La moral de la tropa
“Nos estamos preparando para la 25ª reunión de Ramstein el 12 de octubre, que será la primera en tener lugar a nivel de líderes”, escribió ayer Volodymyr Zelensky, resaltando la importancia de la cumbre que se realizará la próxima semana en una base de la OTAN en Alemania, desde donde los aliados de Ucrania coordinan el suministro militar de la guerra proxy común. El alto perfil de la participación de la próxima semana es importante para el presidente ucraniano, que lleva meses trabajando en la estrategia con la que conseguir sus objetivos militares, políticos y económicos de la guerra.
“Presentaremos el Plan de Victoria: pasos claros y concretos para un final justo a la guerra”, añadía Zelensky, repitiendo nuevamente los tres conceptos más importante de esta estrategia: victoria, justicia y pasos. Como ya ha quedado claro gracias a la información publicada en los medios, y como podía deducirse del modus operandi ucraniano y los precedentes de esta guerra, el plan del líder ucraniano no busca ni justicia ni terminar la guerra, sino que es la receta de una guerra aún más dura con la que conseguir todas y cada una de las exigencias de Kiev desde que la guerra estalló, no en 2022, sino en 2014.
En esta guerra llena de eufemismos -desde la operación antiterrorista a la operación militar especial-, justicia significa objetivos cumplidos y paz es simplemente victoria para Ucrania. De ahí que el Plan de Victoria de Zelensky implique los pasos a dar para lograr esa victoria completa. La dependencia de Ucrania de sus aliados y proveedores extranjeros supone que esos pasos claros y concretos no sean solo una hoja de ruta para Kiev, sino fundamentalmente para los países occidentales que desde 2022 sostienen al Estado ucraniano y sus fuerzas armadas. Es así como hay que entender la importancia que Zelensky otorga a la próxima reunión de Ramstein, que no solo será la primera en la que participen los jefes de Estado o de Gobierno, sino que se producirá una vez que EEUU haya podido analizar la propuesta que el presidente/dictador ucraniano entregó a Biden.
A juzgar por las declaraciones de diferentes funcionarios ucranianos, el plan que Zelensky presentó a su principal proveedor, EEUU -de quien depende, entre otras cosas, que Kiev obtenga permiso para utilizar misiles occidentales contra territorio de la Rusia continental-, incluye tanto los objetivos de Kiev como sus necesidades. En otras palabras, se trata también de una lista de la compra del material que deben entregar los diferentes países y los pasos que han de dar para apoyar a Ucrania en el desarrollo de esta guerra común.
En un momento en el que Zelensky y su círculo solo quieren hablar de la situación en el frente para achacar a los países occidentales su rechazo a levantar las restricciones en el uso de armas, la próxima reunión es clave para que Kiev pueda tratar de imponer su posición sobre las reticencias de algunos de los países más determinantes, concretamente EEUU y Alemania. Pese a la confianza en sí mismo, en las capacidades de Ucrania de conseguir sus objetivos y la voluntad de sus socios de suministrar todo aquello que Kiev exige que ha mostrado Zelensky en los últimos dos años y medio, las dificultades son evidentes.
“Los aliados inician una nueva fase de presión sobre Ucrania para negociar el final de la guerra”, titulaba el sábado El País, un ejemplo de los múltiples artículos que, con diferentes matices, coinciden en presentar la opción ingreso a la OTAN por territorios como solución temporal a la guerra. En lo que respecta a la comunicación, Ucrania sigue siendo capaz de imponer su discurso, basado fundamentalmente en exagerar las debilidades rusas y las fortalezas ucranianas -especialmente en términos de bajas y pérdidas materiales-, calificar la guerra de existencial y resaltar la facilidad con la que Ucrania derrotaría a Rusia en caso de obtener el material militar que exige a sus socios.
Sin embargo, las promesas tienden a no convertirse en realidad, lo que mina la credibilidad de Zelensky y sus propuestas. “Los funcionarios estadounidenses no quedaron impresionados por el plan de victoria de Zelensky, que incluye exigencias de cantidades masivas de armamento occidental”, escribe esta semana Financial Times, que simplemente confirma algo que era completamente previsible. La “paz por medio de la fuerza” que predica el presidente de Ucrania es simplemente la guerra, una opción que parece no convencer tanto como lo hiciera en 2022.
En ella, Ucrania no se conforma con actuar como ejército proxy de Occidente en un conflicto común contra la Federación Rusa, sino que solicita a sus aliados de forma pública que derribe desde su territorio los misiles rusos que amenazan sus infraestructuras. Kiev optó por iniciar una ofensiva militar en territorio ruso que hacía imposible cualquier negociación de alto el fuego en lugar de continuar el diálogo indirecto con el que varios países mediadores pretendían conseguir que Rusia y Ucrania se comprometieran a no atacar las infraestructuras de producción eléctrica.
Rechazada la diplomacia, Kiev prefiere la opción de que sean sus socios de la OTAN quienes impidan esos bombardeos participando directamente en la guerra, algo que, a día de hoy, no parece probable. Cómodos con la guerra 'proxy', los aliados de Ucrania no parecen tener grandes ansias de enfrentarse a una gran potencia nuclear.
Preguntada por la posibilidad de que EEUU y sus aliados actúen directamente en defensa de Ucrania como han intervenido las dos ocasiones en las que ha derribado algunos misiles iraníes sobre objetivos militares israelíes, la subsecretaria de prensa del Pentágono afirmó que “estamos hablando de dos paisajes y campos de batalla muy diferentes», y tras destacar el material entregado a Ucrania y el éxito en su uso, añadió que «el presidente se ha comprometido a que EEUU no ponga las botas sobre el terreno en Ucrania, pero estamos apoyando a Ucrania en sus esfuerzos por recuperar su territorio soberano”. Ante la insistencia de la prensa, que pedía una valoración sobre la posibilidad de que otros países aliados, como Polonia, pudieran derribar misiles rusos desde su territorio, Sabina Singh insistió en que “eso nos involucraría en una guerra de manera diferente”.
“La determinación de nuestros socios y la fortaleza de Ucrania es lo que pueden detener la agresión rusa”, escribió ayer Volodymyr Zelensky. Sus aliados suministran las armas y Ucrania lucha en el frente, es la esencia de la guerra 'proxy', sostenible solo si se equilibran ambos aspectos. Mantener elevada la moral y la motivación de todos ellos se convierte así en una obligación que el presidente ucraniano ha entendido a la perfección. A ello se refirió durante su visita en la frontera entre Sumi y Kursk a la 82ª brigada, una de las formaciones que estaban destinadas a asaltar Melitopol durante la fallida ofensiva de 2023.
A la espera de si puede producirse un nuevo intento de ofensiva, la situación actual en la región no es especialmente prometedora para Ucrania, que pierde gran parte del terreno ganado, se ha visto debilitada en el frente principal de Donbass y no ha conseguido un éxito lo suficientemente importante como para poner nerviosa a Rusia. Sin embargo, el presidente ucraniano dejó claro ayer el objetivo de la operación: “Es crucial comprender que la operación de Kursk es algo estratégico, algo que añade motivación a nuestros socios, motivación de estar con Ucrania, ser más decisivos y presionar a Rusia”.
Cada acto de Ucrania es en realidad una petición de más equipamiento militar para continuar luchando. Las prioridades están claras. En guerra, el Estado ha de trabajar para mantener elevada la moral de la tropa, en este caso, de la tropa que se reúne periódicamente en Ramstein.
slavyangrad.es