"La gran lección de latinoamericana es que no sirven las reformas tibias"
-A dos años del golpe, se percibe en Bolivia una suerte de reconfiguración del bloque opositor, un reimpulso del sector más beligerante que reavivó una vez más la tensión política. El presidente Luis Arce incluso habló de "nuevas aventuras golpistas". ¿Cuál es tu mirada sobre esta coyuntura? ¿Crees que hay condiciones para un nuevo golpe?
-Estamos en presencia de muchos actores que no tiene ningún apego por la institucionalidad democrática. Por ejemplo, el gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, alguien que propició un golpe de Estado, que propicia la ruptura de la institucionalidad como acción política. Eso es bastante peligroso. Pero hoy el contexto es otro. En 2019 veníamos de 14 años de gobierno, había descontentos acumulados, si bien no había una crisis económica ellos venían con un discurso de liberarse de algún mecanismo de opresión, las movilizaciones opositoras eran en torno a valores como "la democracia", "la libertad", etc. En ese contexto se dio el golpe de Estado.
Luego esos sectores demostraron que en esos 14 años no habían construido ningún proyecto de país. Cuando gobiernan, a partir del golpe, demuestran que eran unos incapaces para administrar la crisis sanitaria y el país en general. Entonces, hoy cuando vuelven con esos discursos de "no se olviden que desde Santa Cruz nosotros sabemos cómo recuperar la democracia", en realidad nos están diciendo que tienen la fórmula del golpe de Estado. Pero esa fórmula del golpe de Estado hoy se encuentra con un país distinto, con una crisis económica, un país donde el PBI se contrajo 12 puntos, donde volvimos a tocar altos niveles de desempleo y pobreza. Entonces, la agenda política de la población está fundamentalmente en la reactivación económica: sus discursos hoy no tienen un suelo fértil para desplegar esa agenda de ruptura democrática.
Es cierto que las fuerzas golpistas continúan operando; sería mentir decir que con la victoria electoral del 2020 desmantelamos la estructura que promovió el golpe de Estado. Esa estructura, que se asentó particularmente en Santa Cruz, continuó operando y hoy tiene a Luis Fernando Camacho como gobernador. Pero creo que en este momento no están dadas las condiciones objetivas para que nuevamente nos planteen la ruta de la ruptura democrática. Eso no quita que la naturaleza de estas fuerzas políticas es disputar fuera del orden democrático, entonces pueden el día de mañana promover nuevamente escenarios de ruptura, pero hoy la gente está en otra agenda, está en la agenda de recuperar su empleo, de llegar a fin de mes, de recuperar su economía.
-Uno de los factores que abrió la puerta al golpe fue que la derecha ganó las calles, mientras que el MAS y las organizaciones sociales venían con cierta desmovilización. ¿Qué lectura haces de este aspecto en clave autocrítica?
-Creo que aprendimos que la democracia debe ser una permanente acción de movilización, de movilización en torno incluso a la construcción de políticas públicas, de determinadas leyes para fortalecer el cumplimiento de derechos. El proceso de movilización permanente va más allá de una marcha, sino de cómo continuamos haciendo esto que siempre dijo el compañero Evo, lo que sostiene nuestro compañero Luis [Arce], que es siempre gobernar escuchando al pueblo.
Cuando se gobierna escuchando al pueblo hay una movilización permanente en defensa del proyecto político. En 2019 no es que la gente no se movilizó, nuestro problema fue más bien que se frenó la movilización. Y la derecha avanzó. Tuvimos errores estratégicos en eso. Hoy las organizaciones sociales tienen la absoluta claridad de que el proceso de cambio no solo se defiende desde la gestión pública sino también desde la participación efectiva en cualquier decisión que asuma el gobierno.
-El golpe contó además con una trama internacional y el apoyo de varios gobiernos de la región. ¿Qué opinas del envío de armamento por parte de la gestión de Mauricio Macri?
-Si, es importante dimensionar que en Bolivia las fuerzas políticas no operaron solas para romper el orden democrático: hubo toda una construcción internacional y el gobierno de Mauricio Macri fue parte activa de ese proceso internacional de desestabilización. El propio documento de la Iglesia Católica de ese momento indica que en las reuniones previas al golpe participaron embajadores de la Unión Europea y de Brasil, lo que muestra que no sólo existió un exceso diplomático sino que hubo una injerencia directa.
El segundo hecho es que a Evo le cerraron el espacio aéreo en Argentina, en Perú y en Ecuador. Y el tercero es el reconocimiento inmediato que le dieron diferentes gobiernos a Jeanine Áñez, un reconocimiento que normalmente en situaciones de tensión diplomática toma algún tiempo pero aquí se alinearon en fila los gobiernos de Brasil, Argentina, Ecuador y Perú. Y ese reconocimiento diplomático en el caso de Argentina estuvo acompañado incluso materialmente, siendo el puntal de la materialización del golpe de Estado.
El golpe se materializa y se instala definitivamente con las masacres de Sacaba y Senkata, y resulta que tanto Ecuador como Argentina enviaron material represivo que presuntamente se utilizó en esas masacres. Entonces el gobierno de Mauricio Macri tiene mucho que explicarle a nuestro país en torno a por qué reconocieron a Añez, por qué negó el uso del espacio aéreo a Evo Morales y por qué mandaron material represivo para materializar la efectividad del golpe de Estado.
