La revolución de los mineros
Y toma a sus protagonistas, en primer lugar los trabajadores mineros, como un sujeto al cual seguir en sus transformaciones estructurales, su organización y su actuación sindical y política.
Revolución obrera en Bolivia. 1952: Crisis, guerra e insurrección en el corazón de Sudamérica.
Eduardo Molina
Buenos Aires, Ediciones IPS, 2022.
672 páginas.
El siglo XX en Bolivia siguió una trayectoria signada por conflictos de gran envergadura. La llamada “Guerra del Chaco” es el ejemplo más sangriento, un choque bélico con el vecino Paraguay de casi tres años de duración.
Antes de eso, el país fue golpeado por la crisis de 1929, al igual que los otros territorios de América Latina. Fue sin embargo el mencionado choque con Paraguay el que agudizó la situación crítica de toda la formación social boliviana.
La narración de lxs acontecimientos políticos no inhibe al autor para el análisis del papel de los distintos actores, incluso mediante la incorporación de los componentes estructurales de la sociedad del país andino.
Eduardo Molina, investigador y militante, despliega su tratamiento histórico sobre una mediana duración, con atención a los cambios en la situación política. En un devenir en el que lxs gobiernos solían sucederse en lapsos breves, a menudo interrumpidos por golpes militares u otros mecanismos irregulares.
Cuando eran los votos los que decidían los cambios de elenco gubernamental, ello estaba encuadrado en un sufragio restringido. Se excluía a las mujeres y a lxs analfabetos. Esta última proscripción dejaba fuera del sistema política a la casi totalidad de la masa indígena, al estar ésta por fuera del sistema educativo. Por momentos el sistema político boliviano adquiría una apariencia liberal, sin democracia verdadera.
La actuación de los militares en política es uno de los ejes del libro. No podría ser de otra manera, dada su permanente y central presencia en todas las crisis y conflictos. A lo que se suma la original configuración ideológica y modos de actuación. Lo que abarca períodos signados por el “populismo” y hasta por pretensiones izquierdistas, como el denominado “socialismo militar”.
La política interna boliviana fue asimismo escenario de fuertes confrontaciones, sobre el telón de fondo de una contraposición de clases.
En esta obra el autor no tiene aspiración de una distancia “academicista”. Extiende su reflexión a partir de un involucramiento militante con el proceso histórico que estudia. Y escribimos “reflexión” porque si bien hace un relato, por momentos pormenorizado de los hechos, su preocupación fundamental se orienta a la interpretación del proceso histórico.
Y en particular por seguir el itinerario de la clase obrera boliviana. Clase a la que aborda en sus diferentes fracciones y expresiones. Con un lugar privilegiado para los trabajadores mineros, actor fundamental en el hecho revolucionario de 1952, el que da título al libro y vertebra el conjunto de su contenido.
Asimismo se ocupa de la configuración de la burguesía, en particular la llamada “rosca del estaño”, detentadora del producto estratégico de exportación, pieza maestra de la integración de Bolivia al mercado mundial.
Con buen criterio, la mirada de la obra abarca al conjunto de la sociedad boliviana. Y no se circunscribe al estallido revolucionario sino a todo su proceso de gestación, así como a la deriva posterior de las disputadas relaciones de poder que emergen de la coyuntura de abril de 1952.
Hay una intención de polémica con otras líneas de interpretación. En particular hay frecuentes diálogos críticos con los trabajos de René Zavaleta Mercado. Sin duda, el contrapunto con un intelectual del predicamento de Zavaleta es un requisito inexcusable para afianzar una línea propia de análisis, aún en polémica con la de aquél.
Asimismo se da la permanente contraposición con la interpretación del proceso en clave nacionalista, en particular por los dirigentes e intelectuales del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR).
Los partidos en liza.
El autor dedica atención al MNR, y su carácter burgués, a pesar de la existencia de diferentes alas, entre ellas una de predominio obrero y situada a la izquierda de la que ostenta la dirección partidaria. No es nada clemente con los dirigentes nacionalistas del movimiento obrero y marca la coexistencia en ellos de un discurso a menudo “incendiario” en su radicalidad, con una política concreta de contención política al servicio del liderazgo de su partido.
