¿Fin de ciclo o fin de cuento?
Resulta fácil coincidir en que a partir del año 2000 en America Latina se desarrolló una fuerte alza de las luchas populares en oposición al neoliberalismo. Sobre esa fecha de comienzo, que coincide con el inicio de la guerra del agua en Bolivia, se puedan plantear algunas diferencias. Unos dirán que debería tomarse como fecha inicial al Caracazo, producido en 1989, y otros valorizaran la irrupción neozapatista en 1994, pero es fácil coincidir en que a partir de 2001 estos procesos se masifican.
Partiendo de ese primer acuerdo se abren distintas interpretaciones para calificar sus resultados.
Valorando algunos de esos resultados, acentuando el enfoque en los gobiernos electos, se ha caracterizado que el resultado del ascenso de masas contra el neoliberalismo son los gobiernos progresistas, o el ciclo progresista de America Latina. Se ha argumentado que todos esos gobiernos y ese ciclo progresista comparten la vocación de apartarse de la agenda neoliberal, promover un mayor nivel de regulaciones por parte de los Estados, y decisiones políticas que fortalecen la soberanía y la distribución de ingresos.
Seguramente es indiscutible que en los últimos años se ha avanzado en America Latina en una mayor autonomía con respecto a EEUU (construcción de Unasur y la Celac), mayor inclusión social y el fortalecimiento del papel los Estados nacionales en muchos países, pero tratar de unificar a procesos muy diversos bajo una misma caracterización aporta a la confusión.
Las simplificaciones iniciales sobre procesos que se iniciaron hace mas de quince años, provocan confusiones cuando se quiere diagnosticas su futuro.
El origen
En primer lugar habría que precisar que el origen de los llamados gobiernos progresistas es diferente.
En algunos países como Bolivia y Venezuela resulta fácil encontrar una línea de continuidad entre quienes protagonizaron las rebeliones populares y quienes después asumieron el gobierno. En Bolivia es harto evidente. Tambien pueden advertirse líneas de continuidad entre los que protagonizaron el Caracazo y quienes se sumaron al Chavismo.
En otros países como Ecuador y la Argentina, su núcleo dirigente no solo no participó de las rebeliones populares, sino que era parte de los gobiernos cuando empezaron los estallidos. Podríamos caracterizar que una parte de la clase política existente y gobernante se radicalizó o reacomodó ante el nuevo escenario planteado por las rebeliones populares.
En otros países no se produjeron estallidos populares y la rebelión contra el neoliberalismo se expresó en términos electorales apoyando a fuerzas políticas construidas desde la izquierda y centroizquierda (PT y Frente Amplio).
Los cambios producidos
Es importante detenerse en qué cambios se produjeron en la estructura económica de los países, qué parte de la torta le quitaron a la burguesía local y cuánto avanzaron las fuerzas con un proyecto no neoliberal en la ocupación del Estado burgués, para desde allí promover transformaciones.
Considerando esa cuestión se advierte que los procesos son diferentes.
Hay procesos nacionales como el de Venezuela donde se le ha arrebatado a la burguesía local el control de la principal actividad económica, la explotación, producción y comercialización del petróleo, de las empresas estratégicas (aluminio, acero, cemento) y se ha avanzado desalojando a la burguesía de su poder en el seno de las Fuerzas Armadas, la Justicia, El Tribunal Superior Electoral, y la Asamblea Nacional (poder legislativo).
En el otro extremo se desarrollaron procesos como el de Paraguay donde el oficialismo de Fernando Lugo apenas rozó los intereses de los agronegocios y las mafias de contrabandistas, y tuvo que gobernar sin mayoría en el poder legislativo y con la Justicia en contra.
Sintetizando: es necesario diferenciar por un lado procesos que, ocupando solo parcialmente el Estado burgués, impulsaron proyectos (neodesarrollistas) que asentados en la estructura heredada del neoliberalismo intentan realizar correcciones o regulaciones que favorecen la distribución de los ingresos y la inclusión social. Por otro, gobiernos que fueron capaces de ocupar el Estado burgués (y en eso aportaron las asambleas constituyentes) y que impulsan proyectos que cuestionan las bases heredadas del neoliberalismo, porque se ha recuperado de manos de la burguesía sus principales fuentes de ingresos, y han iniciado un tránsito dificultoso, zigzagueante, pero sostenido hacia el socialismo.
El saldo político y organizativo
Quienes prestamos mas atención a los procesos de los pueblos que a los de los gobiernos, nos vemos obligados a incluir en el análisis qué fue lo que quedó o lo que va quedando después del tránsito de un ciclo político, en saldos de conciencia política y organización popular.
