15 de agosto de 1972. La fuga del penal de Rawson
Fue el 15 de agosto de 1972. Seis de ellos lograron su propósito, pero días después, el 22 de agosto, 19 prisioneros indefensos fueron fusilados por los militares.
De ocho pabellones, dos estaban ocupados por detenidos a causa de delitos comunes y los seis restantes por presos políticos, de los cuales dos eran ocupados por compañeros.
Totalizábamos alrededor de 200 compañeros pertenecientes a varias organizaciones revolucionarias, progresistas y dirigentes sindicales combativos.
Los pabellones estaban dispuestos en dos cuerpos de edificio de dos plantas cada uno y contaban con un equipo de cuatro guardias cada planta, lo que hacía un total de 16 para la custodia de los detenidos.
Los edificios, se unían por un pasillo cerrado de unos 15 metros que se continuaba hasta encontrar un tercer cuerpo donde estaban las oficinas del director, sub-director, jefe de guardia, casino de oficiales, oficinas y la puerta de entrada al edificio, con dos guardias y una salita que tenía una escalera que daba a una sala de guardia en la que había alrededor de 16 hombres, 70 FAL, 100 pistolas Browning y municiones. Del pasillo que unía al segundo y tercer cuerpo, salían dos puertas que llevaban, la de la derecha, a la enfermería y sala de visitas, y la de la izquierda a un salón que se solía usar también para recibir visitas y daba al casino de oficiales. Una tercer puerta daba a la cocina donde había un suboficial y el personal que allí trabajaba.
Siguiendo hacia fuera había un descampado y a unos 60 metros, la garita de entrada al Penal con tres custodias. Hacia la derecha del tercer edificio había un galpón con diez hombres, armados con FAL, que componían la guardia de reserva. El resto del terreno lo cubrían algunos talleres, depósitos y una cancha de fútbol.
Todo estaba cercado por un paredón de cuatro metros de altura con 12 torretas para guardias armados. El resto del personal lo componían empleados administrativos, jefe de guardia interna, externa y oficial de servicio.
SITUACIóN OPERATIVA
El enemigo contaba para evitar nuestra fuga con guardiacárceles en número de alrededor de 70, de los cuales estaban armados los pertenecientes a la guardia externa, más o menos la mitad del total y con una compañía antiguerrillera de 120 hombres, que estaba acampada a tres cuadras del Penal con buen armamento y equipo.
Además estaba la base aeronaval, compuesta por dos batallones con un total de 1.200 hombres a unos 20 km. del Penal, sobre el camino que unía Rawson con Trelew y otras unidades similares hacia el Norte.
Otro factor favorable al enemigo era el terreno, ya que no había grandes ciudades ni bosques en las cercanías; las rutas eran desolados, la primera ciudad grande al norte era Bahía Blanca a 700 km., al SO Comodoro Ribadavia a 400 km. y al oeste a 600 km. estaba la frontera con Chile.
El personal de la cárcel no tenía buena moral de combate, debido a nuestro permanente trabajo de convencimiento de que su misión no era justa, y principalmente debido a las grandes presiones que recibía al ver el apoyo que nos brindaban los pueblos de Trelew y Rawson, lugares donde vivían.
La moral de todos los detenidos era excelente y se fortalecía a diario habiendo dado varias batallas por reivindicaciones concretas como mejoramiento de comida, celdas abiertas durante el día, atención médica y otras cuestiones que hacían una situación de permanente lucha para contrarrestar los intentos represivos, logrando algunos triunfos debido al espíritu combativo del conjunto, pero principalmente al enérgico y creciente apoyo por parte del pueblo, particularmente en nuestro caso, el de Rawson y Trelew, que en forma permanente nos hacía llegar su solidaridad moral y material batallando por mejorar nuestra situación.
Nuestros familiares, que venían de grandes distancias y muchos contaban con pocos medios siempre fueron alojados y excelentemente atendidos por el pueblo de Trelew y Rawson.
La Dictadura nos llevó al sur con el objetivo de aislarnos, pero todo fue distinto, el pueblo nos protegió, se plantó firmemente frente a la prepotencia represiva. Los explotadores tienen un talón de Aquiles que les adelanta la derrota "menospreciar el enorme espíritu revolucionario de nuestro pueblo", "piensan que nuestro pueblo no sabe distinguir entre sus iguales y sus enemigos".
Para organizar la fuga formamos una dirección conjunta con los compañeros de las FAR y Montoneros, que trabajó durante meses en unidades monolítica, siendo en este aspecto quizá el ejemplo más claro y que fuera perfectamente reflejado por las declaraciones del inolvidable compañero Mariano Pujadas, desde el aeropuerto de Trelew el 15 de agosto de 1972.
