Internacional Progresista: centroizquierdismo al rescate del capitalismo
Por iniciativa de la Fundación Sanders, dirigido por Janet Sander esposa del ex precandidato demócrata Bernie Sanders, y el Movimiento Democracia en Europa 2025 (DiEM25 según sus siglas en inglés), convocaron a la formación de una Internacional Progresista al que adhirieron diversas figuras intelectuales y de la cultura y referentes sociales como Noam Chomsky, Naomi Klein, el actor mexicano Gael García Bernal, la escritora Arundhati Roy, el filósofo Srecko Horvat o la alemana Carola Rackete.
La integran también políticos como exministro de Finanzas Yanis Varoufakis; la primera ministra islandesa, Katrín Jakobsdóttir, la ministra argentina de Mujeres, Género y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta, la embajadora argentina en Rusia, Alicia Castro. Otros de los convocantes son el expresidente de ecuador Rafael Correa, el brasileño Fernando Haddad ex candidato del PT contra Bolsonaro, el exministro brasileño de Exteriores Celso Amorim, el exvicepresidente boliviano Álvaro García Linera.
El objetivo expreso de la convocatoria a la Internacional Progresista es “fomentar la unión, coordinación y movilización de activistas, asociaciones, sindicatos, movimientos sociales y partidos en defensa de la democracia, la solidaridad, la igualdad y la sostenibilidad”.
Centroizquierdismo
El agrupamiento muestra un rejunte de prestigiosas figuras intelectuales y referentes sociales, junto a una suma de políticos centroizquierdistas que merecen cierto balance. La Fundación Sanders es uno de los puntos de apoyo del senador Bernie Sanders, quien Luego de una campaña que concentro el entusiasmo de los trabajadores inmigrantes, los jóvenes y las mujeres, abandonó la carrera electoral dentro del Partido Demócrata en los Estados Unidos, se alineó con la candidatura del demócrata conservador Joe Biden y votó el rescate billonario a los grandes capitalistas presentado por Donald Trump.
Varoufakis fue ministro de Finanzas de la coalición Syriza, cuyo gobierno desvió el proceso de movilización popular que puso en jaque al capitalismo griego y los planes de ajuste de la Unión Europea. Capitulando frente a las presiones de las potencias regionales, Syriza, llevó adelante un ajuste brutal dictado por el capital financiero. Varoufakis debió renunciar por la negativa del primer ministro Tsipras de cumplir con el mandato popular del pleisbicito que rechazaba el memorándum europeo.
Sus componente latinoamericanos han hecho mucho más en mantener el régimen social capitalista intacto. Álvaro García Linera fue destituido, junto a Evo Morales, por un golpe cívico-ecleciástico-militar sin ofrecer resistencia ni convocar a la movilización popular. Gobernaron bajo la impronta del llamado capitalismo andino que mantuvo intactos los intereses de las élites cruceñas e incentivó su crecimiento mediante al agronegocio.
Rafael Correa, por su lado se caracterizó por mantener la dolarización de la economía ecuatoriana durante todo su mandato, dando su pleno apoyo al ajustador Lenin Moreno cuando abandonó el poder. Celso Amorim fue canciller de Lula y Ministro de Defensa de Dilma Roussef, cuyo gobierno llevo adelante un ajuste neoliberal contra la clase trabajadora antes de que fuera derrocado, también sin ofrecer resistencia, por un golpe de estado judicial.
Estado (burgués) presente
La mayoría de los políticos convocantes de la Internacional Progresista alientan el retorno del Estado, es decir el rescate del capitalismo mediante la intervención estatal. Identifican los males del sistema con el neoliberalismo.
Para Varoufakis, que es miembro de DiEM25, el retorno del Estado burgués para dar una salida a la crisis del Covid19 está en el centro del debate público. "El tema es si el Estado se utiliza para rescatar al neoliberalismo o para llevar adelante una reforma “un virus sin cerebro nos obliga a enfrentarnos a un sencillo dilema: o la zombificación de los bancos y las empresas posterior a 2008 engulle al resto de la economía, o reestructuramos masivamente la deuda pública y privada. Esta es la decisión política fundamental de nuestra época”, así lo afirmó el ex ministro.
