La política exterior de Biden amenaza a Occidente con una tormenta perfecta
En una “guerra energética” con Rusia, están condenados a terminar como perdedores.
Se está gestando una tormenta perfecta en el frente de la política exterior en EEUU desencadenada por la decisión de la OPEP de reducir la producción de petróleo en 2 millones de barriles por día, lo que por un lado hará subir el precio de la gasolina para el consumidor y por otro lado expone la desequilibrada política exterior de Biden.
En un nivel obvio, la decisión de la OPEP confirma la idea de que Washington ha perdido su influencia sobre el cartel de los países productores de petróleo. Esto se atribuye al deterioro de las relaciones de EEUU con Arabia Saudita durante la presidencia de Biden. Pero, en el fondo, ha surgido una contradicción entre los intereses estadounidenses y los intereses de los países productores de petróleo.
Las contradicciones no son nada nuevo en la geopolítica del petróleo. Las décadas de 1970 y 1980 fueron testigos de dos grandes “crisis del petróleo”. Ambas fueron producto de conflictos con raíces históricas: la Guerra de Yom-Kippur de 1973 y la Revolución iraní de 1979.
Al final de la guerra de Yom-Kippur, las naciones árabes decidieron realizar un embargo de petróleo por el apoyo de Occidente a Israel en el conflicto. El resultado fue que el precio del petróleo subió casi un 300% en menos de 6 meses, paralizando la economía mundial.
El presidente Nixon decidió que no se vendiera gasolina en EEUU desde el sábado por la noche hasta el lunes por la mañana. La crisis afectó más a la industria que al consumidor medio.
En 1979, la revolución iraní golpeó la producción y el suministro mundial de petróleo se redujo en un 4%. Se instaló el pánico, la demanda de crudo se disparó y el precio se duplicó con creces.
Biden tentó al demonio al subestimar la importancia del petróleo en términos económicos y políticos e ignoró que el petróleo seguirá siendo la fuente de energía dominante en todo el mundo en el futuro previsible. Por un buen tiempo el petróleo y el gas seguirán alimentando desde automóviles hasta grandes titanes de la industria.
Una transición sin problemas a la energía verde dependerá por mucho tiempo de la disponibilidad continua y abundante de combustible fósil barato. Pero Biden quiso pasar por alto un axioma clave: aquellos que tienen reservas de petróleo ejercen un poder irrebatible sobre los sistemas energéticos, y aquellos que compran petróleo son, por el contrario, terriblemente dependientes del mercado y las relaciones diplomáticas que hay tras el oro negro.
Las potencias occidentales han sido demasiado ingenuas al pensar que una superpotencia energética como Rusia puede ser simplemente “borrada” del ecosistema. En una “guerra energética” con Rusia, están condenados a terminar como perdedores.
Históricamente, las naciones occidentales entendieron el imperativo de mantener buenas relaciones diplomáticas con los países productores de petróleo. Pero Biden dejó de lado la precaución al insultar a Arabia Saudita y llamarlo “estado paria”. Ahora nadie espera que mejoren las relaciones entre EEUU y Arabia Saudita a corto plazo. Los saudíes desconfían de las intenciones estadounidenses y particularmente de Joe Biden.
La decisión por parte de la OPEP de mantener altos los precios se debe esencialmente a que necesitan ingresos extra para mantener a un nivel saludable de inversión en la industria petrolera. El Fondo Monetario Internacional proyectó en abril el “precio de equilibrio” del petróleo de Arabia Saudita, de 79,20 dólares por barril.
El gobierno saudí no revela cuál es precio que espera para el petróleo . Pero un informe de Reuters sugirió que un nivel de precio aceptable sería de alrededor de $ 90 a $ 100 por barril para el crudo Brent. Por supuesto, más de $ 100 será una ganancia inesperada.