Lo primero que logramos fue una buena comunicación con el exterior, y a raíz de un muy buen trabajo de los compañeros, los siguientes informes de fundamental importancia:
A) El enemigo esperaba un ataque desde afuera hacia adentro para lo cual 1) había colocado un vigía en una torreta de la unidad antiguerrillera instalada a tres cuadras del Penal que tenía visión hacía el mismo; 2) Controlaba el ingreso de gente a la zona.
B) La base aeronaval donde la Dictadura asesina masacró a nuestros compañeros no tenía la misión específica de cuidar nuestra fuga, lo que nos daría un tiempo relativo antes de que actúe.
C) Era normal la entrada de algunos camiones al Penal.
De estos informes y de la situación objetiva de que adentro contábamos con compañeros en número y experiencia suficiente, sacamos la conclusión que debíamos copar el Penal desde adentro para evitar movimientos notorios afuera que alertaran al enemigo, que contaba con gran poder de fuego y terreno favorable. Basábamos el éxito de la operación en la sorpresa, la precisión de los movimientos y la rapidez.
Los principales problemas eran, la retirada y la entrada del armamento. Esto último se resolvió en dos meses. La retirada en vehículos era poco probable por la demora que se necesitaba para llegar a lugar seguro, que permitiría al enemigo rehacerse de la sorpresa y organizar la búsqueda que ofrecía pocas variantes por tierra.
Conseguimos entonces los horarios de los vuelos regulares de Aerolíneas y Austral y comprobamos que el horario de las 19 coincidía con el momento más propicio para copar de acuerdo al estudio del movimiento enemigo ya realizado adentro y en el exterior, y decidimos encarar la operación con esta retirada.
Fuimos determinado los grupos de compañero necesarios para capar todos los puestos, estudiando cada parte en detalle, llegando a concluir que se precisaba ocho grupos de compañeros, algunos de los cuales cumplirían más de una misión para copar 15 zonas enemigas, incluido el aeropuerto para lo que se acoplaría un grupo de compañeros afuera.
Se necesitaban además dos camiones, una camioneta y un auto, con cuatro choferes para el traslado desde Rawson a Trelew, misión que debían cumplir cuatro compañeros en libertad con previo reconocimiento de las rutas y que ingresarían al Penal después de recibir la señal de que él mismo había sido ocupado. Esta señal la realizó la compañera Susana Lesgart, luego masacrada en la Base.
Contábamos a nuestro favor con: a) la gran moral y espíritu de combate de todos los compañeros que participaban; b) el apoyo de la población; c) la sorpresa. En contra: a) el gran poder de fuego del enemigo y la gran concentración de fuerzas; b) las dificultades que ofrecía el terreno para el caso de fracasar la retirada un avión imposibilitada el enfrentamiento o cambio en la retirada.
EJECUCIóN - COMPOSICIóN - MISIONES DE LOS GRUPOS
Llamaremos al primer cuerpo de edificios de dos plantas Centro 1, al segundo Centro 2, y al tercero Centro 3.
El grupo 1 estaba compuesto por seis compañeros, uno de ellos con uniforme militar, su misión consistía en copar los Centros uno a uno, a medida que reducía las guardias abriendo las puertas de rejas de los pabellones y se iban conformado el resto de los grupos. El grupo 2 ocho compañeros, tenía la misión del control de los guardias reducidos. Los grupos 3 y 4 de cinco compañeros avanzaban hasta el Centro 2 cuando éste estaba copado y se preparaban para cuando el grupo 1 redujera el Centro 3, copar la cocina, enfermería y otros salones laterales. También se acercaban los grupos 5 y 6 para participar en el copamiento del Centro 3 cubriendo todas las oficinas de las dos alas, casino de oficiales, oficina del director, del sub-director y otras; estos grupos estaban integrados por seis y cinco compañero respectivamente.
Ocupado el centro 3, se le acoplaba al grupo 1 el grupo 8 de cuatro compañeros y pasaban a reducir la sala de guardia a la vez que el grupo 7 se encaminada a la reducción de la garita de entrara.
Los grupos 8, compuesto por los compañeros Delfino, Toschi y Bonet y 7 que lo integraban Pujadas y Susana Lesgart, habían ocupado el tiempo anterior en colocarse uniformes de los reducidos ya que el primero de ellos se dividía en dos y ocupaba las torres 1 y 11 para lo cual necesitaban ir uniformados para sorprender a los centinelas, es decir lograr que estos pensaran que se trataba de un relevo común. La misma situación se le presentaba al grupo 7 con el control de la entrada a Penal.
Cumplida la primera parte, se conformaba el grupo 9 integrado por tres compañeros del grupo 1 que comenzaban a entregar las armas al resto de los compañeros participantes que se iban encolumnando a la espera de los camiones.
