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Medio Oriente :: 18/07/2023

La historia de dos invasiones: lo que el último ataque a Jenin nos dice sobre Israel hoy

Tareq Baconi
Hay una constante singular: la capacidad de Israel para sostener su apartheid sin rendición de cuentas, al tiempo que equipara la resistencia palestina al terrorismo

Nuestras pantallas están llenas una vez más de imágenes de mujeres, niños y ancianos llorando, marchando por la calle con las manos levantadas o agitando prendas blancas desde vehículos que avanzan lentamente. Los palestinos han visto esto antes, después de haber vivido una larga historia de expulsiones de sus hogares y pueblos bajo la amenaza de las armas.

Las imágenes más recientes llegaron la semana pasada durante la invasión israelí del campo de refugiados de Jenin en la Cisjordania ocupada. Los reporteros y las ambulancias de la Media Luna Roja Palestina, que intentaban llegar a los heridos, se vieron bloqueados por las barreras militares del régimen de apartheid.

En un evento del 4 de julio en Jerusalén, el primer ministro Benjamin Netanyahu dijo que el ejército israelí había atacado "el objetivo más legítimo del planeta, a las personas que aniquilarían a nuestro país". Se refería a meses de resistencia armada contra la violencia de los colonos israelíes por parte de jóvenes en el campo de refugiados de Jenin.

Hace más de 20 años, otro primer ministro de derecha, Ariel Sharon, dirigió una extensa campaña militar contra el mismo campo de refugiados. Era el segundo año del segundo levantamiento palestino. Los jóvenes suicidas palestinos, algunos de los cuales provenían de Jenin, habían sacudido las calles israelíes en respuesta a años de represión y muerte. El ejército israelí invadió Cisjordania y asoló el campo de refugiados de Jenin, entonces, como ahora, un centro de resistencia palestina.

Las dos invasiones se desarrollaron en contextos muy diferentes. Entre 2002 y 2023, la ilusión de dividir el territorio en dos estados se desvaneció. Solo existe ya en las conversaciones diplomáticas, vaciada de todo significado, y reemplazada por un consenso entre las organizaciones internacionales e israelíes de DDHH de que Israel está practicando el crimen de apartheid contra los palestinos, algo que los palestinos han asegurado desde hace mucho tiempo.

Para la mayoría de los israelíes judíos, este cambio es apenas perceptible, ya que siguen estando efectivamente protegidos del coste de las políticas de su gobierno hacia los palestinos. Los palestinos, mientras tanto, experimentan una creciente desesperación y fatiga, asolados por la violencia estructural diaria. En ausencia de cualquier esperanza de estadidad, y sin un liderazgo político viable para liderar la lucha, algunos toman el asunto en sus propias manos a través de formas de resistencia armadas y desarmadas, otros caen en la apatía o están preocupados por el esfuerzo paralizante para apoyar a sus familias, y muchos viven con miedo.

En 2002, aunque ronda tras ronda de negociaciones "mediadas" por un EEUU siempre a favor del régimen habían fracasado, todavía había la esperanza, y la expectativa, de que se reanudara un proceso de paz. La solución de dos estados fue promocionada como la única opción para la paz. El marco de partición territorial -que Israel se retiraría de los territorios que había ocupado en 1967 a cambio de la paz con los palestinos y sus vecinos árabes-, era el enfoque político dominante.

Pero a medida que la Segunda Intifada llegó a su fin, Israel intensificó las medidas prácticas para ampliar su ocupación y socavar la solución de dos estados, manteniendo al mismo tiempo la pretensión diplomática de participar en los esfuerzos de paz.

Con la financiación de donantes occidentales y árabes, Israel pacificó Cisjordania con incentivos neoliberales, incluso mientras vaciaba el núcleo de su economía y reducía el territorio palestino con la expansión de los asentamientos. Implementó medidas de coordinación de seguridad con la Autoridad Palestina, convirtiendo al gobierno palestino en un socio clave para la gestión de la resistencia local. La Autoridad Palestina, por su parte, inició una agenda expansiva de construcción del estado mientras buscaba proyectar la imagen de una autoridad con control, que estaba sentando las bases de un futuro estado palestino.

Bajo el terrorista Sharon, Israel también reconfiguró unilateralmente su ocupación de la Franja de Gaza, desmantelando sus asentamientos e iniciando una desconexión territorial que los defensores de la solución de dos estados celebraron, tal vez genuina, pero ingenuamente, como un paso hacia la paz, que demostraba la posibilidad de que una retirada territorial israelí allanaría el camino para un estado palestino.

