Irán busca estabilidad para seguir el rumbo de las últimas décadas
Tras los funerales por los representantes institucionales fallecidos por la caída del helicóptero la pasada semana, las aguas parecen volver a su cauce en la República Islámica de Irán. La mayoría de los análisis locales coinciden en despejar cualquier duda sobre el futuro de la misma.
A pesar de las especulaciones y los deseos encubiertos, la realidad iraní vuelve a mostrar que es una gran desconocida para buena parte de los medios hegemónicos occidentales. La muerte inesperada del presidente Ebrahim Raisi, del ministro de exteriores Hossein Amir-Abdollahian y otros cargos institucionales es un duro golpe para el país, como lo sería en cualquier otro lugar del mundo. Sin embargo, en Irán ha pasado por experiencia similares en el pasado y a día de hoy sigue contando con un sistema enraizado y firme.
En Irán, hay que tener en cuenta cuatro factores interrelacionados, las relaciones entre el Estado y la sociedad; la dinámica dentro de las élites políticas (las facciones o los barones se diría en Occidente), militares y sociales; la economía y las relaciones internacionales.
El "deseado" enfrentamiento entre la sociedad y el Estado no ha sucedido en los últimos tiempos, desde las "protestas verdes", pasando por las movilizaciones más recientes tras la muerte de la joven kurda Mahsa Amini, o la relativamente baja participación en las últimas elecciones. Sin embargo, y a pesar de los deseos de cambio de amplios sectores de la sociedad, el sistema surgido de la revolución de 1979 sigue contando con gran apoyo popular. Las propias imágenes de los masivos funerales de estos días muestran que los sectores que apoyan al Gobierno tienen una gran base de apoyo, y que el establishment aún pueda movilizar multitudes considerables.
La estructura política del país asentada en las llamadas facciones presenta un escenario complejo e interesante, y en ocasiones difícil de comprender cuando se analiza con las lentes preconcebidas de Occidente.
Los intereses personales o políticos (al igual que en los países occidentales) se interponen en ocasiones a las formulaciones partidarias y generan subdivisiones entre las principales corrientes que a día de hoy se disputan la hegemonía política de Irán.
La naturaleza opaca del sistema político y las complejas relaciones entre sus élites (sirvan como ejemplo la naturaleza y las relaciones de las élites españolas PSOE y PP) hace que las filtraciones interesadas sobre supuestas luchas internas deban tomarse con cautela. Aun así, las maniobras y las tensiones han sido visibles en el pasado.
Estos días ya ha comenzado el baile y las quinielas de los supuestos candidatos a presidente. Los diferentes sectores han comenzado a mover sus fichas, conscientes de la importancia de esta figura en la futura transición que tendrá diseñada el Jefe del Estado, ayatollah Alí Khamenei de cara a su sustitución, y donde probablemente se centren las disputas más importantes. Por ello, será el propio Khamenei quien dirija el proceso de selección de candidatos para la próxima y cita, y probablemente de cara a su futura sustitución.
Junto a la figura del Líder Supremo, hay que situar también por su importancia y peso al Cuerpo de los Guardianes de la Revolución Islámica (IRGC) (conocido coloquialmente como Sepah). La propia constitución iraní (art. 147 y 150) le confirió en su día carta blanca para intervenir en política y abrió las puertas a su participación en la economía. Desde entonces, ha ampliado significativamente su influencia en las esferas política, económica y militar. Con muchos puestos gubernamentales clave ya ocupados por ex oficiales del IRGC, la organización está bien posicionada para consolidar el poder y seguir reforzando su influencia sobre la economía y la política de Irán.
Cualquier candidato que aspire a uno de los dos puestos señalados deberá contar al menos con el apoyo del Líder Supremo y del Sepah, es decir, tendrá que navegar por la compleja relación entre el establishment político y la élite militar para asegurar un futuro estable para Irán.
Tanto en el pasado como en los próximos años, la situación económica del país también tendrá una incidencia directa en el rumbo del mismo. Las severas sanciones ilegales impuestas por EEUU y sus aliados, que buscan mantener "una campaña de máxima presión", en la práctica un cambio de régimen, condicionaran el desarrollo económico y social de la República Islámica. Y una crisis en ese sentido puede acarrear tensiones entre las facciones de la élite, dentro de ellas y entre éstas y la sociedad civil.
La política exterior seguirá probablemente el rumbo de los últimos años. El nombramiento de Ali Bagheri Kani como ministro de Asuntos Exteriores en funciones refuerza esta continuidad. De este modo Irán seguirá forjando una relación estratégica, sólida y de largo plazo con sus vecinos. Mantendrá el protagonismo diplomático mostrado estos años (fin de la guerra en Yemen, normalización de Siria y estados árabes, estabilidad de Iráq, acercamiento con Jordania y Egipto, o las relaciones con los estados del Golfo), y sobre todo su liderazgo junto a Rusia y China en la configuración imparable de un nuevo orden mundial.
Finalmente, la muerte de Raisi no traerá implicaciones estructurales ni un cambio de rumbo del sistema. Puede que afecte a la competencia interna entre los partidos y los grupos de interés, pero no a la dirección estratégica de la República Islámica, ni en política interna ni exterior. Sin embargo, como señala un analista local, "es poco probable que la transferencia de poder tenga un impacto significativo en la estabilidad del país debido a la naturaleza de la dinámica de poder en Irán. El sistema político iraní consta de múltiples círculos interconectados bajo la dirección del Jefe del Estado. Perder a un actor principal no causaría grandes trastornos cuando hay varios otros listos para llenar el vacío".
Pronto comenzará el baile mediático y las quinielas con los supuestos sucesores, pero de momento, las próximas elecciones son el 28 de junio, y como señalaban en las redes sociales iraníes, "será la primera vez desde 1989 que coincidan con las presidenciales de EEUU el mismo año, con cuatro meses de diferencia. Y curiosamente, ¡el primer debate Biden-Trump será la noche del 27 de junio!