricos, organizativos e incluso individuales) en cuya realidad nos movemos. Sino que, además, para contribuir a la liberación de la clase obrera, es paradójicamente contraproducente exagerar el discurso de “la clase obrera” hasta banalizarlo. En consecuencia, y siguiendo con el ejemplo anterior, el objetivo no es mantenerse en que hay que ligar la lucha pensionista “a la clase obrera”, sino que hay que ligarla a la lucha general contra los recortes, en un proyecto que apele a las masas populares en su generalidad. Para ello, hay que formar cuadros políticos populares adaptados a la coyuntura de crisis, con capacidad para unificar luchas, y sin caer en la estela inútil e impotente del reformismo. Con capacidad, pues, para superar un discurso meramente económico, pasando a planteamientos políticos antioligárquicos. Y con capacidad, en suma, para ir construyendo ese referente político de masas que el viejo topo de la historia nos exige para evitar involuciones y construir un certero túnel hacia un futuro libre de banqueros, parasitismo y explotación capitalistas.

[1] INFORME DE COYUNTURA VERANO DE 2022: Situación internacional, política estatal y ejes de intervención revolucionaria. – Red Roja

 

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