¿Quién está llevando a la guerra a EEUU?
Dos sectores históricamente en pugna dentro de EEUU se alinean por primera vez para intentar hacer caer a Rusia y China. ¿Quiénes son y qué consecuencias globales podría tener una extensión de la guerra?
El mundo está percibiendo las crecientes intenciones bélicas de EEUU. En medio del desarrollo de la crisis de Ucrania, EEUU y la OTAN han estado tratando de escalar su guerra de poder contra Rusia mientras continúan intensificando su asedio y provocaciones contra China. Si había alguna duda sobre las intenciones de Washington de ir a la guerra con Pekín, debería disiparse con el segmento sobre los «Juegos de Guerra» simulados del programa semanal de la NBC, Meet the Press del 15 de mayo.
Cabe señalar que el Centro para una Nueva Seguridad Americana (CNAS, por sus siglas en inglés), que organizó estos «juegos», está financiado por una serie de empresas militares y tecnológicas estadounidenses, como Facebook, Google y Microsoft, la Oficina de Representación Económica y Cultural de Taiwán y la Open Society de George Soros. Esta simulación está claramente en consonancia con las demás señales hacia la guerra procedentes tanto del Congreso como del Pentágono. Ya el 14 de abril, una delegación bipartidista de legisladores estadounidenses visitó esta isla china.
El 4 de mayo, Charles Richard, comandante del Comando Estratégico de EEUU, expuso en el Congreso las «amenazas nucleares» que suponen Rusia y China para EEUU, afirmando que es probable que China utilice la coacción nuclear en su propio beneficio. El 5 de mayo, Corea del Sur anunció que se había unido a una organización de ciberdefensa en el marco de la OTAN, al mismo tiempo que fue invitada junto a Japón a participar de la cumbre de la OTAN en Madrid, lo que sugiere la posibilidad de una rama asiática de la OTAN.
Ante la agresividad y beligerancia de la administración de Biden en asuntos exteriores, uno no puede dejar de preguntarse: ¿quienes abogan por la guerra en la élite gobernante estadounidense? ¿Existe todavía un mecanismo para frenar esa beligerancia ?
Este artículo llega a tres conclusiones. En primer lugar, en la administración de Biden, dos grupos de élite de la política exterior que solían competir entre sí, los halcones liberales y los neoconservadores, se han fusionado estratégicamente, formando el consenso de política exterior más importante dentro de la élite desde 1948 y llevando la política bélica del país a un nuevo nivel.
En segundo lugar, teniendo en cuenta los intereses a largo plazo, la gran burguesía de EEUU ha llegado a un consenso: China es el gran rival estratégico y ha decido dar un sólido apoyo a la política exterior de Biden.
En tercer lugar, debido al diseño de la Constitución de EEUU, la expansión de las fuerzas de extrema derecha, la monetización de las elecciones y las llamadas "instituciones democráticas" están fuera de todo control y son completamente incapaces de frenar la propagación de las políticas beligerantes.
La fusión de las élites beligerantes de la política exterior
Entre los primeros representantes de los halcones liberales estadounidenses se encontraban presidentes demócratas como Harry Truman, John F. Kennedy y Lyndon Johnson, cuyas raíces ideológicas - el intervencionismo liberal - se remontan a la idea de Woodrow Wilson de que EEUU debía estar en el escenario mundial luchando por la democracia. La invasión de Vietnam se guió por esta ideología.
Tras la derrota en Vietnam, el Partido Demócrata redujo temporalmente los llamamientos a la intervención como parte de su política exterior. El senador demócrata Henry Jackson (también conocido el «senador de la Boeing»), un halcón liberal, se unió a otros anticomunistas que apoyaban la intervención internacional, ayudando a inspirar a un grupo de neoconservadores. Los neoconservadores apoyaron al republicano Ronald Reagan a finales de la década de 1970 por su compromiso de hacer frente al «expansionismo» soviético.
Con la disolución de la Unión Soviética en 1991 y el auge del unilateralismo estadounidense, los neoconservadores adoptaron la política exterior expuesta por Paul Wolfowitz, que había sido ayudante de Henry Jackson en su momento.
