La vida adelantada
Si todavía no estás pensando en el fin del mundo, es que estás muerto o atrapado en algún rincón remoto del mundo, totalmente privado del acceso a las noticias.
A principios de septiembre estuvimos más cerca de un conflicto nuclear entre EEUU y Rusia que en cualquier otro momento desde la Crisis de los Misiles de Cuba de 1962. Hoy estamos aún más cerca.
La mayoría de los escenarios que se manejan en los principales medios de comunicación occidentales que involucran un conflicto nuclear entre Rusia y los EEUU muestran que Rusia empezó a hablar del uso de armas nucleares contra Ucrania en respuesta al deterioro de las condiciones militares, económicas y/o políticas provocadas por los EEUU y la OTAN utilizando con éxito a Ucrania como un agente para lograr la derrota estratégica de Rusia.
Entiendan que esto es lo que quieren decir tanto Ucrania como Biden cuando hablan de que Ucrania “ganó la guerra”.
Esto es una continuación del objetivo político establecido por el secretario de Defensa de EEUU Lloyd Austin en abril de 2022, “ver a Rusia debilitada hasta el punto de que no pueda hacer el tipo de cosas que ha hecho al invadir Ucrania”, lo que significa que Rusia “no debería tener la capacidad de reproducir muy rápidamente” las fuerzas y el equipo que pierda en Ucrania.
Esta política ha fracasado; Rusia ha absorbido cuatro nuevos territorios (Kherson, Zaporizhia, Donetsk y Lugansk) en la Federación Rusa, y la industria de defensa rusa no solo ha reemplazado las pérdidas sufridas en el conflicto ucraniano, sino que actualmente está armando y equipando a 600.000 soldados adicionales que se han sumado al ejército ruso desde febrero de 2022.
Son EEUU y sus aliados de la OTAN los que se encuentran en una posición de desventaja, con Europa ante dificultades económicas como resultado de la reacción extrema que ha tenido lugar debido a su sanción a la energía rusa, y con EEUU observando impotente cómo Rusia, junto con China, convierte el otrora pasivo foro económico BRICS en un gigante geopolítico capaz de desafiar y superar al G7 liderado por EEUU como la organización no gubernamental más influyente del mundo,
Líneas rojas ilusorias
Como resultado de este fracaso abismal, los responsables políticos tanto de EEUU como de Europa están llevando a cabo actos de escalada cada vez más descarados diseñados para llevar a Rusia al punto de quiebre, todos ellos basados en el supuesto de que todas las “líneas rojas” establecidas por Rusia con respecto a la escalada son ilusorias; Rusia, creen, está mintiendo.
¿Y si Rusia no está mintiendo? Entonces, el escenario generado por Occidente pinta un cuadro apocalíptico en el que una Rusia débil y derrotada usa armas nucleares contra Ucrania en un último y desesperado acto de venganza.
Según este escenario, que EEUU y la OTAN no solo prepararon sino que se prepararon para implementar cuando imaginaron que Rusia se preparaba para emplear armas nucleares a fines de 2022 o principios de 2023, EEUU y la OTAN lanzarían una respuesta devastadora contra objetivos rusos en el interior de Rusia, diseñada para degradar punitivamente el comando y control, la logística y la capacidad de combate de Rusia. Esto se haría utilizando armas convencionales.
Si Rusia optara por tomar represalias contra objetivos de la OTAN, entonces EEUU tendría que tomar una decisión: seguir subiendo la escalera de la escalada, igualando a Rusia golpe por golpe hasta que un lado se agote, o usar preventivamente armas nucleares como un medio de escalada para desescalar: lanzar un ataque nuclear limitado usando armas nucleares de bajo rendimiento con la esperanza de que Rusia retrocediera por miedo a lo que vendría después: una guerra nuclear general.
El Pentágono ha integrado este escenario en el abanico de opciones de prevención nuclear de que dispone el presidente de EEUU. De hecho, a principios de 2020, el Mando Estratégico de EEUU llevó a cabo un ejercicio en el que el secretario de Defensa dio instrucciones para que un submarino estadounidense de la clase Ohio lanzara un misil Trident con ojivas nucleares de bajo rendimiento W-76-2 contra un objetivo ruso en un escenario que implicaba una agresión rusa contra los países bálticos en el que Rusia utilizó un arma nuclear táctica para atacar un objetivo de la OTAN.
La locura de este escenario es que ignora la doctrina nuclear rusa publicada, que sostiene que Rusia responderá con todo el poder de su arsenal nuclear estratégico en caso de un ataque nuclear contra suelo ruso.
Una vez más, los planificadores de la guerra nuclear estadounidense creen que Rusia está mintiendo.