García Linera por su parte, plantea que enfrentamos "el riesgo de un regreso pervertido del Estado bajo la forma de keynesianismos invertido y de un totalitarismo del big data como novísima tecnología de contención de las “clases peligrosas”. Si el regreso del Estado es para utilizar dinero público, es decir, de todos, para sostener las tasas de rentabilidad de unos pocos propietarios de grandes corporaciones, no estamos ante un Estado social protector sino patrimonializado por una aristocracia de los negocios, como ya sucedió durante todo el periodo neoliberal que nos ha llevado a este momento de descalabro societal”. El ideólogo del capitalismo andino reivindica que los gobiernos progresistas latinoamericanos "acusados de populistas irresponsables, ahora son la plataforma mínima del debate público y de un nuevo sentido común planetario".
Amorim por su lado, llama a “una mayor unidad con los partidos de izquierda y el inicio de algún dialogo con otras fuerzas más de centro en la necesidad de un espacio más fuerte”, es decir con el ala moderada de los golpistas, para frenar a Jair Bolsonaro.
De conjunto el ala política de la Internacional Progresista alienta la idea de que el Estado capitalista es una entidad en disputa contra el peligro de un neoliberalismo más salvaje aún y de un nacionalismo xenofobó.
Se trata de rescatar a las instituciones democráticas de dominio de la burguesía frente al peligro autoritario para reestructurar las deudas y avanzar en una renta básica universal.
En el mejor de los casos, en su lectura, pretenden imponer con los buenos modales de la democracia burguesa un límite a las apetencias neoliberales y otro modelo de distribución del ingreso bajo el mando capitalista. Pareciera ser que Varoufakis no aprendió nada de la experiencia griega y el desprecio capitalista por las mayorías populares cuando atentan contra sus intereses; ni Garcia Linera tampoco del golpe militar que lo derroco luego de que la burguesía y el imperialismo consideraron agotada la experiencia del MAS.
Mientras Amorim plantea recuperar al Estado junto a golpistas para “reformarlo”. El problema es precisamente el Estado que es el instrumento de dominio del capital y que hace hocicar cualquier intento de reforma mediante la coacción económica o la amenaza militar. Y solo habilita la reforma cuando ve peligrar su dominio por la bancarrota general o el temor a la revolución social.
Poscapitalismo o revolución
“A diferencia de las anteriores internacionales, la IP no se limita a un tipo de organización, o a un tipo de lucha”, declara la convocatoria centroizquierdista. La característica de las internacionales revolucionarias anteriores y del movimiento de fuerzas que reivindicamos la Cuarta Internacional es la lucha por el poder político de la clase obrera mediante la revolución social. Nuestro programa es la abolición de la propiedad privada y el trabajo asalariado para terminar con la irracionalidad capitalista y planificar los recursos para que todo miembro de la sociedad pudiera satisfacer sus necesidades, sin ser objeto de explotación u opresión por parte de una clase privilegiada.
Como vemos la IP se pronuncia de entrada contra la lucha política revolucionaria, por eso aclara que “pretende desarrollar una visión política pragmática para transformar nuestras instituciones”. En su declaración el objetivo declarado es “ser una institución duradera que pueda unir a las fuerzas progresistas y apoyarlas para construir poder en todas partes”, es decir ser una plataforma de apoyo para que políticos progresistas y de centroizquierda accedan al poder. En definitiva la IP se propone tomar el lugar de la desprestigiada Internacional Socialista. El poscapitalismo, en cambio, es el eslogan de una Internacional que no sea vista como agente del neoliberalismo, ni mucho menos de la revolución, y cuya propuesta se reduce a la reforma del capital.
La clase trabajadora y pueblos oprimidos, las mujeres, las personas LGTBI, los migrantes, los campesinos sin tierra, necesitan más que nunca de una herramienta política revolucionaria internacional para dirigir su lucha hasta el derrocamiento del capital. Reconstruir un internacionalismo por la revolución obrera y el socialismo. La actual crisis capitalista muestra la urgencia de esta perspectiva.