En 1992, apenas unos meses después de la desintegración de la Unión Soviética, el entonces subsecretario de Defensa, Wolfowitz, presentó su Guía de Política de Defensa, que abogaba explícitamente por una posición unipolar permanente de EEUU. Dicha posición se establecería mediante la expansión del poder militar en la esfera de influencia de la antigua Unión Soviética, con el objetivo de impedir el resurgimiento de Rusia como gran potencia.
La «gran estrategia» unipolar de EEUU, con la proyección de su fuerza militar, sirvió para guiar la política exterior tanto de George Bush padre y George Bush hijo, como de Bill Clinton y de Barack Obama. La primera Guerra del Golfo fue posible, en gran parte, gracias a la debilidad soviética. A esto le siguió el desmembramiento militar de Yugoslavia por parte de EEUU y la OTAN.
Después del 11 de septiembre de 2001, la política exterior de la administración de Bush Jr. estuvo completamente dominada por los neoconservadores, como el vicepresidente Dick Cheney y el secretario de Defensa Donald Rumsfeld. Aunque ambos,defendían las intervenciones militares en el extranjero, hay dos diferencias históricas entre los halcones liberales y los neoconservadores.
En primer lugar, los halcones liberales creían que EEUU debía influir en la ONU y otras instituciones internacionales para llevar a cabo una intervención militar, mientras que los neoconservadores pretendían ignorar las instituciones multilaterales.
En segundo lugar, los halcones liberales buscaban que las intervenciones militares se realizaran junto a los aliados occidentales liderados por EEUU, mientras que los neoconservadores no temían llevar a cabo operaciones militares unilaterales y violar cualquier cosa que se pareciera a las leyes internacionales.
Es un error común pensar que los dos partidos estadounidenses son claramente diferentes en cuanto a la estrategia de política exterior. A primera vista, es cierto que, entre 2000 y 2016, la Heritage Foundation fue un importante bastión neoconservador que se inclinaba hacia la política republicana, mientras que think tanks como la Brookings Institution y el posteriormente la CNAS albergaron a los halcones liberales del Partido Demócrata.
En cada think tank había miembros de ambos partidos cuyas diferencias se centraban en propuestas políticas específicas, no en afiliaciones partidistas. En realidad, detrás de la Casa Blanca y el Congreso, una red de planificación política formada por fundaciones sin ánimo de lucro, universidades, think tanks, grupos de investigación política y otras instituciones, evangelizaba las «agendas» de las empresas y los capitalistas con propuestas políticas e informes.
En el ámbito de la política exterior, el think tank más influyente desde la Segunda Guerra Mundial es el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR). Este think tank recibe donaciones de diversas fuentes, y su actual junta directiva incluye a Richard Haass, principal asesor de Bush padre en Medio Oriente, y a Ashton Carter, Secretario de Defensa de Obama.
Antes de 2008, el principal objetivo estratégico de los neoconservadores, reunidos en el Partido Republicano, era la desintegración y desnuclearización de Rusia. Sin embargo, en torno a 2008, las fuerzas de la élite política estadounidense comenzaron a darse cuenta que el ascenso económico de China era imparable y que sus futuros líderes no serían los próximos Gorbachov o Yeltsin. Fue a partir de este periodo cuando los neoconservadores vieron a China desde la perspectiva de la confrontación y la "contención".
La victoria de Trump en 2016 creó una breve turbulencia en el consenso logrado por el CFR. Como escribió John Bellamy Foster con Trump en la Casa Blanca, "todo parecía tragedia y farsa". Trump llegó al poder en parte gracias a la movilización de un sector neofascista basado en la clase media blanca. Sólo una pequeña parte de la élite del gran capital lo apoyó inicialmente, incluyendo a Dick Uihlein, propietario del gigante naviero Uline, Bernie Marcus, fundador Home Depot, Robert Mercer, inversor del medio de comunicación de extrema derecha Breitbart News Network, y el banquero Timothy Mellon, entre otros.
