Israel: impunidad para los que queman vivos a niños palestinos
Dos días antes de viajar a Palestina saltó la noticia en los medios de comunicación de que unos colonos israelíes habían quemado vivos a una familia, muriendo en la acción un bebé de dieciocho meses. Al cabo de unos dos días murió el padre. Iniciaba pues mi primer encuentro con la sociedad palestina e israelí con un mal presagio. Hasta entonces no habían salido noticias tan alarmantes y esperaba tener unos días más o menos tranquilos.
Sin embargo una vez en territorio palestino he descubierto que la noticia no era tan anormal. Cada día hay algún incidente. Cada día, o casi, muere algún palestino sin que ningún medio de comunicación diga nada. Casi cada noche de las que he estado en Ramala, capital administrativa de Palestina, o en Al Ram, barrio pobre de palestinos al lado de Jerusalén, he escuchado ráfagas de ametralladora por las noches. La primera noche dudaba de si lo serían, pero amigos palestinos me lo confirmaron: “sí, hubo disparos en el check-point”. Pero era una noche “normal”.
El penúltimo día de nuestra estancia una delegación catalana acompañamos a una amplia delegación palestina de Jerusalén a visitar el lugar de la casa incendiada en la pequeña localidad de Duma, de 3.000 habitantes, al lado de la ciudad de Nablús. Era este un pequeño pueblo, en su mayoría agrícola. Casas bien arregladas, sin lujo, pero que indicaban un nivel de vida digno. Un pueblo tranquilo, donde todo el mundo se conoce.
El ataque fue alevoso, traidor, a las dos de la madrugada, mientras estaban durmiendo. Echaron un líquido inflamable y prendieron fuego. La mayoría de medios de comunicación han señalado que fueron cócteles molotov, sin embargo los vecinos tienen sospechas de otra clase de líquido, mucho más potente y que incendia más rápido pues quizás contenga fósforo, usados por el ejército israelí, porque el fuego se propagó con extrema celeridad.
Un joven de 27 años, el primer vecino que llegó a socorrer a la familia, contaba que encontró a los padres y el niño mayor fuera, quemándose en la calle. El niño, a pesar de las quemaduras, gritaba angustiado pidiendo que salvaran a su hermanito que estaba en la cuna. Cuando pudieron entrar el bebé ya estaba carbonizado.
En la entrada de la casa los familiares nos recibían en fila, con cara seria, dándonos la mano. Había algunos carteles colgados con las fotos del papá y el bebé. También algún cartel de otro asesinato de las mismas características, donde se veía la foto de uno de los presuntos asesinos junto a la de un padre llorando. El colono inculpado estaba en libertad.
La nuestra no ha sido por supuesto la única delegación. En dos semanas han pasado muchas de ellas. Han ido también delegaciones de israelíes a dar el pésame. Incluso el jefe de gobierno israelí, Netanyahu, estuvo por allí. A la salida de la entrevista con los familiares, ante la presión mediática mundial que provocó ese crimen, Netanyahu declaró: “Estoy sorprendido por este acto reprensible y terrorífico. Este es un acto terrorista en todos los sentidos…Debemos luchar juntos contra el terrorismo, venga de donde venga”.
Puras mentiras. La impunidad con la que actúan los colonos viene de la política del gobierno israelí de fomentar más y más asentamientos ilegales. El mismo día que se derribaban esas dos casas de colonos, Netanyahu aprobaba construir 300 casas en el mismo asentamiento. ¿No es para sentirse impunes? El ejército les protege, les cuida, los mima, colabora. Los sospechosos del asesinato del niño y su padre salieron a los pocos días. Lo mismo ha pasado en muchos otros casos.
En uno de los muros de la casa quemada hay una inscripción en hebreo, con la estrella de David, que han dejado los asesinos: “Venganza”. ¿Cuál es su sentido? Todo el mundo interpreta que el grafiti se refiere a la demolición de dos casas ilegales de colonos israelíes en el ilegal asentamiento de Beit El, cercano a Nablús. Alrededor de Nablús han crecido los asentamientos ilegales de colonos y hay cada dos por tres incendios de casas, de árboles, disparos contra los barrios de Nablús más cercanos a los asentamientos, provocados por colonos. La venganza venía supuestamente por esa demolición ordenada por el Tribunal Superior de Justicia israelí, una de las pocas veces que ha fallado en contra de los colonos.
Las casas quemadas, la aflicción, la brutalidad e inhumanidad de esas muertes me han recordado los ataques de los fascistas chetnik y del general serbio Madlic en Bosnia. Sus crímenes violando las mujeres y matando a niños de 15 años en Srebrenica. Aquí los “enemigos” son hasta bebés de año y medio.
Dos asesinatos (de momento, pues la madre está a punto de perecer también con el 85% del cuerpo quemado), a cambio de las dos casas demolidas. Esos colonos han creado un movimiento que se dedica a realizar esa supuesta “justicia” y sistemáticamente van actuando. Le llaman hacer la “lista de la compra”. Nadie dice nada de las miles de casas palestinas que el ejército tumba al suelo.
Poblaciones enteras, como Susia, viven en campamentos hechos de plásticos y cartones porque ya no quieren perder más tiempo reconstruyendo sus casas que derriban una y otra vez. Al lado, crece un asentamiento cada vez mayor. Adopta un nombre casi igual al de Susia. Al cabo de los años ya no quedará memoria del pueblo originario sino del barrio o poblado judío y puede pasar como que los judíos siempre han estado allí. Se tergiversa la historia y punto. Pero los palestinos no se van. Los niños juegan en el parque destartalado y ríen y dan vueltas al tiovivo como cualquier niño en el mundo.
Colonos judíos de todo el mundo son atraídos por la política del gobierno Netanyahu. Los necesitan para expulsar de sus tierras a los palestinos. No importa que lleguen asesinos, mafiosos, de Rusia y de otros lugares. La “tierra prometida” los necesita y los redime de su pasado. Son bienvenidos a cambio de que luchen, presionen, hostiguen, maten, incendien… a los palestinos. Es la forma de ganar terreno, de ir estrechando el cerco de los muros, de apoderarse de más territorio.
Me han dicho que hay videos en youtube donde religiosos rabinos justifican el asesinato de niños palestinos. ¿Hay alguna diferencia con las fatwuas de los yijadistas que condenan a personas por considerarlas antiislámicas? Apenas ninguna. Pero los videos, pintadas, mensajes por Facebook llamando a matar palestinos son mucho más efectivos, más mortíferos. Y lo hacen bajo impunidad y protección del Estado de Israel, un Estado que se dice “democrático” y que es reconocido por un mundo occidental que se dice democrático. Hasta el mismo Presidente del Estado de Israel, Reuven Rivrin, recibió en Facebook amenazas y calificativos como “traidor” o “presidente de los árabes” por poner en su página que “las llamas del odio y la violencia se han infiltrado en nuestro país”. Pero ni siquiera así se les persigue. Un Estado que cuenta con tantos medios tecnológicos y de espionaje y “no descubre” nunca a sus terroristas colonos y militares…
La impunidad con la que actúa el Estado de Israel contra el pueblo palestino, la ocupación de sus tierras, el control absoluto de su agua, de sus recursos, de su cielo, pese a cualquier condena de la ONU debería llevar a la comunidad internacional a la conclusión de que ha permitido engendrar un peligroso monstruo en la zona más inestable del planeta. Impunidad que se aplica, día a día, a aquellos que practican su política de ampliación de asentamientos. Incluidos aquellos que queman vivos a bebés palestinos.
Sin permiso