¿Paz sostenida con Rusia? ¿Es posible?
Poca gente conoce siquiera el nombre de Gehlen, y sin embargo Reinhart Gehlen y sus hombres de las SS no sólo dieron forma política a la recién nacida OSS y a la CIA (su sucesora), sino que también determinaron en gran medida las actitudes estadounidenses de posguerra hacia Rusia. Un espíritu de la época ('zeitgeist') que ha permanecido permanecido en gran medida intacto hasta nuestros días, Gehlen, "hombre de la luz y de la oscuridad"; a la vez leal al Führer y traidor, mucho antes de que Hitler le despidiera finalmente. A veces es necesario indagar en la historia profunda para identificar las raíces de los problemas contemporáneos.
Gehlen era experto en persuadir a Hitler de lo débiles que eran las fuerzas rusas adversarias: Cuando el Sexto Ejército del general Paulus se vio rodeado por ejércitos rusos que metódicamente lo aplastaban todo dentro de la caldera, Gulen aseguró que "las concentraciones de tropas enemigas seguían siendo demasiado débiles para operaciones de gran alcance".
Y mientras el Sexto Ejército de 300.000 soldados alemanes era aplastado y los últimos tanques Panzer de Paulus se habían perdido, Gehlen enviaba a Hitler información de inteligencia antigua que no mostraba indicio alguno de movimientos de tropas soviéticas. Finalmente, justo cuando Stalingrado estaba cayendo, y Paulus a punto de rendirse, Gulen admitió ante Hitler que "la situación de Stalingrado podría ser muy grave".
Parece que subestimar a Rusia tiene una larga historia…
Sin embargo, en una asombrosa transformación camaleónica, cuando el Tercer Reich se desmoronaba, Reinhart Gehlen, el jefe de la inteligencia nazi para el Frente Oriental, cogió su tesoro de archivos de inteligencia sobre los soviéticos y se entregó al Cuerpo de Contrainteligencia del ejército estadounidense.
Negoció un acuerdo por el que él y un grupo selecto de sus hombres establecerían un servicio secreto de inteligencia para la Ocupación Aliada. Para evitar confusiones, en una declaración jurada de la CIA de 2001, ésta declaró que "el propio general Gehlen no es considerado un presunto criminal de guerra nazi".
De regreso a Alemania Occidental y con su Organización Gehlen bajo la égida de la CIA, y "financiada con millones de dólares", Gehlen, según el Instituto de Estudios Políticos, reclutó a miles de veteranos de la Gestapo, la Wehrmacht y las SS. A principios de los años cincuenta, se decía que la Organización Gehlen empleaba a unos cuatro mil especialistas en inteligencia en Alemania y a un número similar de agentes encubiertos en toda Europa del Este.
Entre estos "activos", que Gehlen llevó consigo a la mesa estadounidense, se encontraban, como era de esperar, los ucranianos de la 14ª División Waffen de la SS, más tarde reagrupada como Ejército Nacional Ucraniano(UNA). Lo que caracterizaba a UNA, que contaba con unos 200.000 hombres, era su fuerte antipatía hacia la Unión Soviética y "los rusos" (el comunismo).
Fue en el periodo de la Wehrmacht cuando la facción Bandera forjó una "identidad" ucraniana distinta, que afirmaba que los "verdaderos" ucranianos eran los supuestos descendientes de los vikingos, que fundaron la Rus de Kiev.
No existe ninguna base histórica o genética real para esta designación, pero proporcionaba una conveniente confluencia con la ideología nazi, con la que estaban aliados.
Este simulacro de identidad continúa hoy en día: Aleksey Danilov, el jefe del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa de Ucrania, ha declarado:
"Me parecen bien los asiáticos, pero los rusos son asiáticos. Tienen una cultura, una visión completamente diferente. Nuestra principal diferencia con ellos es la humanidad". Los ucranianos son humanos, mientras que los rusos, por ser asiáticos, no lo son. O lo que es lo mismo: "Europa termina en Ucrania.
Esta identidad banderista imaginada como "superior, germano-ucraniana" se ha evocado muchas veces durante los combates posteriores al golpe de Estado del Maidán. La Ley de los Pueblos Indígenas de Ucrania afirma que sólo los ucranianos germánicos, los tártaros y los caraítas tienen
derecho a disfrutar plenamente de todos los DDHH y de todas las libertades fundamentales.
