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Medio Oriente :: 09/02/2023

¿Es Hezbolá un proxy de Irán como afirman en Occidente?

Xavier Villar
La categoría de «proxy» junto a otras categorías como «terrorista» y «extremista», intentan criminalizar a los movimientos que desafían al proyecto hegemónico Occidental

El objetivo de este artículo es problematizar la relación entre Irán y Hezbolá y en concreto la doctrina que entiende que Hezbolá es una herramienta sin agencia en manos del Estado iraní (la doctrina sponsor-proxy). La doctrina sponsor-proxy reduce las múltiples relaciones entre Irán y Hezbolá a una mera cuestión de intercambio material, en la que Teherán, como estado, utiliza su poder para manejar al grupo subordinado.

Además de ser una visión hipersimplista, esta óptica se asienta sobre unas bases epistémicas que incluyen la categoría de proxy junto a otras categorías como «terrorista» y «extremista», dentro de una cadena de equivalencia. Es una categoría prescriptiva que intenta criminalizar aquellos movimientos que suponen un desafío al proyecto hegemónico Occidental en la región, y en concreto aquellos movimientos (como Irán y Hezbolá) que articulan su resistencia al proyecto Occidental en un lenguaje no-secular. 

Ya se ha hablado de como la Revolución Islámica supuso abandonar a Occidente —entendido como ideología y no como localización geográfica—, como punto central desde el cual ver el mundo en términos políticos. Una vez descentrado Occidente se hace posible articular una identidad independiente y autónoma. Es precisamente esa capacidad de obrar de manera autónoma, la que se niega cuando se analiza la relación existente entre la República islámica y Hezbolá desde la categoría de proxy. 

La categoría de proxy es, por lo tanto, un recurso más utilizado por Occidente para dividir la región entre amigos-enemigos, es decir, una división política de la región que considera a Irán y a Hezbolá como un riesgo estratégico a sus intereses. 

La Revolución de 1979, y su articulación política en la actual república islámica, es vista como riesgo o amenaza por aquellos actores políticos para los cuales el anteriormente citado descentramiento fue visto como una pérdida de privilegios —epistémicos y materiales—. Esa pérdida de privilegios puede ser analizada desde un punto de vista racial. Racial no en términos de fenotipo, sino en términos políticos.

La Revolución islámica -así como la República islámica-, se caracteriza por no seguir los parámetros occidentales y por no respetar las categorías raciales sobre las que esta episteme se mantiene. En otras palabras, la Revolución Islámica cuestiona la supuesta verdad racial sobre la que se asientan los cimientos de Occidente, una "verdad" que considera que para ser reconocido como plenamente humano es necesario pertenecer a Occidente, recuérdese que Occidente aquí es una ideología, no un lugar concreto. 

Volviendo al tema central del artículo, la relación entre Irán y Hezbolá, podemos decir que para el discurso Occidental ninguno de los dos pertenece a la categoría de humano.

Occidente, mediante un proceso de racialización, por el cual determinadas poblaciones y/o grupos son construidos como "ingobernables", construye a esas poblaciones /grupos como "no civilizados", "violentos", "extremistas", "terroristas"... La etiqueta de proxy forma parte de ese lenguaje racializador/civilizador. 

Centrándonos detenidamente en la relación entre la República Islámica y Hezbolá podemos ver como los vínculos entre ambas comunidades tienen su origen en el siglo XVI, cuando los safávidas importaron a expertos chiíes de la zona libanesa de Jabal Amil, con la intención de que ayudasen a la conversión del Imperio Safávida al chiismo duodecimano (la rama mayoritaría del chiismo). En los siglos siguientes, tenemos a miles de estudiantes chiíes del Líbano que se trasladaron a estudiar con los expertos religiosos de Qom, en Irán.

Muchos de estos estudiantes se integraron en la sociedad iraní al crearse vínculos familiares. Ya en el siglo XX, en la década de los 60 y 70, cientos de estudiantes libaneses estudiaron en la ciudad iraquí de Nayaf bajo la tutela de gente como ayatolá Seyed Mohamad Baqir al-Sadr, jurista chií iraquí y cercano al Imam Jomeini. 

Otro momento importante de esta interrelación histórica, es la llegada a El Líbano, en 1959, para hacerse cargo de la comunidad chií en el sur del país de Musa al-Sadr (primo de Mohamad Baqir al-Sadr). La figura de Musa al-Sadr es fundamental para comprender la re-politización de la escuela chií en El Líbano.

