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Mundo, México :: 07/11/2021

La COP26 y la farsa del combate al cambio climático

Andrés Avila Armella
Cada empresa está pensando en como hacer más eficiente su papel en el mercado y obtener mayores ganancias, y esto exige más consumo de capital

Con Joe Biden y Boris Johnson a la cabeza, los representantes de los grandes poderes monopólicos del mundo dicen estar encabezando una lucha global contra el calentamiento global y la crisis de deterioro de los ecosistemas, erigiéndose además en los jueces de quién contribuye y quién no a este propósito. De entrada cualquiera con un mínimo conocimiento de la Historia y de las relaciones económicas y políticas dominantes en el planeta, no puede más que tener en principio desconfianza de sus dichos por su clara contradicción con sus acciones.

Por ello presento aquí algunas notas y preguntas abiertas a lo expresado en la cumbre.

– ¿Cómo puede revertirse la tendencia actual sólo poniendo restricciones a la producción ulterior sin afectarla propiedad privada capitalista sobre los medios de producción y la riqueza planetaria?

Aun suponiendo que fuera cierto que las economías más fuertes traten de propiciar un cambio hacia el uso de energías más “limpias” y aún cuando supuestamente se protejan algunas areas del planeta de la explotación de recursos naturales, ¿qué va a pasar con la necesidad de consumo de capital que exigen todas y cada una de las corporaciones capitalistas?

La mayor parte del consumo en la economía capitalista ni siquiera está relacionada con el consumo de mercancías de uso común sino con el consumo de capital, es decir con el consumo de medios de producción necesarios para mantener su propio capital y reproducirlo en la máxima escala posible para poder obtener ganancias. Si se reduce el consumo de capital se reducen las ganancias, y nadie en las grandes empresas mundiales parece estar pensando en ello, sino todo lo contrario. Hoy mismo, cada empresa está pensando en como hacer más eficiente su papel en el mercado y obtener mayores ganancias, y esto exige más consumo de capital. Esto implica, cuando menos, conservar la misma capacidad energética, la misma capacidad de producción, de almacenamiento y de venta, pero sabemos que el capitalismo no se reduce a la conservación de la producción sino a su reproducción en escala ampliada.

Esto implica desde hectáreas de producción agro-idustrial, plantas de generación energética, medios de transporte para la distribución de las mercancías, espacios en las grandes ciudades para el almacenamiento, distribución, promoción y consumo de todas las mercancías. ¿Acaso alguna empresa petrolera está pensando en dejar de producir petróleo y sus derivados? Y si esa fuera la intención, ¿por qué gobiernos como el de EEUU sabotean todo intento de los países exportadores de petróleo crudo para pausar la producción petrolera y administrar las reservas petroleras? ¿Acaso alguna empresa productora de aviones, tractocamiones o buques está pensando en reducir la producción de los mismos? ¿Acaso alguna empresa dedicada al comercio está pensando en reducir la adquisición de terrenos y edificios en las grandes ciudades para potenciar su capacidad comercial? ¿Cuanta gasolina, cuanta energía eléctrica, cuánta infraestructura privada y estatal se requiere para mantener sus números negros y evitar caer en números rojos?

Es claro que algunos de los procesos de explotación de los recursos naturales, deforestación de bosques, contaminación de ríos y cambio de uso de suelo no lo hacen directamente los países imperialistas ni las grandes empresas. Pero, ¿es sensato que sean estos países quienes impongan las restricciones a su explotación cuando en última instancia la mayoría de estos procesos tienen como último destinatario el consumo de sus grandes empresas y el enriquecimiento de sus países?

