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Europa, EE.UU. :: 01/07/2024

La paz no es un recital: Los fracasos de la cumbre de Ucrania y del G7

Tommaso Di Francesco
Ambas "excluyeron" desde el principio cualquier proceso de paz real, tanto en Ucrania como, más aún, en Gaza, donde Occidente lo mismo promete ayuda que envía armas a Netanyahu

Las dos cumbres de junio tuvieron un elemento particular en común: la elección de un escenario exclusivo. No sólo por los lugares ricos y de moda en los que se celebraron, sino también porque ambas "excluyeron" desde el principio cualquier proceso de paz real, tanto en Ucrania como, más aún, en Gaza y Cisjordania, donde Occidente lo mismo promete ayuda que envía armas a Netanyahu bajo cuerda, si es que se molesta en ocultarlo.

Esto es todo lo que se consiguió en Borgo Egnatia con respecto a la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania: aprobar el envío de los intereses de los activos financieros rusos a Kiev para financiar la continuación de la guerra -un paso muy peligroso y contraproducente, porque se esperan graves represalias por parte rusa- y otros 50.000 millones de euros en armas, que ya son un factor importante en las elecciones presidenciales de los EEUU.

Mientras tanto, en la "cumbre de la paz" en el magnífico balneario suizo de Burgenstock, montaron una pantomima para una fantasiosa noción de paz, en presencia de Zelenski y Kamala Harris, que acudió en lugar del indeciso Biden, cuya presencia habría sido significativa al menos para los ucranianos. Pero las únicas conversaciones versaron sobre el envío de nuevas armas y su uso, con la luz verde dada por la OTAN y los países europeos a la posibilidad de utilizarlas contra objetivos en territorio ruso. Parece que, después de todo, estamos en guerra con Rusia, pero es mejor no decirlo explícitamente.

Así pues, no cabe esperar un alto el fuego en el verano que acaba de empezar, ni en otoño, cerca de las elecciones norteamericanas, sino sólo un conflicto cada vez más brutal con la llegada de las nuevas armas norteamericanas, aunque está claro que no hay ninguna "victoria" en el horizonte ni solución militar alguna a la crisis.

Es indiscutible que la conferencia de Lucerna fracasó: no firmaron el documento final, al igual que el Vaticano, 12 países, entre ellos Brasil, India, Sudáfrica y Jordania (mientras que Arabia Saudí merece un debate aparte por sí sola), considerados decisivos porque forman parte de la alineación del Sur Global que ve la crisis ucraniana a través de los ojos de quienes han sufrido como consecuencia de las propias guerras de Occidente, las violaciones del derecho internacional y la integridad territorial.

Y poco hay que añadir sobre el papel completamente marginal de la ONU, único organismo que podría devolver la legitimidad a una negociación que implica los términos más importantes de su Carta Fundacional, empezando por el papel del Derecho internacional, algo que ha sido sometido repetidamente a un doble rasero en las guerras de agresión que Occidente ha librado impunemente, un enfoque que, hay que considerarlo, sin duda ha justificado las prevenciones que viene expresando el presidente Putin desde antes de que empiece la guerra de la OTAN en Ucrania. Y lo que es más importante, Xi Jinping y Lula no asistieron (Brasil participó sólo como observador).

No se invitó a Rusia, a pesar de que es habitual que las conversaciones de paz se lleven a cabo entre las partes en guerra. Al mismo tiempo, Putin no dejó de hacer sentir su presencia lanzando una propuesta de paz propia: pondrá fin a la guerra si consigue el reconocimiento de los territorios que han votado en referéndum por anexionarse a Rusia. Por supuesto, para Occidente es inaceptable como solución, sobre todo porque ofrece una instantánea de los imparables avances militares que ha logrado. Además, como viene haciendo desde al menos el golpe del Maidan en 2014, también exige la neutralidad de Ucrania con respecto a la OTAN.

¿Qué se podría hacer? Consideremos los tres puntos indispensables para Kiev y sus mentores: el control de la central nuclear de Zaporiya, el acceso a los puertos del Mar Negro y el Mar de Azov, y un intercambio completo de prisioneros, así como la vengativa repatriación de los civiles que decidieron huir a Rusia.