La tendencia de Trump a reducir la participación en los asuntos mundiales - en particular la retirada de las tropas de Siria y Afganistán, y el contacto diplomático con Corea del Norte - satisfacían los intereses a corto plazo de la baja y media burguesía y se ganaron el apoyo de los "realistas" en política exterior, incluido Henry Kissinger, pero molestaron a los neoconservadores. Un grupo de neoconservadores jugó un papel importante en la campaña contra Trump, pero unos 300 funcionarios que habían apoyado a la administración Bush se pasaron al bando demócrata en las elecciones de 2020.
Con el fin del gobierno de Trump, el CFR volvió a la normalidad, y los neoconservadores y los halcones liberales de la administración Biden están completamente alineados en la orientación estratégica belicista. A partir del atentado del 11 de septiembre de 2001 y, sobre todo, después de la crisis de las hipotecas subprime, la conciencia del imparable ascenso de China unió a estos dos grupos de élite.
Ahora, el Wall Street Journal declara abiertamente que EEUU debe demostrar su capacidad para ganar una guerra nuclear, mientras que la élite del CFR afirma que hay que proteger a Ucrania y a Taiwán, ya que ambos son lugares militares estratégicos dentro del perímetro militar occidental.
Sin embargo, el líder de la Guerra Fría, Kissinger, ha expresado su preocupación y oposición a la actual política exterior de EEUU, argumentando que la estrategia correcta debería ser dividir a China y Rusia, ya que una guerra directa con los dos países nucleares tendría peligrosas consecuencias. Si todavía estuvieran vivos, Kennan y McNamara habrían estado de acuerdo con Kissinger. La vieja generación de líderes de la Guerra Fría se ha marchitado, y de todos modos ya nadie los escucha.
La burguesía estadounidense apoya la guerra contra China
Hay que señalar que se está produciendo un cambio en la lógica de las relaciones entre China y EEUU: la burguesía estadounidense ha ido apurando su alianza contra China y apoyando la estrategia belicosa de la élite diplomática. Esta situación se debe a factores tanto reales como ideológicos. Las cifras del PIB de EEUU y Occidente esconden notoriamente las contribuciones del trabajo en las fábricas del Sur Global.
Las ventas altamente rentables de Apple dentro de EEUU aparecen en las cifras del PIB estadounidense, pero la fuente real de sus altos rendimientos es el excedente creado por la mano de obra productiva avanzada, masivamente eficiente y de bajo coste, en Shenzhen, Chongqing y otras ciudades donde se encuentran las fábricas de Foxcon. China cuenta con una infraestructura industrial, logística y social extremadamente sofisticada que representa el 28,7% de la producción industrial mundial.
Pocos sectores de la economía estadounidense dependen para sus ventas del mercado local chino, sólo los fabricantes de chips son la excepción. Ni Boeing, ni Caterpillar, ni General Motors, ni Starbucks, ni Nike, ni Ford, ni Apple (con un 17%), son importantes para el consumidor chino.(Las transnacionales de EEUU obtienen apenas del 25% de sus ingresos en China y su productos pueden ser reemplazos por la industria de esa nación).
Por tanto, es poco probable que los directores ejecutivos estadounidenses se opongan a la dirección de la política exterior de EEUU si a corto plazo no tienen la certeza de un mayor acceso al creciente mercado interior de China. Una prueba más de esto es lo que pasa con algunas industrias clave.
El primero es el zeitgeist (espíritu del tiempo) del momento, la industria de la tecnología e Internet. Entre los 10 estadounidenses más ricos, el único relativamente ajeno a ese sector es Elon Musk, - pese a que su primera millonada, provino de esa industria -. En comparación con la lista de los 20 estadounidenses más ricos de hace años, los procedentes de la industria manufacturera tradicional, los bancos y la industria petrolera han desaparecido. La mayoría de la élite tecnológica tiene fuertes tracciones antichinos. Google, Amazon y Facebook prácticamente no tienen mercado en China. Apple y Microsoft también se enfrentan a crecientes dificultades.