Otra de las figuras que ejemplifican los vínculos naturales entre ambas comunidades es Mustafa Chamran. Una figura iraní, opositor al régimen Pahlavi, Chamran se asentó en el sur del Líbano a comienzos de los años 70 y allí se dedicó a impartir clases sobre doctrina islámica. Mientras Chamran daba sus clases, cientos de militantes iraníes revolucionarios recibían entrenamiento en los mismos campos en los que estaban siendo entrenados los miembros de AMAL. El grupo envió cerca de 500 militantes a Irán en 1979 para participar en la Revolución Islámica. La mayor parte de esos militantes eran miembros del Comité de apoyo a la Revolución Islámica (organización cultural libanesa creada en 1979 y cuyos miembros formaron el embrión de Hezbolá).

Por todo lo anterior se evidencia que Hezbolá no es un producto manufacturado por Irán en los años 80. Si bien no se niega la importancia de Irán, en términos materiales, lo que carece de sentido es considerar a Hezbolá como una marioneta manejada desde el Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica de Irán.

El propio Seyed Hasan Nasrolá en varios de sus discursos reconoce la espontaneidad del nacimiento del grupo y lo achaca a la invasión israelí del 82, sin la cual el grupo no se habría materializado en la forma actual. La relación entre Hezbolá e Irán no puede comprenderse sin analizar la visión política común que ambos comparten. Esta visión política común está asentada, como ya se ha señalado, en las bases de Wilayat e faqih y la lucha contra toda influencia Occidental (Occidental entendido como perteneciente a la epistemología occidental) en la región.

Es esta unión alrededor de la doctrina de Wilayat e Faqih la que se convierte en la piedra angular de la relación entre Irán y Hezbolá como apunta Abdullah Safi-Al-Din, representante del grupo libanés en Irán: «Nos une nuestra adhesión a los principios de Wilayat e Faqih, así como la lucha contra los enemigos comunes». 

Esta adhesión, así como a la figura del actual faqih [Ayatolá Jamenei) no implica una subordinación del grupo a un proyecto nacional. De hecho, desde la visión política articulada alrededor de Wilayat e Faqih, Irán no se ve en términos de estado-nación, sino como hogar político de los musulmanes. Pretende ser un modelo Islámico político-revolucionario que no tiene sentido dentro de unos marcos nacionales (el proyecto de la Revolución Iraní es un proyecto ummático, es decir, intenta ser un referente político para todos los musulmanes).

Es por esto mismo, que el faqih no es visto como el líder de Irán, sino como el líder islámico que representa la posibilidad de construir una identidad política musulmana autónoma. Posibilidad abierta gracias a la Revolución de 1979. 

Una vez se entiende que lo político es lo que estructura la relación entre Irán-Hezbolá y que, por lo tanto, hay una ausencia de presión por parte iraní, deja de tener sentido continuar aplicando la visión sponsor-proxy. Nasrolá distingue entre visión común y presión: «cuando decimos aliados, dos aliados, significa dos. Alianza no significa obediencia por nuestra parte. Alianza no significa que cuando uno toma una decisión los otros grupos le siguen sin cuestionar las motivaciones. Esto sería presión y no alianza». 

La etiqueta «proxy» debería abandonarse y en su lugar, sería más adecuado hablar de simbiosis entre Hezbolá e Irán, una relación de mutuo interés. Aplicar la categoría sponsor-proxy solo sirve para mantener una gramática que criminaliza todo intento por desmantelar la epistemología Occidental en la región. Un desmantelamiento que comenzó gracias al triunfo de la Revolución Islámica, ya que sentó las bases de una política autónoma tanto en lo político, epistémico, así como en el día a día de la región. 

Las bases políticas comunes que conectan a Irán y Hezbolá son unas bases que se asentaron de manera duradera gracias a la Revolución Islámica. Unas bases sobre la que además de construir un Irán post-Pahlavi, se construyó una región en la cual el lenguaje islamista —entendiendo islamismo como el discurso que busca que el Islam se convierta en el punto político central en las comunidades musulmanas— se convirtió en el lenguaje por excelencia de lo político. 

* Doctor en Estudios Islámicos
HispanTV.com

 

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