Otro giro
Hay otro giro en esta discusión. Si bien EEUU podría considerar que Rusia no buscaría una guerra nuclear general luego del uso por parte de EEUU de ojivas nucleares de bajo rendimiento, el problema es que el medio de empleo de la ojiva W-76-2 es el misil balístico Trident lanzado desde un submarino.
Si bien el escenario de febrero de 2020 tenía a Rusia usando armas nucleares primero (algo que, en ese momento, representó una gran desviación de la doctrina nuclear rusa publicada y las declaraciones políticas del presidente ruso), el hecho es que EEUU no necesariamente esperará a que Rusia dé el puntapié inicial en el frente nuclear.
EEUU ha adoptado desde hace tiempo una postura nuclear que no sólo incorpora la posibilidad de un primer ataque nuclear, sino que, mediante declaraciones políticas, alienta activamente a los potenciales adversarios nucleares de EEUU a creer que tal acción es, de hecho, posible.
David J. Trachtenberg, subsecretario adjunto de Defensa para Políticas durante la administración Trump, dijo en un discurso en la Brookings Institution en 2019 que un aspecto clave de la postura nuclear estadounidense era “mantener a adversarios como Rusia y China adivinando si EEUU alguna vez emplearía sus armas nucleares”.
Pero EEUU elimina las conjeturas de la ecuación. Theodore Postol señala en un artículo reciente en Responsible Statecraft, que una nueva espoleta utilizada en la ojiva nuclear W-76 (no la de bajo rendimiento W-76-2, sino la versión de 100 kilotones) ha convertido las 890 ojivas W-76 cargadas en los misiles Trident transportados a bordo de los submarinos de misiles balísticos de clase Ohio en armas capaces de destruir silos de misiles rusos y chinos reforzados con una sola ojiva.
Esto significa que, disparando en un perfil de trayectoria reducida desde una posición cercana a las costas de Rusia o China, EEUU posee la capacidad de lanzar un primer ataque nuclear que tiene buenas posibilidades de destruir la mayor parte del componente terrestre de la disuasión nuclear estratégica china y rusa.
Como resultado, Rusia se ha visto obligada a adoptar una postura nuclear de “lanzamiento en caso de detección”, en la que emplearía la totalidad de su arsenal basado en silos en el momento en que detectara un posible primer ataque por parte de EEUU.
Volvamos, por un momento, al uso, en función de distintos escenarios, del arma nuclear de bajo rendimiento W-76-2 como parte de la estrategia de “escalar para desescalar” que sustenta toda la razón de ser de esa arma en primer lugar.
Cuando EEUU lanza el misil Trident con una ojiva de bajo rendimiento, ¿cómo deben interpretar los rusos este acto? El hecho es que, si alguna vez EEUU dispara una ojiva W-76-2 utilizando un misil Trident, los rusos evaluarán esta acción como el inicio de un primer ataque nuclear y ordenarán el lanzamiento de su propio arsenal nuclear en respuesta.
Todo porque EEUU ha adoptado una política de “ambigüedad de primer ataque” diseñada para mantener a los rusos y a los chinos adivinando cuáles son las intenciones nucleares estadounidenses.
Y, para colmo de males, la respuesta de Rusia ha sido cambiar su doctrina nuclear para adoptar una postura similar de prevención nuclear, lo que significa que en lugar de esperar a que EEUU lance uno o más misiles con armas nucleares contra un objetivo ruso, Rusia ahora buscará prevenir ese ataque lanzando su propio ataque nuclear preventivo diseñado para eliminar la fuerza de disuasión nuclear terrestre estadounidense.
En un mundo sensato, ambas partes reconocerían los peligros inherentes a esa postura tan adelantada y tomarían medidas correctivas. Pero ya no vivimos en un mundo cuerdo.
Es más, dado que el principio subyacente que guía las políticas estadounidenses hacia Rusia es la noción equivocada de que Rusia está mintiendo, cualquier postura agresiva que podamos adoptar diseñada para promover y explotar la ambigüedad derivada del potencial de atacar primero inherente a la actual postura nuclear estadounidense, muy probablemente sólo alimentará la paranoia rusa sobre una posible agresión nuclear estadounidense, incitando a Rusia a tomar medidas preventivas.
Rusia no está mintiendo. Y nuestra negativa a reconocer esto nos ha llevado por un camino en el que parecemos más que dispuestos a adelantarnos a la vida misma.
* Scott Ritter es un ex oficial de inteligencia del Cuerpo de Marines de EEUU que sirvió en la URSS, en el Golfo Pérsico y en Irak.
consortiumnews.com