Los gigantes tecnológicos estadounidenses anhelan un cambio de sistema político en China -aunque haga falta una guerra- para abrir completamente las puertas al mercado chino. Eric Schmidt, antiguo presidente ejecutivo de Google, dirigió la creación de la Unidad de Innovación de Defensa (DIU) y la Comisión de Seguridad Nacional sobre Inteligencia Artificial (NSCAI). Su constante promoción de la teoría de la «amenaza china» refleja la opinión predominante en la comunidad tecnológica estadounidense. En los últimos dos años de guerra comunicacional en torno a la pandemia, Hong Kong y Xinjiang , tanto Twitter como en Facebook, han desempeñado un papel en la supresión de la información objetiva de los hechos y han participado activamente en la demonización de China.
Pocos capitalistas influyentes en EEUU están dispuestos a decir abiertamente que «China es nuestro principal enemigo». Pero, rara vez se encuentran opiniones discrepantes o llamamientos a la moderación en las columnas de opinión del New York Times o del Wall Street Journal. Michael Bloomberg, que fue criticado por ser blando con China hace unos años, ahora no llama a la moderación frente a la histeria bélica de los medios. En cambio, fue nombrado presidente del Consejo de Innovación de Defensa en febrero.
El ascenso de la extrema derecha
Bajo la élite burguesa gobernante, la hostilidad de las clases medias estadounidenses hacia China tiene profundas raíces racistas. Los cuatro años de gobierno de Trump fueron testigos de una alianza del populismo con el movimiento de la derecha supremacista blanca que se autodenomina la Alt Right. Su portavoz, Stephen Bannon, fundador del sitio web Breitbart News, es uno de los activistas anti China más enérgicos en EEUU. Su base de apoyo proviene de la clase media baja: en su mayoría personas blancas con ingresos familiares anuales de alrededor de 75.000 dólares.
La economía estadounidense nunca se ha recuperado del todo de la crisis de las hipotecas subprime de 2008, cuando la política monetaria flexible permitió a los grandes capitalistas cosechar enormes ganancias mientras la clase trabajadora y la clase media baja sufrían grandes pérdidas. Este último grupo, enfadado y frustrado con su situación y con una necesidad imperiosa de un portavoz, fue el grupo electoral clave de Trump, ahora con la ayuda del racismo «supremacista blanco», el capitalismo racial y una «nueva guerra fría» impulsan la política de aniquilar a China como oponente en el área internacional
¿Estamos condenados a la guerra?
En 2014, Xi Jinping, que se había convertido en el líder de China, apuntó: «El amplio océano Pacífico es lo suficientemente vasto como para abarcar tanto a China como a EEUU». Por el contrario, Hillary Clinton, entonces secretaria de Estado, afirmó : "EEUU debe llamar al Pacífico como «el mar americano».
En 2020, el Centro de Investigación Económica y Empresarial del Reino Unido predijo que China superaría a EEUU y se convertiría en la mayor economía del mundo en 2028, un umbral que apremia a la élite burguesa estadounidense. La política exterior y parte de la opinión pública "americana" de los últimos años coinciden en la preparación de una guerra caliente para contener a China antes de 2028.
La guerra de poder en Ucrania puede considerarse como el preludio de esta guerra caliente. La movilización ideológica para preparar la guerra ya está en pleno apogeo en EEUU. Las ruedas del neofascismo están girando y ha surgido una nueva era de macartismo. La llamada política democrática no es más que una tapadera para el dominio de la élite burguesa y no será un freno para detener la maquinaria de guerra, es al parecer todo lo contrario, una justificación belicista.
Hay 140 millones de trabajadores pobres en EEUU, 17 millones de niños que pasan hambre, seis millones más que antes de la pandemia. Y aunque una parte expresa su apoyo ia la política belicista de Washington, hay una contradicción directa para con sus intereses reales.
Históricamente, los grupos progresistas tradicionales de EEUU, como el movimiento por los derechos civiles y el feminismo, tenían un fuerte espíritu de lucha, y líderes como el Dr. Martin Luther King Jr. y Malcolm X mostraron un valor asombroso en su lucha por crear una ola de resistencia dentro de EEUU contra la agresión de Washington en el sudeste asiático.