Ocupan un papel importante las fuerzas de la izquierda marxista, minoritarias pero con importante gravitación. Entre ellas tiene un lugar destacado el Partido Obrero Revolucionario (POR), agrupación trotskista, una de las principales de América Latina en su tipo.
Molina analiza el “etapismo” del Partido de Izquierda Revolucionaria (PIR) y después el del Partido Comunista de Bolivia, a los que endilga hacer el juego una y otra vez a diferentes corrientes de la dirigencia burguesa. Incluso hasta el punto de establecer alianzas, en un rol subordinado, con los sectores más reaccionarios, como ocurriera en ocasión del derrocamiento y asesinato del militar de tendencias nacionalistas Gualberto Villarroel.
Al Partido Obrero Revolucionario (POR) lo acusa de “cuasietapismo”, en el sentido de no desenvolver hasta el fondo la concepción de “revolución permanente”. Es interesante que, a despecho de la identificación trotskista del autor, la mirada crítica se extiende a esta última agrupación.
Lo que no obsta a que le reconozca el protagonismo que tuvo, tanto en la influencia política y la movilización, como en el trazado programático de un documento tan importante como fue la Tesis de Pulacayo, orientación revolucionaria durante décadas del movimiento obrero boliviano.
El destino de una revolución.
La revolución de 1952 fue un acontecimiento de características únicas. Comienza como un golpe cívico militar encabezado por el partido Movimiento Nacionalista Revolucionario, que fracasa. Y cuando parece que las fuerzas gubernamentales saldrán vencedoras, irrumpe una insurrección encabezada por los trabajadores mineros. Esxs trabajadores cumplen el papel principal en dar vuelta la situación y derrotar con rapidez al ejército, en una breve guerra civil. En la que quedó demostrado que, en condiciones adecuadas, el pueblo armado puede derrotar a instituciones militares de la burguesía. De resultas queda instaurada una situación de doble poder entre la dirección del MNR y las organizaciones de los mineros.
Otro costado de la revolución fue el campesino e indígena, sector social mayoritario en Bolivia y ligado por trazos étnicos y de procedencia geográfica a la mayoría de los mineros. Allí el gobierno revolucionario procedió a una reforma agraria que dejó lugar a muchas insatisfacciones.
Campesinos movilizados y armados en la revolución de 1952
El gobierno emenerrista procedió asimismo a expropiar al todopoderoso oligopolio minero de las familias Patiño, Hochschild y Aramayo. Aunque pagando indemnizaciones, contra el postulado obrero de una expropiación sin pago alguno.
Avanzó casi al mismo tiempo una reforma agraria que no rebasó los límites de un proyecto de desarrollo capitalista del campo.
Al no profundizarse y tomar un rumbo socialista el proceso revolucionario se estancó. Poco a poco la dirigencia burguesa del MNR fue inclinándose hacia posiciones más conservadoras y a disminuir el peso del movimiento obrero en la configuración del poder político. Así como los mecanismos de control por lxs trabajadores de las empresas expropiadas. Incluso se siguieron derivas represivas y se tendió a la disolución de los organismos de representación obrera y popular.
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La edición final de este estudio se vio truncada por el fallecimiento de su autor, en 2019. Fue completada por Javo Ferreira, que le anexó un epílogo que lleva el análisis hasta nuestros días, lo que incluye aportes controversiales acerca de los gobiernos del MAS y la actuación de Evo Morales y su elenco dirigente.
La obra de Molina es un útil instrumento para comprender un proceso social y político de características muy peculiares. Una revolución que, como se señala una y otra vez en el libro, tuvo rasgos de parentesco con el decurso que condujeron Lenin y Trotsky. Y a su vez las marca de lo que hoy llamaríamos el extractivismo y el poderío terrateniente.
Es al mismo tiempo un buen ejemplo de historia militante escrita con rigor, con el empeño puesto no sólo en dar testimonio o en sostener las bondades de una línea política, sino en poner la mirada sobre los distintos factores en juego.
Útil lectura, sobre todo para lxs muchísimxs que adolecemos de escasez de conocimientos sobre el país vecino.
tramas.ar