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Chile :: 16/08/2022

La clase política y las elites preparan el mayor engaño de este siglo

Paul Walder
La discusión de salón de la Constitución nos vuelve a los consensos entre elites. Un debate que una vez más ha excluido al movimiento popular y sus demandas

Si en algún momento del 2019, en pleno fulgor de la revuelta popular de octubre, hubo una alteración de la escena política con la irrupción protagónica del pueblo movilizado, con el paso del tiempo podemos afirmar que las brechas de la elite y la clase política con la población se han ampliado. Ni el estallido, ni el proceso constituyente, tampoco el borrador de la nueva constitución, escrito por primera vez en la historia de Chile por representantes legítimos del pueblo, ha logrado incorporarse en la discusión política.

En la víspera del plebiscito de salida asistimos a un momento extraño marcado por una intensa reacción conservadora de las elites y un retroceso de la movilización popular. Un curso de desvanecimiento de las demandas y, posiblemente, una desconexión entre el pueblo y el proceso constituyente. Un fenómeno de retracción popular de la escena pública en tanto la ciudadanía vive y sigue padeciendo la misma discriminación y penuria que condujo al estallido del 2019, el único momento en décadas de su irrupción y salto en la historia.

Las elites, o el verdadero poder imbricado históricamente con el estado, se ha expresado este año sin matices y sin escatimar fuerzas ni recursos para desplegar una campaña comunicacional que copa toda la agenda pública. Todos sus representantes políticos y gremiales amplificados hasta la estridencia por sus propios y coordinados medios de prensa en estrategias con características de ubicuidad medial. La información, sesgada o decididamente fake, impulsada por la prensa escrita circula hacia la televisión para flotar en las redes sociales.El fenómeno, que no es por nada local sino mundial, estudiado y denunciado, no deja de ser eficaz y rentable. Las mismas y antiguas técnicas del terror de la radio y los panfletos anónimos están digitalizadas y viralizadas.

Esta frenética reacción de las elites tiene como objetivo frenar el curso de la historia. Es la clásica reacción conservadora para poner reversa y volver a situar la escena en un momento previo al 2019. Es la regresión a un lugar utópico, al imaginario oasis neoliberal de Sebastián Piñera, a un orden previo derrumbado en aquel año. Una idea que solo se sostiene en la obcecación por la mantención de sus goces y privilegios.

La estrategia político comunicacional ha conseguido en muy pocos meses con éxito gran parte de sus objetivos. Desde la primera semana del nuevo gobierno, la derecha reforzada por sus medios y periodistas afines, ha logrado neutralizar a la ministra del Interior, unos meses más tarde a Giorgio Jackson y ha llegado al mismo presidente Boric.

En menos de seis meses ha dado vuelta al gobierno y es la derecha y las elites quienes marcan la agenda pública. El gobierno pide disculpas un día de dos y asiente a todas las demandas de la derecha. ¿Temor? ¿Comodidad? ¿Derechización? ¿Debilidad política? Por el momento una respuesta es pasto para la especulación.

No es la primera vez en los últimos años. Bien podemos recordar que el segundo gobierno de Michelle Bachelet, aquella colorida coalición que incluía desde la Democracia Cristiana al Partido Comunista, no solo fue liquidado desde un comienzo por el caso Caval sino con el desmantelamiento de gran parte de su equipo inicial y de su programa originalmente más inclusivo y progresista. El temprano derrumbe de la Nueva Mayoría, empujado por la derecha, los aliados y hasta desde el mismo gabinete, dejó a un gobierno agónico cuyo destino era guiado a control remoto por las verdaderas fuerzas. Al año de su inauguración salían ministros clave como Hacienda e Interior para colocar a clásicos de la Concertación.

La rápida desactivación del gobierno de Gabriel Boric tiene un mayor objetivo, que es la neutralización del proceso constitucional, ya sea con un rechazo a secas, un rechazo para reformar la constitución Lagos-Pinochet pero también en caso del triunfo del Apruebo. En todas las posibilidades, la derecha ha logrado sofocar todas las aspiraciones de cambios más o menos reales para instalar de forma descarada transformaciones menores gatopardistas.

El empuje de las fuerzas conservadoras ha sido tal, que ha levantado una corriente de opinión a través de los medios y las redes que arrastra a todo el espectro político y al gobierno, todos sumados a la agenda de las elites.

Un debate en el que solo participa la clase política, que ha absorbido al nuevo gobierno y a sus partidos originales, y ha dejado afuera a las organizaciones, los movimientos sociales y a la voluntad popular. Si en el plebiscito de entrada el electorado votó de forma masiva porque la nueva constitución no fuera redactada por los deshonestos y corruptos partidos políticos, hoy son estos mismos partidos los que han tomado venganza para desarmar a su antojo el borrador constitucional.

Qué podemos observar de este festín de las elites y la clase política. En caso de un triunfo del Apruebo, es un hecho que los partidos meterán sus manos en el borrador para eliminar todo aquello que incomode a sus representados; en caso de Rechazo, le darán una vuelta a la redacción de la constitución de Pinochet y Lagos para legitimarla de forma indefinida.

La malograda experiencia de la Nueva Mayoría está cercana. La tendencia que ha expresado el gobierno en estos escasos cinco meses puede caer pronto en un agujero similar al de Bachelet II y entrar en la inercia circular de las políticas de las décadas pasadas. El peso del statu quo neoliberal, del orden oligárquico, de la desigualdad estructural, terminará por hundir definitivamente al gobierno y sus intenciones de cambios.

La discusión de salón de la Constitución nos ha regresado a las políticas de los consensos entre las elites. Un debate que una vez más ha excluido al movimiento popular y sus demandas. Pero echar atrás el reloj de la historia de manera forzada para volver a fortalecer un régimen repudiado tendrá tarde o temprano sus consecuencias.

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