Hubo una vieja discusión en los 60 y los 70 con respecto a la valoración del primer gobierno peronista. Quienes afirmábamos que había sido una experiencia positiva para la conciencia de la clase obrera, argumentábamos que ese crecimiento de conciencia se expresó en el largo período de desestabilización política que sucedió al golpe del 55. La resistencia peronista, que inspiró a John W. Cooke a afirmar que “el peronismo es el hecho maldito del país burgués”, impidió que los gobiernos gorilas pudieran gobernar pacíficamente y que se pudiera avanzar sobre las conquistas de la clase trabajadora. Muchos años después, cuando la historia y la sociología reemplazaron al debate urgente de la política, se caracterizó a este periodo (1955-1976) tan inestable, como de “empate social”.
Si en Venezuela se perdiera el gobierno, imagino un escenario parecido. El país se tornaría ingobernable.
Pensando en esos saldos de conciencia y organización, cabe preguntarse. ¿Que sucedió en Paraguay después del derrocamiento de Lugo, o que puede suceder con los que sucedan a Dilma, Bachelet o Cristina?. El saldo que dejan en conciencia y organización los gobiernos neodesarrollistas es decepcionante. En la Argentina los tres candidatos con posibilidades, Scioli, Macri y Mazza, son empresarios de cuño neoliberal, que centrando sus campaña política en el eje de la inseguridad (más policías, mas penas a los delincuentes) han aglutinado el 90% de los votos.
Distintos recorridos, distintos porvenires
Una vez me dijo un compañero venezolano que “decir que todos somos iguales, nos ayuda para que no se den cuenta de que somos tan pocos (los gobiernos con proyectos revolucionarios)”. En otras palabras, es un buen cuento. Pero el problema de los cuentos es que los terminemos creyendo.
La crisis mundial que comenzó en 2008 trajo para Latinoamérica su bendición de aumento de los precios de las materias primas de exportación (soja, carne, petróleo, oro, cobre, níquel) y bastó levantar el perfil del Estado como regulador para acceder a las superganancias y poder distribuir ingresos y subsidiar a los humildes. Se puede promover la inclusión social arrebatándole negocios a la burguesía o distribuyendo superganancias y parece que es lo mismo. Pero no es lo mismo.
Quienes avanzaron sobre la propiedad y el estado burgués están en condiciones de mantener conquistas sociales en un nuevo escenario internacional, con menores recursos para repartir. Quienes se limitaron a repartir superganancias quedan expuestos inexorablemente a las políticas de ajuste, porque hay que mantener las ganancias de la burguesía que controla todos los negocios.
El hecho de que se comparta un escenario desfavorable no significa que se afronten los mismos problemas. Los puntos de partida (ocupación del Estado, control de la economía) son distintas, las experiencias populares son distintos. Para precisar: seguramente países como Cuba, Venezuela o Bolivia tienen problemas, deberán afrontar insuficiencias, inmadureces y puntos flojos a corregir; pero sus problemas, que exigirán un diagnostico particular y esfuerzos particulares por resolverlos, no pueden asociarse al destino de otros países de la región. Sus debates son diferentes. Una discusión como la de viejo y nuevo Estado, que en la mayoría de los países de Latinoamérica es una discusión abstracta, en los países en transición es una discusión urgente.
Es importante reconocer que se proviene de recorridos diferentes para no caer en la simplificación de que la debacle de los neodesarrollismos augura la debacle de los procesos de transición al socialismo. Es cierto que agrega un elemento más a un escenario desfavorable, pero no determina un destino de debacle.
Esta bueno compartir velorios e incluso acompañar al difunto hasta el cementerio, pero no esta bueno confundir muertos con dolientes.
Algo de eso les sucede a quienes partiendo del presupuesto falso de unificar arbitrariamente procesos diferentes, diagnostican equivocadamente destinos parecidos. Esto no sería grave si se tratara de opinólogos, que siempre pueden disfrutar de una autocrítica correctiva, u olvidar lo que escribieron. Pero se complica cuando la enfermedad del pesimismo se extiende a militantes populares, que participan de procesos de final abierto.
En Venezuela, por ejemplo, frente a un escenario dificultoso, ya han empezado a aparecer los dolientes que no vacilan en sacar a relucir la bandera blanca de la rendición o anunciar grandilocuentemente su deserción de las filas populares. En esos compañeros, la dificultad no ha promovido un esfuerzo de creatividad, sino un rebrote del insepulto determinismo, una regresión a la vieja izquierda pre-chavista.
Resulta un poco extraño el pesimismo determinista en el país donde el loco Chávez decidió hacer una revolución desafiando con audacia la pobreza de las condiciones subjetivas preexistentes. Justamente en el país del cono sur donde mas se ha avanzado en el control del estado burgués, en arrebatarle negocios a la burguesía y donde mas se ha avanzado en condiciones de conciencia y organización popular.
Creo no equivocarme si aseguro que los tiempos difíciles pondrán blanco sobre negro a procesos politicos que van a sobrevivir porque intentaron y van a seguir intentado ser revolucionarios, y a procesos politicos que van a desmoronarse, porque nunca superaron el horizonte de construir un capitalismo un poco menos malo.