Al igual que Jenin, la Franja de Gaza también tiene un historial de resistencia contra la ocupación israelí. Con el ascenso de Hamas al poder al ganar las elecciones libres de 2006, Israel, en coordinación con Egipto, endureció un terrorífico bloqueo hermético de la franja, separándola efectivamente del resto de Palestina, y experimentó con técnicas militares de apartheid para obligar a la población a someterse.

Junto con las políticas de restricción de alimentos y un estrangulamiento económico, también ha adoptado la forma de devastadores ataques militares. Los militares se refieren a esta doctrina como "cortar el césped", el enfoque de usar una fuerza militar desproporcionada para debilitar periódicamente la resistencia palestina y manipular a una población rebelde indignada por el control del régimen israelí.

La semana pasada, Israel proyectó este enfoque militar, perfeccionado en la Franja de Gaza, hacia Cisjordania: acordonó el campo de refugiados de Jenin, les bombardeó desde el aire y el suelo y destruyó infraestructura crucial de agua y electricidad como una forma de castigo colectivo.

En el tiempo entre las dos invasiones de Jenin, los palestinos de toda Cisjordania han sido empujados sistemáticamente, a través de la expropiación de tierras, la demolición de viviendas y la expansión de asentamientos, hacia centros urbanos aislados rodeados de tierras ocupadas por Israel. Al igual que Gaza, la mayoría de los centros urbanos de Cisjordania ahora pueden, de la noche a la mañana, ser aislados por completo del ecosistema que los rodea, como se vio en Jenin.

Hoy, los funcionarios israelíes no necesitan endulzar sus políticas por temor a represalias diplomáticas o para mitigar la presunción de una eventual partición. La transformación de la cultura política israelí, que se aceleró después de la violencia de la Segunda Intifada y la impunidad de la que goza Israel a nivel internacional, ha culminado en el gobierno más derechista de la historia de Israel.

En las dos décadas entre estas invasiones, los funcionarios israelíes han hecho explícito su deseo de consolidar lo que el grupo israelí de DDHH B'Tselem ha llamado "un régimen de supremacía judía" en todas las áreas bajo su control. Menos de dos semanas antes de la última invasión el ministro de seguridad nacional de Israel, Itamar Ben Gvir, alentó al gobierno a lanzar una ofensiva militar mientras instaba a una expansión de los asentamientos en Cisjordania. "Tiene que haber un acuerdo completo aquí", dijo. "Tenemos que asentar la tierra de Israel y, al mismo tiempo, tenemos que lanzar una campaña militar, volar edificios, asesinar a terroristas. No uno o dos, sino docenas, cientos o, si es necesario, miles".

Mientras tanto, la Autoridad Palestina, tambaleándose en el naufragio de sus planes para un estado, se ha integrado irreversiblemente en la estructura del apartheid israelí, manteniendo una autoridad similar a la de un bantustán que ayuda a pacificar a su población en beneficio de los israelíes.

Debajo de este contexto en evolución hay una constante singular: la capacidad de Israel para sostener su asentamiento del territorio palestino sin rendición de cuentas, al tiempo que equipara la resistencia palestina al terrorismo. El hecho de que este encuadre haya sido aceptado durante mucho tiempo por las principales potencias occidentales es particularmente irritante para los palestinos después de la operación militar especial rusa en Ucrania, donde la resistencia a la ocupación rusa es aclamada como heroica y apoyada con armas occidentales y entrenamiento militar.

Occidente ha dejado a los palestinos en una condición permanente de apatridia, se les ha negado el derecho a la autodeterminación y la autodefensa. Mientras que los funcionarios israelíes usan declaraciones abiertamente racistas, como decir que Israel debería "borrar" a toda una ciudad palestina, Biden presiona para que Israel se integre en la región a través de acuerdos bilaterales de paz, basándose en los Acuerdos de Abraham de la administración Trump, con apenas una mención a los derechos de los palestinos.

Los residentes del campamento de Jenin, algunos de los cuales habían huido de sus hogares en lo que ahora es Israel en 1948, son refugiados una vez más. Y algunos de los niños que estaban en el campamento en 2002 son ahora los jóvenes de la resistencia palestina. Como nos ha enseñado la historia de otras luchas contra el apartheid y la violencia colonial, los niños de hoy sin duda tomarán las armas para resistir tal dominación en el futuro, hasta que estas estructuras de control sean desmanteladas.

nytimes.com. Traducción: Enrique García para Sinpermiso. Revisada por La Haine.

 

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