La revolución de las rosas 2.0 en Georgia
Algunos medios recogen las protestas de estos días en las calles de Georgia, resaltando la oposición de los manifestantes a que “el gobierno georgiano incumpla los compromisos para acercarse a la Unión Europea, en cambio tiempo estrecha sus lazos con Rusia”. También tienden a identificar la voluntad del pueblo georgiano con diferentes encuestas, donde se apunta que el 80% de la población se muestra de acuerdo con las demandas de los manifestantes. A veces se confunden deseos con realidad.
La política interna georgiana está marcada por el peso de la figura del multimillonario Bidzina Ivanishvili, antiguo primer ministro, hombre fuerte del gobernante Sueño Georgiano, y partidario de una política exterior pragmática.
Poner fin al pragmatismo de países del antiguo espacio soviético es uno de los objetivos marcados por actores extranjeros (principalmente EEUU y Gran Bretaña), como sucedió en 2014 en Ucrania. Y para ello no hay que descartar que se intente poner en marcha la versión 2.0 de la llamada “revolución de las rosas”, que en 2003 supuso un cambio de régimen en Georgia.
El pretexto de nuevas leyes propuestas en Georgia ha sido el último desencadenante. Son dos proyectos de ley “sobre la transparencia de la influencia extranjera” y “sobre el registro de agentes extranjeros”, y a pesar que finalmente, y tras varios cambios, se han retirado, la argumentación de unos y otros sigue presente.
Los defensores del proyecto señalan que es una copia de la “Ley de registro de agentes extranjeros” de EEUU (FARA), y no muy diferente de leyes similares que tiene otros países. En todos los casos, los diferentes gobiernos buscan la contención de influencias extranjeras dentro del gobierno por parte de “naciones hostiles”.
Con ese proyecto en Georgia, EEUU y la Unión Europea ven en peligro que algunos actores “no gubernamentales” puedan seguir recibiendo fondos occidentales para el desarrollo de las políticas e intereses de sus patronos. Como señala un analista local, “por un lado, se nos dice que la polarización debe terminar, y, por otro lado, alguien, a veces el mismo actor, financia esa polarización”.
No es la primera vez que la falta de transparencia en la financiación de ONGs, sobre todo las más ricas y poderosas, plantea muchas preguntas, especialmente cuando suelen estar involucradas en eventos políticos y no ocultan sus preferencias partidistas”.
Por eso, los defensores de las leyes señalan que “la ciudadanía georgiana tiene derecho a saber qué intereses defienden y qué tipo de financiamiento respaldan las actividades de esas ONGs, que participan en la formulación y toma de decisiones políticas”.
La presión desde Occidente se ha venido manifestando desde hace varias semanas, antes de las protestas de estos días. A comienzos de febrero, desde el Departamento de Estado de EEUU se “advirtió” al gobierno georgiano que la reanudación de vuelos directos con Rusia traería consigo sanciones económicas contra el país y las empresas georgiana involucradas. Por su parte, la UE señaló que Georgia “no debería permitir que aviones rusos entren en su territorio”.
Los dirigentes georgianos han venido defendiendo las relaciones económicas con Moscú, la oposición a la "agresión" rusa a Ucrania y una política neutral. Por ello, una de las consideraciones para el restablecimiento de los vuelos y las relaciones comerciales ha sido la clave económica. El crecimiento económico del 10,3% está sustentado en parte en el gran aumento de los turistas rusos. La moneda local (lari) se ha fortalecido el último año, el mercado inmobiliario está en auge, y miles de nuevos empleos se han creado.
Desde Georgia se rechaza el doble rasero de Occidente tanto con los vuelos como con el tráfico de mercancías. “Todos los estados vecinos (Armenia, Azerbaiyán, Turquía) mantienen decenas de vuelos diarios a Moscú, así como profundos vínculos económicos con Rusia, y ninguno de ellos es amenazado, EEUU y la UE sólo amenazan a Georgia”.
Los pasos de Georgia en política exterior no reciben el apoyo de los citados actores. En marzo del año pasado solicitó ser miembro de la UE; sin embargo, en junio de ese año, Bruselas le negó el estatus de candidato, mientras aceptaba las candidaturas de Ucrania y Moldavia.
Georgia ha condenado la invasión rusa de Ucrania y envió ayuda humanitaria a este país, pero se niega a implementar las sanciones de Occidente contra Rusia. El partido Sueño Georgiano, con mayoría parlamentaria durante más de diez años, en teoría apoya un acercamiento hacia la UE, pero también quiere seguir teniendo lazos con Moscú. Y al igual que Ucrania en 2014, intenta mantener una postura pragmática y multivectorial en política exterior. Y como ocurrió en Ucrania, Occidente quiere acabar con esa línea, imponiendo la ruptura total con Rusia y abrazar las condiciones de Occidente.
La vuelta de la política de cambio de régimen o “revoluciones de colores”. Durante décadas la estrategia de Washington y sus aliados occidentales ha pasado de apoyar golpes militares a diseñar un guion para provocar cambios de régimen por otros medios. Así, las llamadas revoluciones de colores se han convertido en las herramientas para intervenir en los asuntos internos de un país, subvertir el gobierno local y apoyar la formación de uno nuevo en línea con los intereses de EEUU y la UE.
Según un estudio, en las últimas tres décadas, el 90% de los gobiernos derrocados fueron a través de esos movimientos. El apoyo y formación de jóvenes opositores, el uso de los medios de comunicación para insertar ideología contraria al gobierno de turno, apoyar ONGs y partidos opositores bajo el manto de la ayuda, utilización de las plataformas de las redes sociales…son algunos pasos del citado guion golpista.
A través de las llamadas “revoluciones de colores se suele abrir un escenario de agitación política, regresión económica y desastres sociales, así como el control extranjero sobre los recursos locales”.
Según algunas encuestas, “la mayoría de la población en Georgia desconfía de más conflictos, y a la mayoría le gustaría que problemas como el de Osetia del Sur o Abjasia se resolvieran pacíficamente”.
Pero hay otras fuerzas que estarían apostando para que “Georgia se convierta en otro teatro de guerra”. Y en esa línea vendrían los intentos de buscar desestabilizar la situación en las antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central, o en las del Cáucaso Sur.