Cuando vemos que hubo una articulación internacional, con operaciones que no veíamos desde los tiempos del Plan Cóndor, solo entonces entendemos realmente el coraje y el valor del pueblo boliviano. De eso me siento profundamente orgullosa
-A partir de los cambios de gobierno que hubo en los últimos años en América Latina se viene hablando del renacer de un nuevo polo progresista. ¿Cómo analizas el ciclo político que atraviesa la región y las estrategias desplegadas por EEUU?
-A mí me genera cierto recelo hablar de ciclos, porque pareciera que todo es una tensión de ida y vuelta permanente, como si no jugaran un rol fundamental la acción de los pueblos, o sea, la posibilidad de transformación histórica de los pueblos a partir de la acción política. Y yo confío mucho por cómo Bolivia torció el destino premeditado, bajo una fuerte conspiración internacional. La historia está abierta y la escriben los pueblos...
Creo que estamos en un contexto particular donde EEUU, como fue en la Guerra Fría, vuelca su mirada para proteger sus intereses en lo que considera una extensión de su poder, que es nuestro continente. Hay una preocupación de EEUU principalmente porque China ya es el segundo socio comercial más importante de América Latina.
Pero también se preocupa porque ve que hay en Chile una Asamblea Constituyente, en Perú un presidente humilde, un profesor de provincias como es Pedro Castillo, en Colombia un proceso electoral por delante y movilizaciones que interpelaron al neoliberalismo, ve que es muy probable que Lula gane las elecciones del año próximo, que aquí en Bolivia se recuperó la democracia y volvió el partido al que un año atrás le habían dado un golpe de Estado, ve que volvió el peronismo en Argentina, que Venezuela resiste y empieza a reactivar su economía...
Entonces creo que debemos tener absoluta claridad de que los mecanismos de intervención que conocimos en el siglo pasado, de intervención militar directa, hoy día no se ejecutan, sino que se lavaron la cara, se pusieron un nuevo traje y ese nuevo traje se viste de institucionalidad con los procesos de lawfer que enfrentamos en nuestros países. Que por ejemplo pusieron en la cárcel a Lula para que no participara en las elecciones o están impidiendo que Rafael Correa regrese a Ecuador. Entonces necesitamos reconfigurar nuestros mecanismos de articulación internacional, y un paso clave para eso es fortalecer la CELAC.
-¿Qué lecciones deja la etapa anterior y qué expectativas tienes con eventuales triunfos de Gabriel Boric en Chile, Gustavo Petro en Colombia y Lula en Brasil?
-Creo que la gran lección de esa sincronización progresista que vivimos a principios de siglo en Latinoamérica fue la muestra de que no debíamos dar pasos tibios. Chávez tuvo la visión de integrar Latinoamérica con el resto del mundo, de pensar una articulación de las luchas de los pueblos en el mundo. Creo que hoy día hace falta en nuestro continente un liderazgo con esa visión realmente internacionalista, que trascienda los límites de nuestro propio continente. Y respecto a Gabriel Boric, a Lula y a Gustavo Petro, son una esperanza enorme en nuestra región, particularmente Lula que fue víctima de tantos vejámenes. Son la muestra viva de que no es cíclico, que la historia está abierta, que la escriben los pueblos y que esa forma de escribir de los pueblos tendrá avances, tendrá retrocesos, pero fundamentalmente tendrá un proceso de profundización de la democracia y de construcción propia de su destino.
-¿Qué aportes crees que viene haciendo el feminismo latinoamericano y qué debates se están despertando en Bolivia? ¿Crees que se podrá avanzar en la ampliación de derechos en los próximos años?
-Creo que así como nuestras revoluciones en América Latina demostraron que la conquista de los derechos no se hace con tibiezas, el feminismo no se merece un tratamiento tibio de sus demandas. Nosotras en Bolivia vimos el impacto real de la constitucionalización de la paridad y la equidad de género, por ejemplo en el Parlamento. Creo que no estamos para para movimientos tibios en el feminismo. Tuvimos un gran avance en el proceso constituyente, así logramos la paridad, pero también es cierto que nos costó más avanzar en otros ámbitos, en el ámbito del ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos. Confío en que podamos progresivamente ir avanzando.
Si hay un aprendizaje que nos atrevemos a mencionar para nuestras compañeras en otros países es que es necesario discutir las bases de la configuración de las repúblicas en nuestro continente. Esas bases que se plantearon fundamentadas en el patriarcado como sistema de reproducción de privilegios de género, los privilegios de clase, los privilegios coloniales, las leyes que nos tienen básicamente un siglo retrasadas en el ejercicio real democrático y la disputa verdadera del poder.
Y que cuando hablamos de no quedarnos en demandas tibias, hablamos de que, aun cuando el riesgo sea lo que nos hicieron en Bolivia en 2019, sepamos que realmente vale la pena militar en proyectos que interpelan esos privilegios republicanos y coloniales, de clase, de género y de reproducción de privilegios basados fundamentalmente en el fomento de la desigualdad.
Nodal