La tragedia de Porto Alegre
El estado brasileño Rio Grande do Sul está atravesando la peor catástrofe ambiental de su historia. Más de 130 personas muertas, otro tanto de desaparecidas y cientos de miles luchando por sus condiciones de vida, desterradas y los barrios más pobres y vulnerables quedando bajo el agua. Unos 11 millones de personas habitan en el estado y alrededor de 1,3 en la ciudad de Porto Alegre. De ellos 165.000 han tenido que abandonar sus hogares y 65.000 se han quedado sin vivienda.
El 80% de la superficie está anegada. Los ríos superaron su nivel regular en 5 metros.
Es necesario reforzar la solidaridad inmediata y combinarlo con la necesaria movilización de la sociedad sobre la “nueva normalidad” resultante del calentamiento global y la devastación ambiental. Una lucha contra el negacionismo climático y contra el ajuste neoliberal que recorta las inversiones sociales para defender a la población más vulnerable.
El modelo de desarrollo basado en la producción de gases de efecto invernadero está blindado y estimulado por el agronegocio de producción extensiva de la ganadería, el monocultivo de la soja y otros extractivismos depredadores. La destrucción de los biomas, los ríos y los bosques conduce a una degradación del medio ambiente. Este es un problema concreto, cuya factura siempre la pagan los más pobres.
Las tragedias de mayo son solo otro capítulo. Rio Grande do Sul ha tenido una secuencia de catástrofes que involucraron cientos de muertes en los últimos meses, como la que ocurrió en el Valle del Taquari en 2023 y la que afectó a Porto Alegre durante una semana a principios de año.
La línea de la extrema derecha es evidentemente negacionista en el ámbito ideológico, pero tiene implicaciones políticas muy concretas. La política de desregulación de la legislación ambiental y los lobbies de la bancada ruralista solo agravan los desastres ambientales, presentes o futuros. La derecha paulista (de Sao Paulo), por ejemplo, sigue apostando al negacionismo al intentar privatizar un bien tan precioso como el agua, con las negociaciones para la venta de SABESP en la Cámara Municipal de São Paulo. Y esta misma burguesía es incapaz de enfrentar las catástrofes cuando surgen.
Es necesario actuar ahora para salvar vidas y evitar que el pueblo pague la cuenta. Son necesarias medidas urgentes, que pasan por el esfuerzo concentrado de la solidaridad activa, con la ampliación de las donaciones y la recaudación de alimentos, alimentos y medicinas, en sindicatos, entidades de la sociedad civil, asociaciones y movimientos sociales.
Además, se necesitan acciones que van desde garantizar las condiciones básicas para los afectados de inmediato, como la suspensión de las facturas de luz y agua para los desplazados, un plan de asentamiento y vivienda de emergencia, fondos para la reconstrucción de la logística e infraestructura hasta un plan efectivo de prevención de tragedias. Como parte del plan de emergencia, está la requisa por parte del poder público de vehículos, como motos acuáticas y barcos, para ser utilizados en el esfuerzo concentrado.
Lula, Lira, Pacheco y los ministros del gobierno central estuvieron con Eduardo Leite (gobernador del estado) en reuniones en Rio Grande do Sul para tratar medidas presupuestarias urgentes. Quienes deben pagar la factura de la tragedia no son los más pobres, sino los ricos, a través del fin del ajuste fiscal y el techo de gastos contenidos en el marco fiscal. La imposición de impuestos a las grandes fortunas podría ayudar mucho. Se empieza a discutir sobre algún tipo de renta básica o como mínimo una ayuda de emergencia.
Además de la solidaridad es necesario pensar en dos tareas conectadas. Se necesita un nuevo modelo que corresponda, desafortunadamente, a la “nueva normalidad”, con síntesis de propuestas en el ámbito político, social y económico. Como están proponiendo nuestros legisladores, exigimos medidas que incluyan la suspensión del pago de la deuda del Estado para que estos recursos se destinen a un plan de reconstrucción, de ayuda a pequeños y medianos comercios, a la agricultura familiar, una amplia reforma urbana y el poder público como garante de las condiciones de vida de la mayoría.
La segunda es disputar, contra los negacionistas y los neoliberales, la conciencia de que la respuesta a la crisis ambiental es urgente y solo puede lograrse uniendo a la clase trabajadora y a la juventud para obtener una mayoría social al servicio de otro proyecto, que tenga la radicalidad para cambiar las capas más profundas del actual capitalismo neoliberal, responsable indeleble de la catástrofe que se abate.
Debido a esta catástrofe ha tenido que ser suspendida la Conferencia Internacional Antifascista convocada por el PT y el PSOL de Porto Alegre que debía reunirse del 17 al 19 de mayo y que contaba con muchos apoyos a nivel internacional.
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