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EE.UU. :: 06/05/2011

La necropolítica

La Haine - Barcelona
Artículo de opinión recibido sobre los últimos movimientos del gobierno norteamericano

El derecho a matar, ”droit de glaire” diría Foucault, está inscrito en el poder del estado en la modernidad. Es un biopoder, protege la vida pero al mismo tiempo dispone de ella y la extrapola al enemigo político a eliminar, interno o externo. Y si no hay ese enemigo se lo inventa. Busca un chivo expiatorio.

Hitler hablaba constantemente de paz mientras atacaba, diciendo que era atacado. Su racismo estaba ligado a la política de la muerte, el viejo derecho soberano de matar, y la condición de aceptabilidad de la matanza. Estado racista, Estado mortífero, Estado suicida. Cuando alguien tenía dudas solía responder ¿quién se acuerda de los armenios?.

La política de la muerte fue desarrollada en Europa por los nazis. El derecho soberano de matar, la extrapolación biológica de abatir al enemigo, exponer los ciudadanos a la guerra, y abrir una vía tremenda. Al proyecto de la “solución final” aplicado por sus militares para cumplir los deseos de jefe sin necesidad de pedirlo. Para eso estaba en el Mein Kampf.

Los judíos y los bielorrusos a exterminar eran los “apatridas” como los republicanos españoles en Mauthausem o en Dachau, al igual que los “salvajes” de los imperios coloniales o los “esclavos” en el sistema de plantación. La raza fue el determinante en ambos casos. La colonia fue donde se formó el terror, el genocidio, el exterminio. Lo que pasa es que cuando se exportó de la periferia al centro todo el mundo se espantó. Nunca habían pensado que de verdugos en la periferia ellos mismos pudieran ser victimas en el centro.

No es extraño por lo tanto que le denominaran Gerónimo a bin Laden, en la mejor línea poscolonial como último maquis resistente al genocidio de los aborígenes norteamericanos... muerto en la prisión reserva de Florida. El jefe de la CIA ha sido coherente con si mismo y con la historia colonial norteamericana. Bajo el mandato democrático además.

En 1832, unos 1.050 seres humanos, miembros de las pequeñas tribus Fox y Sauk (no Sioux, sino Sauk), se estaban muriendo de hambre en Iowa y cruzaron el río hacia el este para permanecer junto a su ribera un verano y poder cultivar, o sea comer. Eran hombres, mujeres y niños. Le enviaron un mensaje al gobernador de Illinois para que los dejara estar allí un verano con la promesa de que volverían a recruzar el río en el otoño.

El gobernador convocó a la milicia. Los pobladores fueron atacados el 2 de agosto de 1832. Fueron masacrados unos 300 indios, de los cuales unos 180 eran niños. Uno de los capitanes de las compañías voluntarias que participaron con mayor entusiasmo en esa masacre se llamaba Abraham Lincoln. Tenía 23 años. (Buscar en la red “SullivanRaid” y “Bad Axe Massacre”)

De qué nos extrañamos entonces si por el propio efecto de la globalización lo extrapolo. Al imperio infinito. Y se le aparecieron en sus fronteras gerónimos por todas partes, en su espejo neocolonial. Y el fantasma de Geronimo y bin Laden se juntó como la cara de Llamazares en la misma foto que él mismo construyó. Y eso que el abuelo de Obama fue acusado de pertenecer al mau-mau y torturado y encarcelado por los ingleses en Kenia.

Como en ruleta... ¡hagan juego señores, va más!

¿Cuantos años hace ya que Chomsky le denominó al imperio americano el IV Reich?

 

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