Mientras tanto, se está gestando una crisis “sistémica”. Es natural que la OPEP vea con escepticismo los movimientos de EEUU y de la UE para hacer retroceder las exportaciones de petróleo de Rusia y fijar un percio máximo del barril ruso. Occidente explica que estas sanciones están destinadas a reducir drásticamente los ingresos de Rusia por las exportaciones de petróleo (lo que teóricamente debería traducirse en limitar las capacidades de Rusia en la guerra en Ucrania).
Sin embargo la OPEP considera que esta medida es un cambio de drástico de paradigma, ya que desafía la supuesta prerrogativa del cártel de garantizar que la oferta mundial de petróleo coincida con la demanda, en otras palabras se derrumbaría el necesario equilibrio entre oferta y demanda con una fijación arbitraria del precio. Para la OPEP Occidente está creando un cartel rival de países consumidores de petróleo para controlar el mercado petrolero.
Sin duda, el movimiento de Occidente sienta un precedente, es decir, define unilateralmente y por razones geopolíticas el precio de una materia prima que un país productor tiene derecho a cobrar. Si es Rusia ahora, mañana podría ser Arabia Saudita o Irak. La decisión del G7, si se implementa, erosionaría el papel de la OPEP en la regulación del mercado mundial del petróleo y en la práctica la condenaría a desaparecer.
Por lo tanto, la OPEP está actuando de manera proactiva. Su decisión de reducir la producción de petróleo y mantener el precio por encima de los 90 dólares por barril es una burla a los hasta ayer todopoderosos países del G7. La OPEP estima que las opciones de Washington para contrarrestar a la OPEP+ son limitadas. A diferencia de la historia energética pasada, EEUU no tiene hoy un solo aliado dentro del grupo OPEP+.
Debido a la creciente demanda interna de petróleo y gas, lo más probable es que las exportaciones estadounidenses de ambas materias primas se reduzcan en los próximos meses. Si eso sucede, Europa será la gran víctima de la política de Biden. En una entrevista con 'Financial Times' la semana pasada, el primer ministro de Bélgica, Alexander De Croo, advirtió que si los precios de la energía no bajan antes del invierno, “estaremos arriesgando una desindustrialización masiva del continente europeo y las consecuencias a largo plazo podrían ser muy graves”.
Agregó este argumento: “Nuestras poblaciones están recibiendo facturas que son completamente locas. En algún momento, esto romperá el sistema. Entiendo que la gente esté enfadada... no tiene los medios para pagar las facturas”. De Croo cree como muchos otros que veremos pronto (o ya estamos viendo) una ola de malestar social y agitación política en Europa.
Todo indica que la decisión de la OPEP es un cambio tectónico en la geopolítica mundial y que el desenlace de este movimiento terminará siendo más importante que el conflicto en Ucrania en la creación de un orden mundial multipolar.
Esta tormenta perfecta en la política exterior de Biden puede afectar las elecciones intermedias de noviembre y generar una mayoría republicana en el Senado, lo que podría marcar la orientación de las elecciones presidenciales de 2024.
El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, ha dicho que al renunciar la energía rusa, Europa se ha convertido en un mercado cautivo para las compañías petroleras estadounidenses. Estas corporaciones ahora están ganando «dinero a lo loco», pero este alto costo está drenando la competitividad de la economía europea. .
“La producción se está derrumbando. Se acerca la desindustrialización. Todo esto tendrá consecuencias muy negativas para el continente europeo durante, al menos, los próximos 10 a 20 años”, apunta Peskov.
Rusia podría resultar ser el ganador con los recortes de la OPEP+. La opinión de los expertos es que los precios del petróleo subirán durante un buen tiempo. Dicho de otra manera, Rusia no recortará su producción si el precio del petróleo sube en los próximos meses. De hecho, su gobierno ha reiterado que no suministrará petróleo a los países que se suman al precio tope fijado por el G7.
En definitiva, la política exterior de Biden está amenazando a su país y a sus socios occidentales con una tormenta de consecuencias imprevisibles.
observatoriocrisis.com / La Haine