Aun cuando se habla de transición energética, lo que buscan asegurar las grandes empresas y países imperialistas es que puedan mantener las mismas ganancias pero con otro tipo de energía y otro tipo de materias primas. ¿Pero es esto matemáticamente posible? Me parece que claramente la respuesta es No. ¿Cuantos parques de energía eólica, cuánto litio, cuantas plantas de generación de energías alternativas habría que construir, cuánto material se requiere para construirlas, cuántos insumos para mantenerlas activas? La respuesta es incalculablemente exorbitante; pero no es solamente eso, sino ¿qué es lo que piensan hacer con esa energía limpia? Seguramente seguir alimentando a una economía sucia en todos los sentidos, una economía cuyo beneficio sólo verán los mismos dueños y cuyos costos seguirá pagando la mayoría del planeta.

Los países del capitalismo central imperialista en lugar de buscar poner restricciones al desarrollo de los países dependientes o cuyo rumbo económico no les favorece, habrían de pensar en cómo devolver la riqueza extraída durante siglos a las zonas más empobrecidas del mundo, es decir, favorecer el desarrollo social y humano en los países pobres sin emplear recursos nuevos, sino repartiendo los frutos de la producción logrados hasta ahora y de los cuales conservan la mayoría.

Pero ¿alguien ahí está de verdad dispuesto a ello? El mundo capitalista siempre considera que un mundo sin capitalismo es un mundo que no vale la pena y que más vale la destrucción de todo antes que renunciar a la propiedad privada y a la idílica posibilidad de la acumulación de riqueza y disfrute de los lujos. Para ellos toda solución debe pasar por encontrar en la tecnología una forma de evitar ceder cualquier ápice de la riqueza que poseen hasta ahora, y condicionan cualquier contribución a favorecer el equilibrio ecológico o la equidad social a las ganancias que ellos mismos obtengan en el futuro. Ellos afirman que necesitan aún más ganancias para poder compartirlas de algún modo con el resto del mundo, sin reconocer que es la obtención de esas ganancias lo que ha puesto al mundo en jaque.

De verdad Boris Johnson, Joe Biden, o cualquiera de sus aliados y lacayos le está proponiendo a los principales grupos de capital monopólico de sus países que reduzcan el crecimiento de su economía trasladando la riqueza producida a otras partes del mundo y así evitar que ellos busquen subsistir a costa de la explotación de recursos naturales, o más bien les está proponiendo formas de aumentar su control sobre el resto de la economía mundial para poder lograr mayores tasas de crecimiento económico.

– Los países que lideran la economía imperialista mundial como EEUU ¿En verdad están dispuestos a dejar de promoverse como un tipo de economía exitosa en donde el consumo excesivo, el lujo y la acumulación son la tierra prometida para los hombres ambiciosos que buscan el éxito y la riqueza?

Todo lo contrario, lo cual puede verse en la forma en como el Estado norteamericano sigue intentando cada vez que puede derrocar a la revolución cubana promoviendo de manera tramposa desde Miami, la idea de que la economía cubana priva a sus ciudadanos del legítimo disfrute de los lujos que sí son posibles en ciudades como Miami, por supuesto sin explicar el costo real de los mismos ni las pocas probabilidades de acceder a ellos. Si sus intenciones fueran ciertas, en lugar de tratar de derrocar el socialismo en Cuba, habrían de reconocer que es el país que con menor huella ecológica ha logrado más resultados en materia de desarrollo humano y social, y que en todo caso, si se detectan carencias básicas en la mayor de las Antillas, éstas podrían subsanarse con medidas como el levantamiento del bloqueo económico y comenzando a pagar la deuda histórica que se tiene para con ese país, para que pueda completar un modelo de desarrollo humano justo que permita el bienestar sin el desgaste excesivo del medio ambiente y sin succionar riqueza de los países pobres, tal como lo hace el estado norteamericano. Pero en lugar de ello EEUU se proyecta como el país en donde puede comprarse una mansión con alberca, cientos de luminarias y aparatos electrónicos, donde puede manejarse un auto deportivo y puede derrocharse el dinero en espectáculos y diversiones sumamente costosas y sin ningún valor para el desarrollo humano.

