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Medio Oriente :: 15/10/2007

Iraq: En deuda con Juba

J. M. Álvarez
Una veintena de organizaciones políticas y militares decidieron ampliar sus filas a todos los que deseen integrarse en el Frente de resistencia

A finales del 2006 el diario Al Quds Al Arabi publicó la noticia de la creación del Frente Político Unificado de la Resistencia Iraquí, tras acuerdo alcanzado entre varias organizaciones políticas y militares que combaten al ejército estadounidense y sus colaboradores. El mes pasado, una veintena de esos grupos se reunieron en una zona liberada de Bagdad y decidieron ampliar sus filas a todos los que deseen integrarse en el Frente. Esa es una buena noticia para quienes se enfrentan al imperialismo, la falsa democracia burguesa y su globalización neoliberal-fascista.

Existe cierto recelo sobre la resistencia iraquí, derivado de las connotaciones religiosas inherentes a la mayoría de los pueblos árabes. La Insurgencia es fundamentalmente laica, aunque también existan grupos religiosos en su seno, que nada tienen que ver con esas otras fracciones, paridas por la civilizada democracia occidental, que provocan atentados indiscriminados. Detrás de esos crímenes contra la población civil inocente, se vislumbra la mano negra de los servicios de inteligencia de EEUU (ya actuaron así en Vietnam) y de Israel, que intentan fracturar la sociedad y el Estado iraquí. La Insurgencia denuncia constantemente los asesinatos de la violencia sectaria, alentados por EEUU, y se centra en objetivos militares con el objetivo de lograr un Iraq unificado, libre de tropas extranjeras y títeres serviles.

Las circunstancias en las que se desarrolla la resistencia en Iraq tienen tintes épicos, y supera a la que se desarrolló en Vietnam. Durante aquella guerra, el contexto mundial era diferente. Actualmente no existe una potencia, como la extinta Unión Soviética, que pueda compensar el poderío militar de EEUU y ayudar materialmente a los movimientos de resistencia. Si consideramos que los patriotas iraquíes se enfrentan a la mayor fuerza militar de toda la historia de la Humanidad, con un desarrollo tecnológico infinitamente superior al de entonces, resulta evidente que los guerrilleros iraquíes están provocando un descalabro político y militar al Imperio, que excede al ocasionado por sus homónimos vietnamitas.

Aunque el Pentágono trate de ocultar información sobre el número de sus bajas en Iraq manipulando a la opinión pública, la realidad es muy distinta. Raro es el día que no se producen víctimas en su ejército. Como la censura absoluta es difícil de lograr, recurre también al engaño imputando un elevado número de bajas al ”fuego amigo” o accidentes, en detrimento de las que se reportan en combate. A pesar de todas esas artimañas, altos cargos militares reconocen su frustración por la situación actual y periódicos como The New York Times entonan el canto del cisne de la derrota militar, y cargan las tintas contra George Bush.

Las consecuencias del desgaste que sufre el Imperio en Iraq están a la vista. Washington se encuentra tan maniatado que no dispone de soldados suficientes para involucrarse en otro conflicto. De no ser así, Irán ya habría sido agredido y el plan ideado para atacar a ese país no estaría postergándose continuamente. Por las mismas razones, los estrategas norteamericanos no se debatirían en la duda de llevarlo a cabo utilizando armas tácticas nucleares o ejecutarlo de manera “clásica”. Un ataque con armas nucleares, además de una demostración de poder, podría ser interpretado también como un síntoma de debilidad brutal. En Afganistán, EEUU aporta el mayor número de soldados, pero sus “aliados” no muestran excesivo entusiasmo en aumentar los suyos a causa de la creciente actividad de los talibanes, favorecidos por el deterioro que sufren los estadounidenses en Iraq. Incluso el que dice ser presidente de Afganistán, Hamid Karzai- conocido como “el alcalde de Kabul”- ha invitado a los talibanes a formar parte del Gobierno a cambio de un alto el fuego.

La negativa de EEUU a retirarse de Iraq (saben que el Gobierno títere sería aniquilado en poco tiempo) exaspera a las familias de los soldados estadounidenses que el pasado 15 de septiembre marcharon, por decenas de miles, desde la Casa Blanca hasta el Capitolio en una protesta que culminó con incidentes y detenciones de veteranos de la guerra, familiares, soldados en activo, e incluso veteranos de Vietnam que demandaban el fin de la ocupación. La desobediencia civil es la temible espada de Damocles que puede cercenar la cabeza del Gobierno de Bush, y los que le sucedan, sobretodo si tenemos en cuenta que la feroz resistencia iraquí, ha dejado en ridículo al presidente norteamericano cuando, hace cuatro años, afirmó estúpidamente que había ganado la guerra, y su ejército estaba listo para intervenir en Pakistán, Filipinas y el cuerno de África.

Si la Insurgencia no existiera, estaríamos hablando de nuevos genocidios en Oriente Medio y otros lugares del mundo. La situación de Rusia y China sería más débil, los procesos de Venezuela, Bolivia y Ecuador -revoluciones nacionalistas contrarias al liberalismo, que aspiran a lograr la soberanía política y económica, lo que no es poco en estos tiempos- estarían contra las cuerdas y no en crecimiento a pesar de los obstáculos, y en la Unión Europea países como Francia (los exabruptos del “amigo americano” Sarkozy no superan el umbral de la retórica belicista) y Alemania, habrían tenido que adoptar posturas dóciles aparcando, momentáneamente, su competencia con EEUU por el control de los recursos del planeta, y recordemos que dicha competencia, genera contradicciones que, al agudizarse, fortalecen las posiciones revolucionarias.

La deuda que los antiimperialistas -sean nacionalistas que pugnan por librarse del yugo del Primer Mundo, anarquistas, comunistas y progresistas en general- tienen contraída con la Insurgencia es impagable, porque su titánico esfuerzo favorece a otros pueblos y naciones. La legitimidad de toda resistencia antiimperialista es inobjetable, así como la lucha armada necesaria para combatir cualquier ocupación extranjera, impuesta por la fuerza. Su licitud emana del pueblo que nutre, consuela y da refugio a la misma porque forma parte de ella. Desterremos viejos prejuicios, utilizados por las dictaduras burguesas para distorsionar el verdadero sentido de la lucha patriótica iraquí.

Juba, el francotirador iraquí, es sinónimo de resistencia. Hablan de él en tercera persona, pero no existe como tal porque, en definitiva, Juba es la Insurgencia. Aprendamos a ser antiimperialistas para saldar la deuda adquirida con él. Su lucha es nuestra lucha.

Canarias Insurgente

 

 

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