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Mundo, Cuba :: 26/11/2009

La suciedad debajo de Human Rights Watch

Marina Menéndez Quintero y René Tamayo
Entidad que recibe cuantioso dinero de la propia Fundación Ford y transnacionales tan apegadas a hombres claves del poder en EE.UU. como Citigroup

Aunque el chileno José Miguel Vivanco negara hace poco, molesto, que haya sido funcionario del régimen de Pinochet, algunos apostillaron que de todos modos su actitud no fue nada receptiva con los familiares de algunos de los miles de desaparecidos quienes, concluida la sangrienta dictadura, se acercaron a pedir ayuda al paisano, entonces ubicado en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA.

Esa inacción, a posteriori, frente a los genízaros que ensangrentaron a su nación no es, sin embargo, el único baldón que carga y desacredita a quien algún tiempo después fue nombrado director de Human Rights Watch para América Latina, puesto que preserva hasta hoy. El año pasado, más de cien prestigiosos académicos estadounidenses y de otros países calificaron de «muy defectuoso» y marcado por intereses políticos al falaz informe que Vivanco, en nombre de Human Rights, vertió entonces sobre Venezuela, y cuya también impropia manera de divulgarlo le costó la merecida expulsión del país, al que entró con visa de turista para dedicarse a dar conferencias que más bien eran campaña de la oposición, a pocas semanas de las elecciones regionales de noviembre. Vivanco estaba soliviantando.

Su salida precipitada de tierra venezolana como persona non grata, sin tiempo de decir adiós a sus colegas de la furibunda y antichavista derecha no lo metió, sin embargo, en el carril, y vuelve a las andadas de las mentiras contra Cuba con un informe tan oportunista y políticamente tendencioso como el que tributó el año pasado a sus mentores, calumniando a la Revolución Bolivariana.

Formado, según él mismo se jacta, en la Fundación Ford —que el investigador estadounidense James Petras ha catalogado como «fachada de la CIA» y uno de los «frentes culturales» de la Agencia para reclutar a «intelectuales no comunistas» y «alentarlos» a atacar a la izquierda— los antecedentes de Vivanco no son los mejores como muestra de imparcialidad ni de desinteresado y real apego a la defensa de los derechos del hombre.

Resultado de un enjundioso estudio, incluso Human Rights Watch ha sido identificada como una entidad que recibe cuantioso dinero de instituciones entre las que se incluyen la propia Fundación Ford, y transnacionales tan apegadas a hombres claves del poder en EE.UU. como Citigroup.

Ello permitirá entender mejor las claves de esta institución que desempolva ahora el gastado estribillo del supuesto irrespeto a los derechos civiles en Cuba —arma de distintas administraciones norteamericanas para justificar su agresiva política de hostilidad—, y pretende abrir expediente con otro documento nada serio y tendencioso, de claras motivaciones políticas, donde se toma la atribución de examinar apartados de la legislación cubana, y hasta sugerir cuál debe ser la actitud hacia la Isla de Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá, y lo que en su lenguaje tan desarraigado de esta, su región, él llama «Iberoamérica».

Esas atribuciones que no tiene y se arroga delinean mejor a Vivanco y su organización como el comodín que, según sea el caso, se ubica para crear el ambiente apropiado a los intereses de lo más recalcitrante y agresivo de la ultraderecha de Estados Unidos y de Latinoamérica.

Pero quizá lo que mejor devele esos derroteros mal agazapados en su nueva verborrea anticubana, sea el momento en que la emite. Porque el susodicho informe vio la luz apenas 24 horas antes de que un subcomité de Relaciones Exteriores del Congreso norteamericano debatiera, un proyecto de ley para devolver a los estadounidenses una posibilidad que hace 50 años les está vedada: viajar a nuestro país.

Aunque Vivanco manifieste que apoya la restitución a los norteamericanos de un derecho constitucional que allí sí está francamente violentado e, incluso, diga que considera al bloqueo fracasado, lo realmente cierto es que está remando al revés del sentimiento expresado por el 70 por ciento de los ciudadanos de EE.UU. que, en reciente encuesta, se han pronunciado por la libertad de poder venir a la Isla.

Su informe busca todo lo contrario, y ello no pasa inadvertido para quienes saben que el tema de los derechos humanos en relación con Cuba ha sido manipulado, politizado, y usado como excusa para justificar un cerco que hace rato tiene muchos detractores y ningún asidero.

Por eso no han faltado reportes que cataloguen el informito como «munición pesada» en manos de ultrarreaccionarios congresistas como los que encabeza Ileana Ros-Lehtinen, cabecilla de un lobby derechista y reaccionario que ha presionado sin cesar a favor del bloqueo, y al que vendrá muy bien blandir la hojarasca de Vivanco para frenar al Congreso cuando muchos de sus miembros se disponen a avalar un mínimo cambio —y allí sí hay que cambiar— respecto a la añeja y troglodita política de Estados Unidos hacia Cuba.

La manera desembozada en que esos grupos dentro del legislativo han chantajeado a la administración Obama en el aún no resuelto caso de Honduras para que la Casa Blanca no cuestionara el golpe, es una muestra reciente de hasta dónde llega su poder de presión. Y también ha develado cómo decisiones tan trascendentes en materia política, son tomadas de una manera tan interesada y sucia.

A ello se añade la publicación, estos días, de un informe que escandaliza, al dar cuenta de los cientos de miles de dólares que estandartes de «libertad» como la Ros-Lehtinen, los Díaz-Balart, y los Connie Mack, entre otros tristemente famosos por su empecinada y cavernícola posición anticubana, han recibido a cambio de posturas dentro del Congreso que, como se ve, ni siquiera en su carácter archirreaccionario y venal son puras.

Según el informe emitido por Public Campaing, solo desde el año 2004 esos grupos de presión han destinado once millones de dólares para «persuadir» a personajes como aquellos en el legislativo de modo que cercenen cualquier «apertura» en relación con la Isla. Lincoln Díaz-Balart va a la cabeza de los receptores con la tontería de 366 964 dólares en los bolsillos. Según la investigación, fue de esa forma que 53 de estos legisladores escribieron a Nancy Pelosi, la titular de la Cámara de Representantes, para dejarle «clara» su postura.

El documento resulta escalofriante al confirmar la manera atroz en que se deciden en Washington los destinos de otros pueblos. Y no falta ahora quien se pregunte si el dinero ha salpicado a Vivanco.

También habría que preguntarse si la coincidencia de su nueva arremetida papelera con el repunte de francas y descaradas acciones provocadoras de la contrarrevolución en la Isla es simple casualidad, o si aquellos grupos de poder dadivosos y sus mercenarios aquí están tratando de montar otra campaña que, bajo el discurso falso de que «Cuba debe cambiar» busca, por el contrario, mantener a nuestro país bajo la presión de una política vieja, tremendamente sucia y anquilosada.

Juventud Rebelde

 

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