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Europa, Estado español :: 24/04/2025

La UE se prepara para la guerra

Francisco García Cediel
Mientras los poderosos se frotan las manos ante sus nuevas posibilidades de negocio, yo al menos apelo al derecho a la rebelión para enfrentarnos a los planes belicistas del poder

Cuando los ricos hacen la guerra,
son los pobres los que mueren.
Jean Paul Sartre

Es el peso de la propaganda: cuando las “democracias” envían bombas, Cuba envía médicos. Sin embargo y aunque no tenga mucha confianza en las encuestas, seguramente un sector mayoritario de la población de Europa occidental afirmaría que Cuba es una dictadora.

El juego de los espejos es un clásico del surrealismo; se trata de deformar la realidad hasta el punto de que la visión subjetiva se adapte a los intereses del fabricante de espejos.

Los tambores de guerra que resuenan machaconamente en (no solo) Europa se intentan justificar en un doble discurso: el más simple, encuadrado en la tradición infantil al uso en la cultura propagandística norteamericana, se inventa un malvado, individual o colectivo (sea Putin o la propia Rusia), y un bueno, llámesele Zelenski, de tal modo que el presidente ruso sería una especie de Cruella de Vil y el dirigente ucraniano un adorable dálmata.

En paralelo, contando con que en nuestro entorno geográfico estamos muy pagados de nivel ético e intelectual, y nos sentimos herederos de los valores de la Ilustración, se alude a la necesidad de rearmarse (o de incrementar la seguridad, que de facto es lo mismo), para preservar nuestro modo de vida que subjetivamente se asocia a un marco de derechos humanos y bienestar. Este es el discurso más sibilino y, por ende, el más peligroso.

Por un lado, se presenta el incremento del gasto militar como una necesidad ineludible frente al supuesto abandono por parte de Estados Unidos, encarnado en Donald Trump, a la vieja Europa. Es una argumentación falsaria ya que dicha decisión responde en parte a las exigencias de Washington instando a sus aliados europeos a gastar más en material bélico.

Por otro, se parte de una visión autocomplaciente de la cultura europea, enmascarando una historia de colonialismo, esclavismo, explotación y saqueos de pueblos enteros, apartheid, esterilización forzosa de mujeres laponas e inuits, “suicidios” de disidentes políticos en sus cárceles, crueles guerras coloniales (indochina, Argelia…), silencios cómplices ante el genocidio del pueblo palestino, y un largo etcétera de desmanes.

Además, se alude a la defensa de un estado del bienestar que obedece a un periodo concreto y ya pretérito de nuestra historia: la crisis estructural del propio sistema imperialista y la caída de los referentes sociales alternativos han llevado aparejada que ya no hay ni margen ni necesidad para la oligarquía de mantener ciertos niveles económicos y sociales para algunos sectores de la clase trabajadora. La militarización del sistema emerge como la salida del sistema para su propia supervivencia. Podemos decir que la zanahoria ha sido sustituida por el palo.

Más allá de la hilaridad que provoca el video de una representante de la UE con su kit de supervivencia en el bolso, parece que hemos de ir como corderos al matadero para gloria de viejos y nuevos señores de la guerra. Se trata de un paso más tras el experimento de control social articulado en 2020 con la excusa de la pandemia del COVID 19. Hemos probado nuestro nivel de sumisión ¡Vivan las cadenas!

La incertidumbre desatada por la también llamada “guerra”, esta vez de los aranceles, lejos de alejar esta perspectiva, la alimenta: los mass media lanzan al unísono el mensaje de que hemos de alinearnos con nuestras burguesías frente a la afectación a la economía de dicho enfrentamiento comercial. La apelación a competir puede pasar por fabricar cañones en lugar de mantequilla, de hecho, varios diarios económicos aluden a la posible reconversión de parte de la industria automovilística europea para la fabricación de armamento, ante la reducción de la exportación de vehículos a Estados Unidos.

Porque, con independencia de que finalmente terminemos o no envueltos en una de sus guerras (las del imperialismo), es seguro que esta escalada belicista afectará a nuestras vidas y no solo en la repercusión negativa en cuanto a los gastos sociales (nadie en sus cabales se cree que se pueden incrementar los gastos militares sin detraer recursos de otras partidas), sino sobre todo en lo que respecta a la supervivencia de un ya maltrecho espíritu crítico. Como en 1984 de Orwell es preciso tener un enemigo exterior para justificar la opresión interior.

Mientras los poderosos se frotan las manos ante sus nuevas posibilidades de negocio, yo al menos apelo al derecho a la rebelión para enfrentarnos a los planes belicistas del poder, nos jugamos algo más importante y profundo que tal o cual gobierno.

 

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