José Luis Mangieri, editor y poeta
Tuvo la virtud de construirse rincones soberanos para conservar los sueños de justicia e igualdad y para fundar la confianza en una desmesura que no tenía que ser, necesariamente, el inicio de una tragedia. Para él, las certezas no eran desolaciones condenadas a ser llamadas malentendidos en el futuro. Por eso era un poco Fausto (ágil de sueños), un poco mago (de corazón espacioso) un poco tótem (con todas y todos, entre todas y todos).
José Luis además de editor era poeta en el sentido más abarcador del término. Su obra y su militancia -inescindibles- pueden ser concebidas como frutos de su predisposición poética. Su quehacer político era poético. Una experiencia que compartió con muchas mujeres y muchos hombres de su generación. Esa preferencia (ese “espíritu”) era el fundamento de su amor por las verdades desnudas de artificios; de su coherencia, su humor, su generosidad y también de su odio a la normalidad aplastante y a los sujetos que por alguna forma de “seguridad” (ya sea material, política, académica, etc.) aceptaban convertirse en tiesos accesorios al servicio de alguna objetividad. Como verdadero poeta, José Luis despreciaba a los burócratas de todas las especies.
José Luis logró articular en diferentes campos la épica y la lírica, el gatillo con la luna. Y si bien el sentido de lo épico y de lo lírico, del gatillo y de la luna, se fue modificando históricamente, él nunca perdió la brújula. Siempre decía que los libros no cambiaban al mundo, pero que había libros que lo cambiaban más que otros. Por eso, desde La Rosa Blindada (y, de algún modo, también desde los Libros de Tierra Firme), asumió con modestia una tarea que sabía necesaria pero irremediablemente parcial y acotada. Conservó esa certeza aún en las épocas de derrota en las que el vacío parecía amarrarse en el centro de las perspectivas, cuando mirarnos ya no servía para alimentarnos las palabras, los códigos, los sueños de revolución.
A pesar de todo, esa derrota nunca lo apabulló, nunca lo dejó seco de palabras.
José Luis sabía bien que la cultura sin conflictos (los conflictos sustanciales y no los de segundo orden que instituyen los intelectuales institucionalizados) se muere de hambre en un mundo gastado.
Además de las revistas y libros que editó-publicó a la largo de su vida, y que podrán servir como raíz, o bien tener un destino más gris como íconos históricos, quedará para siempre, para quien quiera retomarlo, su ejemplo de editor-militante que convirtió las revistas y los libros en trincheras, que supo desarrollar una praxis contrapuesta a la lógica mercantil, la alienación y la succión de plusvalía ideológica. Una praxis que hoy retoman cientos de iniciativas editoriales autogestionarias que se conciben como partes constitutivas de construcciones sociales y políticas integrales, y que asumen horizontes de transformación radical de la sociedad.
A mí, además, me acompañará para siempre la mirada cálida e inapelable de José Luis Mangieri, vislumbrada en el vértigo de alguna ginebra.
Para conocer sobre la obra de José Luis Mangieri se puede ver el documental: “La luna con gatillo” (2003) en https://www.lahaine.org/mundo.php/video-la-luna-con-gatillo