Algunas señales para el optimismo
En estos días la presencia omnipresente del papa Francisco I se convirtió en una fuerte señal de optimismo. Esto no es merito de la Iglesia, ni de Francisco I. La Iglesia Católica es la misma de siempre, o más precisamente desde el siglo IV, cuando se convirtió en religión de Estado del Imperio romano. Apañó a los poderosos de cada época, pero tuvo la astucia política para sobrevivirlos.
Francisco I es Jorge Bergoglio, un personaje a quien bien conocemos los argentinos como cómplice de la dictadura y enemigo declarado de la Teología de la Liberación. Pero el mundo, o la necesidad de sobrevivir en el nuevo mundo, ha cambiado a la Iglesia y hoy el nuevo papa se ha trasmutado en ecologista, defensor de los pobres y mensajero de la paz.
Lo del Papa Bueno tambien es un lindo cuento. En algunos ambientes esta bueno repetirlo. Al gobierno venezolano le resulta muy útil confrontar a Francisco I con la jerarquía eclesiástica golpista, racista y antipopular. Seguramente Evo Morales disfrutó mucho confrontando al Papá Bueno con las elites ultracatólicas de Santa Cruz de la Sierra.
Tambien hay que advertir que el peligro de lo cuentos es que quienes los inventan, o los utilizan, se los terminen creyendo.
Lo objetivo de todo el asunto es que la Iglesia Católica, con la autoridad política que le dan 2000 años de supervivencia, diagnostica que el mundo ha cambiado y empieza a adaptarse a la nueva situación. Algunos datos confirman estas movidas políticas de El Vaticano.
China ha aminorado su crecimiento pero sigue creciendo cinco puntos anuales por encima de EEUU, consolidándose como primera economía mundial. El crecimiento de China amenaza a su competidor en el plano económico cuestionando la hegemonía del dólar como moneda de cambio universal
Rusia, que en la geopolítica internacional juega como alfil político y militar de China, había recibido un duro golpe con la revuelta de Ucrania capitalizada por las potencias occidentales. Posteriormente a esa derrota geopolítica fue sometido a un feroz bloqueo que supuestamente iba a aniquilar su economía. Pero Rusia no solo ha sobrevivido sino que se ha convertido en un actor principal en Medio Oriente, un escenario donde todas las potencias del mundo jugaron fuerte en sus disputas geopolíticas en la última dcada..
En esa región, hace cinco años el avance de EEUU y sus aliados parecía desvastador. Hoy la situación se ha invertido. Lo que comenzó en 2012 cuando China y Rusia vetaron en el Consejo de Seguridad una resolución que amenazaba definir la caída del gobierno de Siria, se continuó con una serie de acciones que determinaron que EEUU iniciara un repliegue con el Pacto con Irán. Hoy la coordinación de Sira, Rusia y Irán, bombardeando a Isis, confirma ese anticipo. La histérica intervención de Netanyahu en las Naciones Unidos delata la derrota de la Alianza Occidental en la región, y el lamento por un repliegue que deja muy mal parado a los intereses sionistas y al resto de los aliados de EEUU en Medio Oriente.
El ascenso de un mundo multipolar es inevitable, y un mundo multipolar es mucho más favorable para las causas de los pueblos de todo el mundo.
La debacle de los proyectos neodesarrollistas en America Latina y el avance de las políticas que afectan su soberanía que van desde los tratados de libre comercio con EEUU como el que ha firmado Chile y las propuestas dentro del Mercosur que empujan Paraguay, Brasil y Uruguay para promover una apertura con la Unión Europea ( un ALCA Europeo), ubican a la mayoría de los gobiernos de nuestro continente a contramano del proceso mundial, como un lugar donde van recuperando influencia quienes las van perdiendo en otras regiones del mundo.
Quienes siempre prestamos mas atención a los procesos de los pueblos que a los de los gobiernos, advertimos que se han iniciado nuevos ciclos de lucha en distintos países como Uruguay (huelga docente, paro general), Brasil (huelgas y movilizaciones de pueblos originarios), Perú (movilizaciones contra la minería), Colombia (movilizaciones campesinas), Chile (reagravamiento del conflicto estudiantil), que van perfilando un nuevo panorama donde cambian algunos nombres y referencias pero se mantiene la dinámica de la lucha de clases.
Quienes han vivido de los cuentos reemplazaran el cuento de que todos los procesos latinoamericanos eran iguales, por el cuento de que ahora todo se cae a pedazos y solo queda aferrarse a la sotana de Francisco I.
Quienes pretendemos ser parte del pensamiento crítico seguiremos confiando en la lucha de clases, en las propuestas populares con vocación revolucionaria y en los procesos de los países que han apostado a transitar hacia el socialismo.