– Relacionado con el aspecto anterior ¿Las grandes economías imperialistas están pensando en limitar los derechos de la propiedad y el consumo a gran escala o seguirán señalando que hacerlo es sumamente peligroso porque conduce al comunismo?

Cuando los presidentes de los países imperialistas y los voceros de las grandes empresas monopólicas hacen llamados generalizados a cambiar nuestra relación con el planeta y cuidarlo, solo se refieren a cuidarlo para ellos, pretenden que los causantes de la crisis ecológica son los seres humanos en general, sobre todo los más pobres y sobre todo los de los países más pobres, y se niegan rotundamente a aceptar que son los Estados imperialistas y sus empresas las principales responsables de la crisis climática, pero sobre todo, se niegan a renunciar a la riqueza ya obtenida, la cual es utilizada para succionar más riqueza, y en lugar de ello reclaman del mundo la confianza para ser ellos mismos quienes puedan administrar lo que queda del mundo natural, es decir, lejos de renunciar a su propiedad, riqueza y poder, reclaman más propiedad, riqueza y poder para decidir ellos cómo habrá de usarse cada centímetro de este mundo, y si alguien se rehúsa a participar de su farsa, entonces se le acusa de no querer contribuir a las granes soluciones que requiere nuestro mundo.

– Agrego por último una nota con respecto a las corrientes críticas más favorecidas en los medios sobre el tema.

Algunas de estas expresiones se limitan a hacer llamados generalizados a toda la humanidad para salvar el mundo sin hacer distinción entre el pobre y el rico, entre el haitiano y el holandés, entre el nigeriano y el suizo, entre quienes viven con lo mínimo y quienes acaparan lo máximo. Otras por su parte parecen reconocer que hay un mundo desigual y que la responsabilidad no recae principalmente en las mayorías sino en la minoría privilegiada, sin embargo, se rehúsan a cuestionar la propiedad privada y señalar a la economía capitalista-imperialista por su nombre, aceptando un mero papel de críticos hacia esa élite sin querer enfrentarla seriamente. Este tipo de críticas son claramente manejables por quienes dominan el poder imperialista pues les demandan soluciones pero no buscan quitarlos de enfrente; en esa lógica, el cambio de los patrones de explotación ambiental cambiarán a partir de la sensibilidad de la élite y la cooperación de los demás, quienes tendríamos que ayudar a esa élite a solucionar el problema, para ellos el cambio empieza en uno y es a través del ejemplo con consumo responsable como haremos cambiar dichos patrones de consumo de la riqueza natural y con ello salvar el planeta de una devastación irreversible.

– Estas posiciones pasan por alto el hecho de que el mundo ya tiene dueños y que son esos dueños quienes disponen de la inmensa mayoría de la riqueza natural y social, y que reconocer ese derecho a la propiedad es al mismo tiempo reconocer que son esos propietarios quienes tendrán el mejor juicio de uso sobre su propiedad. Cambiar el mundo a partir de lo poco que poseen las grandes mayorías o a partir de lo que aun no resulta ser propiedad privada, es partir del supuesto de que el capitalismo – imperialismo es apenas un proyecto y uno una situación actual en donde el mundo ya ha sido repartido entre los grandes grupos monopólicos.

– Desde nuestra perspectiva, el respeto a la propiedad privada capitalista-imperialista, es decir a la propiedad privada en su fase actual de concentración y centralización de capital, es incompatible con la distribución equitativa de la riqueza social mundial y con la conservación de ecosistemas sanos, y todo intento por tratar de resolver este problema sin atacar esa propiedad sólo traerá más desigualdad social y permitirá que el problema crezca cada día más. No es la humanidad la responsable de la crisis climática, es el capitalismo-imperialismo, y no es necesario combatir a la humanidad, lo que es necesario es que la humanidad combata al imperialismo y le prive de la posibilidad material de seguir profundizando la crisis ambiental y la desigualdad social.

Andrés Avila Armella, Secretario General del Partido Comunista de México (PCdeM).
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