Lamentablemente, algunos (pero no todos) de los líderes de los sectores progresistas tradicionales de EEUU se han convertido en partidarios de la política imperialista y de las sistemáticas campañas anti China. Tambien, importantes voces morales que se han manifiestan contra el partido de la guerra, pero los pocos grupos progresistas que se oponen a una nueva guerra fría han sido inmediatamente vilipendiados por «justificar el genocidio de Xinjiang». El sistema mediático estadounidense garantiza la impotencia de las voces de ese sector de la sociedad.
Fuera de EEUU y sus aliados, muchos países no ven con buenos ojos la guerra que supone la agresiva expansión de la OTAN en Europa. El 2 de marzo, la Asamblea General de la ONU celebró la undécima sesión especial de emergencia y países con más de la mitad de la población mundial votaron en contra o se abstuvieron de votar el proyecto de resolución titulado «Agresión contra Ucrania». Más todavía, países con más de dos tercios de la población mundial no han respaldado las sanciones dirigidas por EEUU contra Rusia.
Los intentos de Washington de intensificar y prolongar la guerra y forzar un desacoplamiento de Moscú y Pekín, llevarán a una dislocación económica masiva, que a su vez provocará considerables reacciones negativas contra el gobierno de Biden. De hecho, países como India y Arabia Saudita están profundamente preocupados por los excesos de EEUU al congelar las reservas de divisas rusas y pretender reforzar la hegemonía del dólar.
La resistencia al dominio de EEUU está creciendo en América Latina. Sin embargo, hay que tener en cuenta que plataformas internacionales como la ONU no son realmente capaces de frenar a EEUU y sus guerras. Washington se niega a someterse a nada que no sea su propio «orden internacional basado en normas».
La administración de Biden está proporcionando una ayuda militar masiva a Ucrania para crear una guerra prolongada con el fin de debilitar a Rusia y provocar un «cambio de régimen». También se ha desviado del espíritu de las tres declaraciones conjuntas chino-estadounidenses y está desestabilizando el estrecho de Taiwán.
Mientras que EEUU tiene un gran poderío militar, su fuerza económica actual, aunque aún es grande, está en un estado permanente de declive y crisis. En 1950, EEUU representaba el 27,3% del PIB mundial (PPA), mientras que en 2020 había descendido al 15,9%. Su tasa media de crecimiento anual ha caído a un nivel anual muy insuficiente: apenas un 2% incluso antes de la pandemia. La producción manufacturera de China es más de un 70% superior a la de EEUU.
A pesar del reciente y enorme estímulo fiscal y monetario de más de 5 billones de dólares, la inversión fija neta de EEUU sólo aumentó un 1,4%. Esto ha provocado la actual ola inflacionaria. Esto no se resuelve fácilmente y no tiene nada que ver con la guerra en Ucrania. Con esta guerra EEUU ha condenado intencionalmente a Europa a un crecimiento probablemente negativo, a la inflación y al aumento del gasto militar.
La estable gobernanza social de China, su fuerte defensa nacional y su estrategia diplomática volcada a la paz pero desafiante pueden -como dijo el Consejero de Estado chino Yang Jiechi- "debemos proceder desde una posición de fuerza para que EEUU acabe abandonando la ilusión de iniciar una guerra con China y ganarla".
Al Sur Global le interesa que China siga siendo un Estado soberano socialista fuerte y que impulse alternativas de gobernanza global como su programa de crear una Comunidad con un Futuro Compartido y la Iniciativa para Desarrollo Mundial. Es el momento de revigorizar proyectos multilaterales del Sur Global como los BRICS y el Movimiento de los Países No Alineados.
En esto, la mayoría del mundo comparte un interés común. La gran mayoría de los habitantes de los países en desarrollo del Sur Global serán una fuerza importante para exigir la paz y resistirse a la guerra. EEUU no será el primer imperio,, que producto de su soberbia y arrogancia, acabe siendo derrotado por la historia.
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