La escena del crimen
El último 23 de mayo concluyó en Hiroshima la cumbre del Grupo de los 7, la organización que agrupa a EEUU, Canadá, Japón, Alemania, Francia, Italia y el Reino Unido. Los tres ejes de debate de los mandatarios que concurrieron al cónclave se centraron en la emergencia de la República Popular China como potencia geoeconómica, la guerra en Ucrania y la necesidad de reconfigurar el modelo neoliberal para poder hacer frente al desafío que suponen los BRICS y su creciente influencia sobre América Latina y el Caribe, África y Asia.
Mientras se desarrollaban las conversaciones en la ciudad japonesa, la Fundación Oxfam –dedicada a relevar las inequidades globales– divulgó un dossier en el que se estima que la deuda del G7 con los países del Sur Global asciende a 13 billones de dólares, mientras que estos se encuentran endeudados con los primeros –a través de organismos crediticios manipulados por los integrantes del G7– en pasivos de 232 millones de dólares diarios, una suma que totaliza casi 85.000 millones anuales.
Los tres ejes del debate de Hiroshima se sintetizan en la necesidad de los participantes de no perder protagonismo ni hegemonía geopolítica.
El límite a la OTAN decidido por la Federación Rusa, el incremento de los vínculos de cooperación de China con el resto del mundo y la configuración de un bloque geoeconómico en torno a los BRICS son visualizados como un peligro que debe ser desbaratado. Para dar cuenta de ese riesgo creciente, se reunieron el mandatario estadounidense Joseph Biden, el alemán Olaf Scholz, el francés Emmanuel Macron, el británico Rishi Sunak, la italiana Giorgia Meloni, el canadiense Justin Trudeau y el japonés Fumio Kishida. Como invitados participaron la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el Presidente brasileño Lula Da Silva, el primer ministro de la India Narendra Modi y los titulares del FMI y del Banco Mundial.
Con el objetivo de dar apoyo a los militares ucranianos y dar continuidad a la guerra también fue invitado Volodimir Zelensky, quien volvió a proponer su plan de paz, consistente en la rendición incondicional de Moscú. En forma paralela, se negó a realizar una reunión bilateral con el mandatario brasileño, alegando problemas de agenda. Luego de 16 meses de conflicto armado, Biden volvió a sumar otros 375 millones de dólares en ayuda militar para las fuerzas de Kiev. Sin embargo, el jefe de los servicios de Inteligencia de la Defensa, el ucraniano Kirilo Budanov, solicitó un mayor aporte de armas por parte del G7 debido –según sus apreciaciones– a la gran capacidad defensiva de Rusia.
En 2022, el gasto global en armamento alcanzó un máximo histórico de más de dos billones de euros. Gracias a esos incrementos, las acciones del Complejo Militar Industrial occidental, mayoritariamente centrado en EEUU, se han visto incrementadas en un 22%. Las 25 corporaciones que entregan armas a Ucrania han acrecentado su valor de mercado en más de un 20% gracias a los aportes federales, financiados por los aportes tributarios estadounidenses.
Frente a esa exacción, el precandidato a la presidencia por el Partido Demócrata, Robert Kennedy Jr. –hijo del senador asesinado Robert y sobrino del ex Presidente John Fitzgerald– denunció, en una entrevista muy divulgada, que el conflicto en Ucrania fue azuzado por intereses ligados a los fabricantes de armas, necesitados de una reactivación de su producción bélica.
El doble carril
El precandidato a la presidencia, el demócrata Robert Kennedy Jr.
El segundo tema abordado en la Cumbre se vinculó con el creciente desafío que supone el liderazgo chino para la lógica atlantista. Coherente con la denuncia realizada por Kennedy –que acusó a su propio país de promover la guerra–, los jefes de Estado del G7 se encargaron de cuestionar las actividades de Beijing en su plataforma marítima meridional y oriental, y reiterar las denuncias sobre los conflictos internos relacionados con Taiwán y la región de Sinkiang, ubicada al noroeste de China. Preparando el terreno de forma similar a como lo hicieron en Ucrania desde 2014, el primer ministro británico Rishi Sunak manifestó que “China plantea el mayor desafío de nuestra era para la seguridad y la prosperidad mundial. Son cada vez más autoritarios en casa y asertivos en el extranjero”.