Fue promulgada por el presidente Zelensky el 21 de julio de 2021. Este "juego" identitario ucraniano tiene un papel crucial en esta historia, de por qué la paz sostenida con Rusia está descartada.
En 1945, la inteligencia estadounidense sobre Rusia era prácticamente inexistente. Cuando la OSS estadounidense en tiempos de guerra renació en 1947 como la CIA, la Organización Gehlen fue una de sus piedras angulares. Gehlen, el hombre que sabía cómo "acariciar" las plumas de sus superiores sobre la debilidad rusa, aportó su conocimiento experto (y sus prejuicios) al pensamiento estadounidense, el 'Washington Post' informó que Gehlen
y los miles a los que empleó en su organización de contraespionaje proporcionaron a la CIA y al Pentágono el 70% de su inteligencia sobre la URSS y Europa del Este.
Pero justo cuando Gehlen hacía "su" metamorfosis de enemigo a aliado, EEUU estaba siendo instigado por Winston Churchill, que también cambió su perspectiva al pasar de ver a la Unión Soviética como un aliado a un enemigo existencial. Churchill quería seguir adelante. Recordemos que esto iba a contracorriente de la política tradicional estadounidense (como la de Pat Buchanan), muy escéptica ante los enredos exteriores y las guerras europeas.
La II Guerra Mundial había terminado sin ningún tratado formal, sino más bien con una disputa cancerosa sobre el futuro de Alemania, alimentada por la Guerra Fría. Por un lado, la Unión Soviética había perdido más de 27 millones de personas en la guerra y no quería ver a Alemania remilitarizada. Por otro, EEUU decidió que los tres sectores ocupados del lado occidental formaran una sola entidad y que esos sectores occidentales se convirtieran en el baluarte de una nueva alianza militar: la OTAN.
Como relata Jeffrey Sachs, los soviéticos dijeron "no": "Acabamos de perder 27 millones y ahora, en pocos años, ustedes se están remilitarizando". Nadie en Occidente escuchaba, y a pesar de las garantías anteriores de que "la OTAN no avanzaría ni un milímetro más allá de las fronteras alemanas", la OTAN adoptó la postura (durante la era Clinton) de que el avance de la OTAN para circunscribir a Rusia no era "asunto de Moscú".
Es en esta sensible y quintaesencial laguna ("no es asunto de Rusia"), donde Ucrania ha metido la pata con su falsa afirmación identitaria de que "Europa termina en Ucrania, y más allá se encuentran los eslavos".
En su deseo de apoyar a Kiev, la UE se ha ido deslizando silenciosamente hacia este revisionismo estratégico ucraniano: Ucrania se elabora como "valores europeos" que se defienden frente a los valores "rusos" (asiáticos). (Ambos pueblos, de hecho, son eslavos).
La puerta de entrada en la OTAN se abrió en 2008, a pesar de que el embajador estadounidense advirtió sólo un año antes de que la entrada en la OTAN conduciría a la guerra.
Para cuando el presidente JF Kennedy había llegado al poder, la situación frente a Rusia era completamente tensa: La militarización de la OTAN; la crisis de los U2 derribados por la URSS; la debacle de Bahía de Cochinos y la crisis de los misiles cubanos. La CIA estaba claramente acorralando al presidente, cortándole las salidas, y las cosas se le estaban yendo de las manos. Kennedy estaba fuera de sí de rabia por cómo la CIA había llevado a EEUU (y a Kennedy personalmente) a este lío. Se enfrentó al establishment, despidiendo al director de la CIA Dulles y a Richard Bissell, que había manejado el fiasco de Bahía de Cochinos.
Kennedy había tropezado mucho en los dos primeros años de su presidencia, pero al tercer año, estaba listo para pronunciar aquel famoso discurso diciendo que la paz era posible, incluso con la Unión Soviética: "Son seres humanos como nosotros". "Hablo de la paz como el fin racional necesario de los hombres racionales". Y, sorprendentemente Jruschov estaba escuchando. Se llegó a un acuerdo en semanas y el Senado estadounidense lo aprobó por abrumadora mayoría.
"Bueno… entonces le mataron", dijo Jeffrey Sachs en un debate reciente sobre la última campaña política de JFK: su búsqueda de una paz segura y duradera con la Unión Soviética.
Sin embargo, hay un par de giros más en esta historia de interminable y creciente guerra de identidades culturales contra Rusia.
