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EE.UU. :: 15/11/2020

¿Puede Biden revertir el declive de su país?

Marc Vandepitte
La desesperación nunca está muy lejos. El país más rico del mundo es al mismo tiempo un gran cementerio social

Al cabo de cuatro años puede que nos hayamos acostumbrado a los tópicos, vulgaridades y mentiras de Trump. Sin embargo, es algo irreal que un payaso tan incompetente y fraudulento pueda siquiera participar, y mucho menos tener una oportunidad de ganar estas elecciones presidenciales. Aún más grave es el hecho de que tal figura sea la segunda más votada de la historia, lo que demuestra el enorme declive del país.

Las cifras siguientes demuestran qué clase de persona es Trump: antes de ser elegido, Trump compareció ante los jueces 1.150 veces y estuvo involucrado en 150 quiebras. Durante su mandato producía un promedio de más de siete mentiras o afirmaciones engañosas diarias. Que tal persona pueda ejercer el cargo más alto del país más poderoso del mundo desafía la imaginación.

Votar en contra de ti mismo

Las elecciones deberían ser una expresión de la voluntad popular. Sin embargo, los votantes votaron completamente en contra de sus propios intereses en muchas áreas. El manejo de la crisis del COVID-19 por parte de Trump fue catastrófico. En los EEUU vive apenas el 4 % de la población mundial, sin embargo el país representa el 20 % de todas las víctimas del COVID-19 en el mundo. Aún así Trump obtuvo más votos en los estados donde la pandemia se está propagando con más fuerza.

Aunque la política de Trump benefició principalmente a los ricos, obtuvo muy buenos resultados en la parte de la población menos cualificada. A pesar de que la mayoría de los ciudadanos quiere impuestos más altos para los ricos, Trump hizo exactamente lo contrario.

El presidente más sexista de la historia recibió los votos de más de la mitad de las mujeres blancas. A pesar de sus arrebatos racistas, su intención de construir un muro en la frontera con México, el encarcelamiento de miles de niños latinoamericanos en campos y sus planes de deportación de inmigrantes ilegales de América Latina, Trump obtuvo un 8 % más de votos latinos que en 2016.

Una proporción aterradora de personas en los EE.UU. está aparentemente tan desesperada que va en busca de un líder fuerte, por muchas tonterías que diga y aunque vaya en contra de sus propios intereses personales. Sofisticados medios de propaganda manipulan hábilmente las mentes. No es la primera vez que ocurre en la historia. El mismo fenómeno aparece hoy en día en varias partes del mundo, como Hungría, Brasil, Turquía, Israel, India …

Cementerio social

La desesperación nunca está muy lejos. El país más rico del mundo es al mismo tiempo un gran cementerio social. El 58 % de los ciudadanos vive al día, de sueldo en sueldo. A menudo hay que combinar dos o tres trabajos para no terminar en la pobreza. Muchas personas de más de 65 años tampoco pueden permitirse el lujo de jubilarse y literalmente siguen trabajando hasta caer muertos.

Unos 130 millones de estadounidenses (40 %) no tienen suficiente dinero en el banco para hacer frente a una emergencia de 400 dólares. De ellos, 80 millones (25 %) posponen el tratamiento de un problema médico grave debido a su costo, mientras que los especialistas ganan entre 200.000 y 300.000 dólares al año. En los últimos diez años se suprimieron 50.000 puestos de trabajo en el sector de la salud y se han cerrado decenas de hospitales.

En este país altamente tecnológico, una de cada nueve personas se acuesta con hambre. Alrededor de medio millón de personas están sin techo y otro millón busca ayuda en un centro de acogida cada año.

Y la situación sigue deteriorándose. En 1985 una persona con estudios secundarios tenía que trabajar 30 semanas al año para pagar los principales gastos de una familia de cuatro personas: la vivienda, la salud, el transporte y la educación. En 2018 ya eran 53 semanas. No es de extrañar que la tasa de mortalidad de la población adulta blanca haya aumentado en los últimos años. Toda esta miseria ha llevado a 600.000 suicidios en los últimos veinte años.

En ningún lugar del mundo occidental la brecha entre ricos y pobres es tan grande como aquí. El 0,1 % de los ricos en la cima tiene tanta riqueza como el 90 % en la parte más baja de la escala. Los tres hombres más ricos incluso poseen tanto dinero como la mitad de la población. Hace 40 años los directores generales de las empresas ganaban 40 veces más que un empleado promedio, hoy ganan 278 veces más. La desigualdad también está muy marcada por la raza. Como término medio, una familia blanca posee 13 veces más que una familia negra.

La desigualdad social siempre va acompañada de violencia. Cada 15 minutos muere una persona por arma de fuego, 25 veces más que en los otros países occidentales. Cada año se cometen más de un millón de delitos, incluidos el asesinato, la violación, el robo v la agresión con agravantes. ¿Es esta «la tierra de los libres»? (del himno nacional)

La violencia también se traduce en una población carcelaria absurdamente alta. 6,7 millones de personas están bajo supervisión correccional: encarcelamiento, libertad condicional, dispositivos electrónicos o libertad condicional. Uno de cada diez niños ha tenido a unos de sus progenitores tras las rejas. Un tercio de todas las mujeres y niñas encarceladas en el mundo están en los EEUU.