Con el objetivo de diseminar la desconfianza en el Pacífico, Biden hizo público el compromiso estadounidense con la defensa de Japón –en virtud del Tratado de Cooperación y Seguridad Mutuas– y adelantó que ese respaldo incluirá “toda la gama de capacidades, incluida la nuclear”.
La respuesta china fue contundente: el Ministerio de Relaciones Exteriores acusó al G7 de “obstaculizar la paz mundial” mediante claras formas de injerencia en los asuntos internos de Beijing. Dos semanas antes del cónclave en Hiroshima, el asesor de seguridad nacional estadounidense Jake Sullivan mantuvo varias reuniones con el canciller chino Wang Yi, en Viena. En esas dos jornadas, según los documentos de las delegaciones diplomáticas, se abordaron problemáticas clave de la relación bilateral, aspectos ligados a la seguridad global y el conflicto bélico en Ucrania. Según los analistas internacionales que describieron el cónclave, la reunión fue una de las primeras iniciativas del gobierno estadounidense articuladas en la Nueva Doctrina de Seguridad Geoestratégica, presentada por Sullivan el último 27 de abril.
El documento de Sullivan propone la superación del denominado Consenso de Washington y su sustitución por una presencia más categórica del Estado en la orientación de las inversiones, la protección de áreas estratégicas (microprocesadores, tecnologías 5 y 6 G y áreas vinculadas a la computación cuántica) y la orientación de los vínculos público-privados. Desde esa perspectiva, se especifica un mundo fragmentado en tres secciones. En primer término, el conformado por EEUU; en segundo lugar, sus aliados –que podrán interactuar de forma sinérgica con Washington– y en tercer lugar, el resto del mundo, que se verá relegado de los cambios científicos tecnológicos que el empuje estatal garantizará desde Washington.
Para operativizar ese enfoque, se apela a dos conjuntos de medidas.
Por un lado, las militares –presentes en el sudeste asiático a través del AUKUS– y por otro las geoestratégicas, consistentes en el desacople de China que el posicionamiento de Sullivan eufemiza como diversificación. El AUKUS es un pacto de seguridad común orientado a vigilar a China. Lo componen Australia, el Reino Unido y los EEUU, y fue fundado el 15 de septiembre de 2021. El acuerdo incluye la cooperación en investigación sobre inteligencia artificial. El AUKUS, además, se articula con el acuerdo de inteligencia denominado Five Eyes que incluye a Nueva Zelanda y Canadá.
Para reducir la incertidumbre global, la nueva doctrina sugiere una confrontación lateral que no suponga un desacople inmediato de la economía china. Se plantea establecer mecanismos de guerra híbrida y comunicacional, destinados a cuestionar las “políticas y prácticas ajenas al mercado” ejercitadas por Beijing. Al igual que en el caso de Ucrania, se buscará instigar los conflictos internos dentro de China, reeditar viejos resentimientos de Beijing con Japón y Corea del Sur, y establecer un programa –la Asociación para la Infraestructura e Inversión Mundiales (PGII)– destinado a rivalizar con la Ruta de la Seda. Durante las reuniones del G7, los miembros se comprometieron a ampliar la PGII para invertir en infraestructuras en economías de medianos y bajos ingresos.
La paradoja más llamativa del encuentro de Hiroshima fue el silencio de la comitiva estadounidense con relación a las bombas nucleares lanzadas por su país en agosto de 1945. Las asociaciones de sobrevivientes de la masacre criticaron al G7 por defender la disuasión nuclear y no trabajar para la supresión de dicho armamento. Setsuko Thurlow, de 91 años, caracterizó al cónclave como “un enorme fracaso” y caracterizó a una de las declaraciones de la Cumbre como una “blasfemia contra los sobrevivientes”.
A pesar de esas expresiones, Sullivan omitió toda referencia al exterminio de cientos de miles de personas provocado en Hiroshima y Nagasaki. Para mayor consternación de los japoneses, Zelensky comparó el lanzamiento con lo sucedido en Bajmut, la ciudad conquistada dos semanas atrás por las fuerzas armadas de la Federación Rusa. El criminal siempre regresa a la escena del crimen, glosaron algunos periodistas acreditados en Japón. La delegación estadounidense cumplió con la máxima del género del crimen.
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