Uno de los giros se produjo durante la presidencia de Carter, cuando su consejero de Seguridad Nacional, Zbig Brzezinski, persuadió al presidente de que introdujera una cultura radicalizada y yihadista en Afganistán para atentar contra la cultura socialista secular de Kabul, que Moscú (y el pueblo afgano) estaba apoyando.
Al final, la política en Moscú determinó el resultado: la Unión Soviética se autoimplosionó. El meme del Fin de la Historia y el Último Hombre de Fukuyama explotó en todo el mundo, y aquella guerra afgana fue presentada como un gran éxito (que no lo fue). Sin embargo, la afirmación apuntaló la noción de que los insurgentes islámicos eran los disolventes ideales para los proyectos de cambio de régimen. Se convirtió en el piloto de la Primavera Árabe.
¿Aquellos primeros líderes yihadistas moderados en Afganistán? Los mataron y los sustituyeron por hombres cada vez más violentos, que a la postre se convertirían en el forraje del que se alimentaría el 11-S y se expandiría hacia una guerra global.
Pero Brzezinski aún tenía más consejos que dar al presidente Carter. En su Gran Tablero de Ajedrez de 1997, Brzezinski sostenía que Ucrania, en virtud de sus identidades culturales divididas, entrelazadas en viejas complejidades, debía considerarse como la bisagra en torno a la cual giraba el poder del 'heartland': "Sin Ucrania, Rusia nunca se convertiría en la potencia del 'heartland'; pero con Ucrania, Rusia puede y lo haría", insistía. Después de Afganistán, Rusia necesitaba verse envuelta en un atolladero de identidad cultural ucraniana, sugería Brzezinski.
El hilo Gehlen-Banderista de que Ucrania occidental es lingüística y racialmente diferente (germánica) de los "rusos étnicos" se arremolina persistentemente, una y otra vez. El ucraniano (correctamente conocido como ruteno) no es una lengua germánica. Se entiende mejor como un dialecto del ruso y, por tanto, firme y únicamente eslavo. Tampoco se encuentra ADN vikingo (germánico) entre los ucranianos occidentales actuales.
El último giro de la saga cultural-identitaria se centra en Europa, y en cómo la izquierda europea con la guerra de los Balcanes de la OTAN (que la izquierda apoyó con entusiasmo) "cambió de camisa" dramáticamente.
A la vieja OTAN, que los izquierdistas habían odiado una vez como una entidad reaccionaria, llegan a verla ahora con un nuevo significado evangélico; ya no reaccionaria, sino revolucionaria. Siendo su nuevo objetivo "revolucionario" acelerar el advenimiento de una revolución social cuyo subestrato cultural sea la promulgación de los principios Woke: La diversidad, el orgullo, los derechos de los trans y la reparación de las discriminaciones y agravios históricos (pero sólo en Occidente).
La nueva OTAN, inclusiva y políticamente correcta, es vista por los izquierdistas europeos como la herramienta con la que barrer también los obstáculos a la agenda de la UE. Estos "camisas cambiadas" sostienen que la lucha por este "Orden Cultural" es incesante, totalizadora y abarcadora.
En este contexto, no es difícil ver cómo una Ucrania despierta, imaginada como marcando "la extensión física" del europeísmo, puede haberse transformado en un icono de esta guerra total de identidad cultural contra Rusia, una distensión más allá incluso de lo que Gehlen podría haber soñado.
Entonces, ¿está cerrada la "paz sostenible" con Rusia? Si se intentara mantener la Ucrania occidental como un istmo de Europa y sus valores que se extienden a la esfera regresiva eslava, entonces la paz no es posible, porque sería totalmente falsa. Además, sería perjudicial para Europa, ya que legitimaría lo que no era más que una antigua y conveniente congruencia de identidad con la ideología nazi que ha calado entre las capas dirigentes de Europa.
La única forma viable de avanzar sería volver al nudo gordiano original y deshacerlo: es decir, deshacer el nudo de que no exista ningún tratado escrito posterior a la II Guerra Mundial que delimite el movimiento de la OTAN siempre hacia delante y, al hacerlo, acabar con la pretensión de que el desplazamiento de la OTAN a donde quiera que elija no es asunto de nadie más que suyo. Las negociaciones, en última instancia, tratan de intereses, y del ingenio para resolver el enigma de dos partes que perciben cómo la otra se percibe a sí misma siendo percibida.
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