¿Estamos fritos?
Esta semana, un nuevo informe del Panel Intergubernamental de expertos sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) volvió a mostrar que el desequilibrio climático global es muy severo y que las cosas están peor de lo que ya habían advertido en su informe anterior en 2013.
El ritmo del calentamiento global, desde el periodo industrial, no tiene precedentes y la mayoría ocurrió desde fines de la década de los 90. Estiman que el calentamiento no había sido tan alto en 125 mil años; en ese caso, debido a cambios en la órbita de la Tierra. Esto se traduce en aumento de huracanes, lluvias y sequías extremas; derretimiento de glaciares y otros hielos permanentes; acidificación y aumento del nivel del mar, así como disrupción de corrientes oceánicas que regulan la temperatura en países costeros.
En suma, los datos muestran que el capitalismo como sistema y un centenar de sus empresas trasnacionales han logrado desequilibrar en tiempo récord el clima global que para estabilizarse se llevó millones de años de coevolución, con un calentamiento que podría llevar al planeta, en pocas décadas, a puntos de no retorno, lo cual nos afectará a todos, pero fundamentalmente a quienes menos recursos tienen para enfrentar la crisis.
Ha sido un proceso a sabiendas de los causantes del caos climático. Setenta y uno por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) son responsabilidad de 100 empresas trasnacionales, principalmente de la industria de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón). Esa industria es la que más tempranamente comenzó a estudiar el cambio climático (mucho antes del IPCC), para entender lo que estaban causando y buscar formas de prevenir las demandas que podrían enfrentar, demandas que aún no se materializan, pese a algunos avances como la que ganó Amigos de la Tierra contra Shell este año, que exige a la petrolera reducir sus emisiones en 45 por ciento (https://tinyurl.com/4j76kj7c).
Por ahora, como explica John Saxe-Fernández, la industria de la energía fósil, brutalmente devastadora de comunidades y del ambiente, sigue siendo la que más subvenciones públicas recibe, con más de 5.3 billones de dólares anuales (https://tinyurl.com/3ry4j6sp)
Pese a todo esto, la declaratoria de emergencia climática o código rojo para la humanidad como la llamó el Secretario de Naciones Unidas António Guterres, no nos ayuda a enfrentar la situación. Para empezar, porque desde el IPCC al propio Guterres, en lugar de promover acciones para lograr reducciones de GEI reales, lo cual conlleva necesariamente cuestionar a esas industrias de altas emisiones y al modelo de producción y consumo masivo e injusto, aceptan que las empresas que más contaminan (energía, agronegocios, alimentaria, aviación, construcción, minería, automotriz y financiera, tecnológica, entre otras) avancen en consolidar una nueva trampa llamada emisiones netas cero .
Esas empresas afirman que aunque van a aumentar sus emisiones (la industria petrolera y gasera en forma exponencial), las van a compensar con megaplantaciones de árboles y monocultivos, con mercados de carbono y con técnicas de geoingeniería (almacenamiento de carbono, captura directa de aire, manipulación de la química oceánica, cultivos transgénicos, etc.) que no funcionan para cesar el cambio climático; son de alto riesgo y provocan mayor desplazamiento de comunidades y acaparamiento de tierras. Estados Unidos ya aprobó nuevos subsidios millonarios para el desarrollo de estas técnicas captura de carbono, que irán a parar fundamentalmente a las arcas de las empresas petroleras, las cuales, paradójicamente, las usan para extraer más petróleo de reservas profundas a las que no podían acceder. (https://tinyurl.com/35e6j2sz)
Sin cuestionar las causas estructurales ni señalar claramente a los culpables del caos climático, llamar a imponer un estado de emergencia climática crea un ambiente de desesperación e incertidumbre y prepara el terreno para que no nos opongamos a esas y otras medidas inaceptables, que sólo van a favorecer a las mismas empresas y perpetuar el caos.
Tom Goldtooth, navajo, director de la Red Ambiental Indígena y miembro de la Alianza por Justicia Climática declaró: La gravedad de la crisis climática ha sido denunciada incansablemente, por las comunidades indígenas y de base, afectadas durante décadas. Debemos presionar al IPCC antes de que se publique el siguiente informe sobre mitigación el año que viene, para que escuchen las voces y conocimientos tradicionales de los pueblos indígenas y pongan fin a las propuestas de falsas soluciones, como poner precio al carbono, la captura de carbono y la geoingeniería solar, que facilitan que se siga extrayendo combustibles fósiles.
Aunque la situación es grave, desde los pueblos indígenas, las organizaciones campesinas y por justicia climática, las comunidades rurales y urbanas tenemos una gran diversidad de propuestas, experiencias y conocimientos hacia la justicia climática y social, como la producción campesina y agroecológica de alimentos, el cuidado y restauración de bosques, manglares y ecosistemas con los pueblos y comunidades, la construcción y organización colectivas urbanas, sistemas de transporte colectivos y muchas más, que son las que realmente urge apoyar y fortalecer, porque no sólo pueden absorber parte del carbono excedente sino sobre todo prevenir futuras emisiones.
La Jornada