Aparte de que el OIEA [Organismo Internacional de Energía Atómica] ha pedido negociaciones de seguridad con Rusia sobre la central de Zaporiya, que está en manos rusas y forma parte de una peligrosa zona de guerra debido a los continuos e imprudentes ataques del régimen de Kiev, todo esto parecen cuestiones secundarias que se tratarán después de los puntos más importantes.

En cambio, la cuestión de la pertenencia a la OTAN, de la que apenas se habla en público, se cierne sobre nosotros. Es una amenaza que puede leerse cada día entre líneas en las inescrutables declaraciones de Stoltenberg, pero el propio Biden ha sido claro en los hechos: la entrada de Ucrania en la OTAN supondría un enfrentamiento militar inmediato con Moscú, y al mismo tiempo es demasiado pronto, dados los problemas sin resolver que acosan a la ex-democracia ucraniana, cuyos líderes viven de la corrupción, incluso en el ejército.

Además, el acuerdo de cooperación militar de diez años firmado hace unos días por Zelenski y Biden parece ser, a todos los efectos, un pobre substituto de la entrada en la OTAN. No es que cambie mucho: tal como nos recordó el propio Stoltenberg, la OTAN, como parte de su provocativa expansión hacia el Este, ha estado en Ucrania desde antes de 2014, cuando comenzaron los ataques ultranacionalistas al Donbass, y ahora tiene una presencia cada vez mayor, con instructores, inteligencia, observadores, y con una comisión de la OTAN en Ucrania que controla y administra de facto cada arma de las que allí se envían.

Así pues, la OTAN es la verdadera cuestión central, más que la candidatura de Ucrania a la UE, mientras ya se desliza Europa por la resbaladiza pendiente del rearme, además de hacer frente al ascenso de la extrema derecha en las últimas elecciones. La OTAN sigue ampliándose: Stoltenberg anunció el domingo que la Alianza Atlántica está organizando el despliegue de más armas nucleares en Europa, todo ello mientras afirmaba sin sonrojarse un punto clave de la condena occidental contra Rusia: que era inconcebible amenazar con el uso de cabezas nucleares en Europa.

La magnitud del fracaso de la cumbre quedó subrayada por la ausencia de China. Tal como señala el New York Times, China era atacada hasta 28 veces en el documento final del G7 liderado por Meloni en Apulia, por "apoyar materialmente" a Rusia y por el "dañino exceso de capacidad" de su economía; y, sin embargo, todo el mundo fingió su decepción por el hecho de que Pekín se negara a participar en Lucerna.

Lo cierto es que todo el mundo, incluido Zelenski, sabe que China y Brasil están preparando otra conferencia de paz, después de Lucerna y no en continuidad con ella, que sentaría a la misma mesa a rusos y ucranianos. Esto quedó claro cuando la esposa de Zelenski y el ministro de Asuntos Exteriores ucraniano, Kuleba, se apresuraron a visitar Belgrado al día siguiente de la visita de Xi Jinping, quien recordó en esa ocasión el bombardeo de la OTAN contra la capital serbia y la embajada china; y también lo demuestra el hecho de que el régimen ucraniano haya creado una comisión que se enviará de inmediato a Pekín para establecer una relación con Xi después de Lucerna. Esta conferencia de reinicio podría tener lugar en Arabia Saudí, acogida por la poderosa dictadura petrolera con lazos inextricables tanto con los EEUU como con Rusia.

No sabemos si Brasil, China, Sudáfrica, Guterres como jefe de la ONU y el Vaticano lograrán "rebobinar" el curso de la guerra ucraniana. Tal "rebobinado" significaría hacer retroceder a los rusos en primer lugar, pero también acabar con las acciones terroristas de los ucranianos y de la OTAN, volver a los términos del acuerdo de Minsk II y de las negociaciones del formato de Normandía: con neutralidad respecto a la OTAN, quizás el reconocimiento de que las regiones rebeldes mayoritariamente rusoparlantes del Donbás forman parte de Ucrania, pero permitiéndoles elegir entre un estatuto de autonomía o su anexión a Rusia, y la cuestión de Crimea aceptando que forma parte de Rusia, tal como ha votado su pueblo.

il manifesto

 

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