La contracara institucionalizada de las jornadas del 19 y el 20 de diciembre de 2001
Con los contenidos y promesas de esa gesta.
A casi 10 años del proceso de luchas populares que se expresó en las calles y en la Plaza de Mayo el 19 y 20 de diciembre de 2001, y en los meses siguientes, las condiciones de contradicción no surgen apenas del más grueso de los datos de estas vísperas del comicio. A saber, que las encuestas auguran para el final del escrutinio, en la disputa por la jefatura y la vicejefatura de Gobierno de la ciudad, una segunda vuelta protagonizada por cuatro personas directa, ideológica y personalmente ligadas con hechos y propuestas de represión de las movilizaciones populares y la organización, la iniciativa y la protesta social.
Respecto del oficialismo local, el PRO, las creaciones y acciones de la Unidad de Control del Espacio Público, UCEP, y de la Policía Metropolitana, con Jorge “Fino” Palacios como mentor y modelo profesional, bastarían para definir el perfil que siempre tuvo al respecto Mauricio Macri. Su compañera de fórmula, la hasta ahora ministra de Desarrollo Social de la ciudad, María Eugenia Vidal, no ocultó su vocación represiva cuando la toma del Parque Indoamericano.
En el kirchnerismo del Frente para la Victoria, Daniel Filmus, el candidato a jefe de Gobierno, no dudó en asegurar pública y repetidamente su apoyo a la represión sufrida por los docentes de Santa Cruz cuando pretendieron acampar frente al ministerio de Trabajo de la Nación hace dos semanas. Como si fuera un editorialista del diario Clarín, Filmus justificó ese apoyo con el remanido argumento de la salvaguarda del derecho de tránsito. Parece una redundancia recordar que lo que Filmus apoyó fue la iniciativa de su socio electoral para el domingo, el ministro de Trabajo Carlos Tomada, aquel histórico abogado de los “gordos” de la burocracia sindical que, en función de esas fuertes relaciones, mantuvo sugestivas y extremadamentre cordiales charlas telefónicas con el capo de la Unión Ferroviaria, José Pedraza, muy poco después de que sus patotas, con la complicidad de la Policía Federal, asesinaran a Mariano Ferreyra. Esta organicidad de los candidatos kirchneristas respecto de la concepción represiva del acceso al conflicto social en la ciudad es perfectamente congruente, en todo caso, con la decisión del gobierno de Cristina Kirchner de saturar con efectivos de Gendarmería y Prefectura los barrios del sur de la ciudad. La iniciativa fue, precisamente, un intento de ayuda a la dupla Filmus-Tomada en el objetivo de capturar votos de la clase media porteña asustada.
Si la pelea por la jefatura de Gobierno queda aparentemente circunscripta al macrismo y el kirchnerismo es porque se fue diluyendo en la campaña la imagen con pretensiones alternativas que había instalado hace dos años el movimiento Proyecto Sur de Pino Solanas. Contribuyó con la dilución la saga de peleas en el interior de ese espacio entre Solanas y los representantes de construcciones de origen más social, como la CTA y Libres del Sur, y hacia el exterior con fuerzas que se reclaman de “centroizquierda”. Pero también el discurso crecientemente “prudente” del propio Solanas, sobre todo en los temas más estrictamente porteños. Por ejemplo, el de la Policía Metropolitana, de la que no condenó su configuración de origen y para la que sólo propuso cambios operativos.
Para el domingo también existe la opción de la alianza electoral de varios partidos de izquierda –Partido de los Trabajadores Socialistas, Partido Obrero, Izquierda Socialista y otros- denominada Frente de Izquierda y de los Trabajadores, FIT, que candidatea para la jefatura de Gobierno al binomio Myriam Bregman (PTS)-José Castillo (IS). Más unitario que lo que se pudo lograr en las anteriores instancias electorales, el FIT reitera en cambio una conformación muy centrada en los acuerdos entre los aparatos partidarios participantes.
Otro choque con las potencialidades del 19 y 20 de diciembre: el domingo se eligen por primera vez a los 105 integrantes de las Juntas Comunales (7 por cada una) que, de allí en más, deben asumir una serie de responsabilidades y atribuciones todavía muy difusas, y confusas, para hacer realidad la descentralización en 15 comunas del poder político-institucional porteño. Una de las misiones de la Juntas será la de conformar los Consejos Comunales integrados por las organizaciones sociales y vecinales existentes en cada comuna.
En esta etapa, la indiferencia ciudadana por el tema, nacida de una casi inexistente información y la falta de militancia real de base, convierte a las elecciones comunales en un trámite mecánico y de cumplimiento pasivo salvo para los aparatos partidarios. Difícil relacionar esta realidad con lo que podría haber sido la descentralización comunal en la etapa de auge de las asambleas barriales.