El deseo de un líder fuerte

El inaceptable malestar social en un país tan rico se traduce inevitablemente en desconfianza hacia la política. El 57 % de los votantes cree que su sistema político sólo funciona para los que tienen dinero y poder, lo cual no es realmente sorprendente si tenemos en cuenta que el 39 % de los miembros del Congreso son millonarios y que pasan la mitad de su tiempo recaudando fondos (1).

Sólo una pequeña minoría todavía tiene fe en sus líderes políticos. En la última década la confianza en el gobierno federal ha fluctuado entre apenas el 15 y el 20 %. La confianza en otras instituciones también está disminuyendo.

Trump respondió inteligentemente a esa desconfianza perfilándose siempre como uno «de fuera» (outsider). Aunque Trump proviene de las altas esferas de la sociedad, se posiciona como una persona en contra de la clase dirigente y se enfurece contra la casta política, los medios de comunicación, los científicos y los intelectuales. Su lenguaje duro y vulgar encaja perfectamente con eso.

Sus ideas de extrema derecha son bien recibidas por sus votantes más radicales. Alrededor de un cuarto de la población consideró en 2017 que una toma de control militar estaba justificada si había mucha corrupción o un delito generalizado. Es una minoría, pero una minoría alarmante y significativa. Al cabo de cuatro años de Trump probablemente haya aumentado esa cifra.

Durante la presidencia de Trump, así como durante y después del recuento de votos, las milicias fuertemente armadas pasaron a ocupar un lugar cada vez más importante. Se estima que hay unos 50.000 paramilitares activos en 300 grupos. Los expertos estiman que los veteranos y los soldados activos podrían constituir al menos el 25 % de esas milicias de extrema derecha.

Con Biden, el viento no ha cambiado necesariamente

El suspiro de alivio por la elección de Trump está justificado. Cuatro años de gobierno de terror están llegando a su fin. La victoria democrática es importante para la lucha contra el calentamiento global (y, por tanto, para la supervivencia del planeta), para la forma de abordar el COVID-19 en EE.UU., para una política de migración decente y para la cooperación internacional y las instituciones de las Naciones Unidas.

Pero, por ahora parece que Biden no obtendrá la mayoría en el Senado. Además, los recién llegados al Senado son aún más trumpianos que Trump. Esto significa que Biden sólo podrá perfilarse en el ámbito de los asuntos exteriores y hacer algunos cambios allí. En el ámbito nacional estará atado de pies y manos a la mayoría republicana del Congreso. Así, por ejemplo, hay pocas posibilidades de que consiga aumentar el salario mínimo a 15 dólares. Votar el seguro de salud universal también será muy difícil. No habrá un verdadero impuesto a los ricos (2).

Dada su posición centrista y la dependencia de sus donantes, no querrá hacer frente a la mayor parte de la miseria descrita anteriormente o tendrá muchas dificultades para hacerlo. El sistema político con los dos partidos promueve la polarización y el sistema electoral lleva fácilmente a una obstrucción paralizante del Parlamento respecto al presidente, lo que a su vez socava aún más la confianza en la política.

De esta manera se mantiene el caldo de cultivo para el populismo, el nacionalismo y la ideología de extrema derecha. Hay que tener en cuenta que la diferencia entre ambos candidatos es muy pequeña (3 %). El odio y el populismo pueden recuperar la ventaja en poco tiempo.

Socialismo o barbarie

Para eliminar este caldo de cultivo se necesita una especie de nuevo contrato social, caracterizado por una fiscalidad justa, una asistencia sanitaria universal, un aumento de los salarios (mínimos) y las jubilaciones, y una educación superior más barata. También se necesitan grandes inversiones en infraestructuras, atención sanitaria y tecnología ecológica. Por último, el sistema político necesita un reajuste completo.

Mientras esto no suceda, la pérdida de prosperidad, la brecha entre ricos y pobres, la inseguridad, la falta de perspectivas de futuro y la desconfianza de los políticos continuarán formando un cóctel explosivo que podría llevar a un Trump bis o a algo peor.

Al mismo tiempo, es alentador el auge en los últimos años de la ideología de izquierda entre la población, especialmente entre los jóvenes. Una encuesta de Gallup mostró que el 51 % de los jóvenes entre 18 y 29 años tienen una posición favorable al socialismo. En la población en su conjunto es un 37 %. También es esperanzador el hecho de que se eligieran candidatos de izquierda radical para el Congreso.

Los procesos electorales son muy importantes, pero aún más importante es trabajar pacientemente en la base: sensibilizar, organizar y movilizar a la gente para un proyecto progresista sostenible. La llegada de Bernie Sanders ha sacudido profundamente el paisaje político de los EEUU. En las pasadas campañas electorales se ha puesto en marcha un nuevo movimiento esperanzador. Se enfrenta a grandes retos. La consigna de Rosa Luxemburg «Socialismo o barbarie» es más áctual que nunca.

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Notas:

(1) Kuttner R., Can Democracy Survive Global Capitalism?, Nueva York 2018, p. 88.

(2) Durante su campaña anunció que aumentaría los impuestos de las empresas del 21 al 28 %, menos aún que al principio del mandato de Trump.

dewereldmorgen.be. Traducción del neerlandés Sven Magnus

 

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