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Medio Oriente :: 17/03/2007

La Conferencia de Bagdad ¿Un cambio de rumbo en la política norteamericana?

Juan Chingo
La pequeñísima mejora en el terreno en Bagdad no es probable que pueda sostenerse en el tiempo. Una muestra de las dificultades son la escalada de violencia afuera de esta ciudad y el importante contraataque de fuerzas sunnitas en al-Duluiyah, donde tomaron las estaciones de policía local y usaron coches bombas contra las fuerzas que corrieron al rescate

El sábado 10 de marzo se reunió en Bagdad una conferencia auspiciada por el imperialismo norteamericano para debatir sobre el futuro de Irak. En ella participaron todos vecinos de este país: Irán, Siria, Jordania, Arabia Saudita, Turquía y Kuwait, así como las Naciones Unidas, la Liga Árabe, Estados Unidos, Rusia, Francia, Gran Bretaña, China, Bahrein y Egipto.

Aunque todos los presentes trataron de enfatizar que la reunión no significó gran cosa, el hecho que representantes de Siria, Irán y los EE.UU. se hayan encontrado públicamente no es una cuestión menor. Las conversaciones secretas que se venían realizando entre EE.UU. e Irán han pasado a la esfera pública.

Aunque se desconoce lo que realmente se discutió, lo que sí se puede aventurar es que hay fuertes motivos que empujan hacia un entendimiento o una "déntente"1 entre EE.UU. e Irán en Irak. La posición geopolítica de EE.UU. está al límite por el actual empantanamiento militar en Irak. En este contexto, si estallara alguna otra gran crisis importante, las fuerzas militares norteamericanas no estarían en buenas condiciones para responder. La posibilidad de este escenario no es descabellada. Una señal de preocupación está dada, por ejemplo, ante las amenazas rusas contra los planes de defensa misilísticos norteamericanos que se proyectan instalar en Polonia y la Republica Checa (dicho sea de paso, abriendo una nueva crisis en la Unión Europea).

Incluso en Medio Oriente, zona donde el dominio norteamericano era indiscutido antes de la debacle de Irak, Rusia ha incrementado la venta de armas sofisticadas a Irán y Siria (al igual que en la Guerra Fría) -además de avanzar en sus relaciones con los países de la región (Arabia Saudita, monarquías del Golfo)-. Esto aumenta los posibles costos para EE.UU. de una operación militar contra cualquiera de estos dos países.

Desde un punto de vista militar, aunque no se puede descartar el uso de la aviación norteamericana contra las instalaciones nucleares iraníes, esta opción es muy limitada para lograr sus objetivos, ya que el Ejército se encuentra exhausto. En realidad, hay una virtual rebelión de importantes sectores de las Fuerzas Armadas contra la Administración Bush ante la carencia de recursos para el logro de sus operaciones. Por su parte Irán, ha venido realizando determinados movimientos en la cúpula del régimen en una dirección más cauta, como señala la restricción del control de la política exterior de su presidente Ahmadineyad y la ascensión de Rafsanjani, un político conservador más pragmático.

Una escalada de la guerra civil en Irak puede desatar movimientos incontrolables para el mismo Irán, como el fortalecimiento de las aspiraciones nacionales de los kurdos (con una importante minoría en Irán), así como la debacle del actual gobierno de mayoría chiíta. Las divisiones entre los sectores chiítas podrían ser aprovechadas eventualmente por la minoría sunnita (incluso no se puede descartar que se desarrolle una guerra civil entre los sectores chiítas).

Por su parte, aunque en el terreno regional, Irán ha sacado partido del apoyo a Hezbollah en la guerra del Líbano en 2006, no está claro que este movimiento libanés esté dispuesto nuevamente a arriesgarse a un enfrentamiento abierto con Israel y EE.UU..

En síntesis, aunque hasta ahora la debacle norteamericana fortaleció a Irán transitoriamente no está claro que este país pueda seguir escalando en sus objetivos sin poner en riesgo parte sustancial de sus avances. Es esta realidad de EE.UU. e Irán lo que podría empujar a un entendimiento. Pero lo que aún no está claro es qué podrían negociar y cuáles son las posibilidades de avanzar concretamente. Tanto uno como otro deben aprovechar el actual momento. Tanto EE.UU. como Irán deben aprovechar el actual momento.

El Plan de Seguridad de Bagdad le ha permitido a EE.UU. mostrar ciertos éxitos iniciales, debido esencialmente a que los grupos insurgentes retiraron y cedieron territorio a las tropas de ocupación, entrando a determinados bastiones sunnitas y chiítas en Bagdad como Sadr City. Esta situación le abrió a Bush una "oportunidad’ que no puede dejar escapar. Como dijimos en enero cuando se anunció este Plan: "El objetivo de Bush es cambiar la percepción de debilidad con que es visto en el extranjero y en particular en Irak, demostrando que es él quién lleva las riendas de la situación y que no tiene las manos atadas por el Congreso demócrata, de forma tal de intentar forzar todavía una negociación favorable a los intereses norteamericanos".

Por su parte Irán, aparentemente, prefiere negociar con un debilitado Bush que con su sucesor. En esto pesan los recuerdos de la crisis de los rehenes de 1979 con el gobierno de Carter, cuyo fracasado rescate llevó al triunfo de Reagan, que en contra de los planes iraníes animó a Irak en una guerra fraticida que duró años.

Sin embargo, el camino hacia un entendimiento está lleno de obstáculos. La pequeñísima mejora en el terreno en Bagdad no es probable que pueda sostenerse en el tiempo. Una muestra de las dificultades son la escalada de violencia afuera de esta ciudad y el importante contraataque de fuerzas sunnitas en al-Duluiyah, donde tomaron las estaciones de policía local y usaron coches bombas contra las fuerzas que corrieron al rescate. Todo esto sucedió un día después de que las tropas norteamericanas habían levantado el sitio a este lugar.

Cuanto más se prolongue la situación actual más posibilidades existen para el gobierno de EE.UU. de ir hacia una fuerte crisis política interna (paralizando completamente la presidencia de Bush). Aunque en el último tiempo parecieran haber ganado espacio las alas más "realistas" de la Administración (acuerdo con uno de los integrantes del llamado "eje del mal" como Corea del Norte sobre su programa nuclear, lo que para algunos fue considerado como una estruendosa capitulación de Bush), esto no significa que las alas más anti-iraníes como la del vicepresidente Dick Cheney estén derrotadas, como muestra el creciente fraccionalismo de la cúpula norteamericana. Los próximos pasos serán decisivos para evaluar la marcha de la guerra en Irak.

Jueves 15 de marzo de 2007
La Verdad Obrera Nº 226

 

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