El grupo 10 integrado por cinco compañeros de distintos grupos y entre los cuales estaba Jorge Ulla y del Rey con la misión de ocupar a la guardia de reserva, atar a los reducidos y rescatar el armamento y el grupo 11 que se dividía en dos y cubría desde las ventanas del cuerpo 3 la posible reacción de los centinelas de los puestos 1 y 11.
El riesgo más grave que presentaba la operación era que se alertaran del Centro 2 cuando se reducía al 1 y así sucesivamente, para lo cual había que tratar de moverse lo más normalmente posible. Un detalle importante es que al comenzar la operación íbamos a reducir junto con la guardia del Centro 1 al oficial de servicio a quien íbamos a hacer ir previamente al lugar con alguna excusa y luego avanzar con él, cuestión que era normal cuando se presentaba alguna audiencia con el Director aunque el número de detenidos en general era más reducido, tres o cuatro y ese día serían seis.
Todo el plan se cumplió con precisión, con un sólo inconveniente que fue un tiroteo registrado en la garita de entrada que alertó a algunas guardias aún no reducidos, pero se pudo normalizar, obligando a un oficial a que comunique que sólo se habían escapado unos tiros, cosa que solía suceder.
Cumplido todo esto la compañera Lesgart dio la señal para que entren los camiones para retirada, pero éstos no lo hicieron, luego pudimos enterarnos que a causa del tiroteo los compañeros encargados de la misión afuera pensaron que no se había podido ocupar la cárcel y se retiraron, no así un auto que fue en el que se retiraron los seis compañeros que lograron irse.
Estaba prevista la posibilidad de que no se pudiera salir, en tal caso no nos entregaríamos hasta no lograr las garantías de las vidas a través de que se conociera públicamente la situación en que estábamos, creíamos que con esto eliminaríamos la masacre, cuestión de lo que no dudábamos si nos encontraban solos y sin poder resistir.
La ferocidad criminal del enemigo no resistió y llevó adelante la descarada y sanguinaria venganza y se libró de lo que significaban los 16 heroicos combatientes para la lucha de nuestro pueblo.
El grupo que había salido en el auto recorrió las calles de Rawson en búsqueda de los camiones, al no encontrarlos se dirigió al aeropuerto donde debían estar tres compañeros. Con sorpresa se encontró que no había nadie. Luego nos enteramos que los camiones que debían entrar a la cárcel habían vuelto al aeropuerto y el compañero responsable del aeropuerto al preguntarles lo que ocurrió, los mandó nuevamente al Penal y fue con ellos dándose cuenta del error cometido por los compañeros choferes.
En el momento de la llegada de los compañeros estaban despegando el avión que se debió copar, rápidamente se fue a la torre de control y con la excusa que era una inspección militar porque había informe de una bomba en el avión se logró detenerlo. Se produjo otro problema aquí, ya que en el avión viajaban tres compañeros con la misión de ocuparlo a los 20 metros de vuelo y volver a recoger al resto, orden del responsable que había vuelto a la cárcel ante la nueva situación. Los compañeros que iban en el avión al ver que éste se detenía pensaron que era en realidad el Ejército y lo coparon, al suceder esto la gente que aún pensaba que se trataba de una inspección militar se dio cuenta que era un copamiento.
Los compañeros ya en el aparato lo hicieron colocar en la cabecera de la pista y quedaron a la espera del resto hasta las 19:45 y llamaron al aeropuerto hasta las 20:10 para volver en caso de que otros compañeros hubiera logrado llegar. Al día siguiente, ya en Chile se enteraron de lo ocurrido, los compañeros habían llegado unos minutos después y se propusieron copar un avión de Aerolíneas que venía con retraso y del cual estaban en conocimiento pero éste ya tenía indicaciones para no descender. El enemigo estaba alertado.
A las 19:20 partieron los autos que llevaban a los últimos compañeros, los que luego se convertirían en héroes y mártires de Trelew.
De inmediato un compañero designado previamente responsable para tal eventualidad se hizo cargo de iniciar inmediatamente las negociaciones para tratar de garantizar sus vidas.
Nombró a su vez un responsable militar, encargado de organizar la defensa, al tiempo que trataba de comunicarse telefónicamente con algún juez.
El responsable militar dispuso la retirada de la mayoría de los compañeros hacia los pabellones, dando la consigna de apagar las luces para no facilitar el tiro enemigo. En distintos puntos estratégicos se dispusieron guardias para la defensa que tenía por objetivo garantizar la negociación y la vida de los prisioneros que se habían apoderado del Penal.
Se contaba para eso con alrededor de 30 fusiles FAL, varias pistolas y numerosos guardias como rehenes.
Las negociaciones telefónicas no dieron resultado, pues por ser feriado ningún juez ni autoridad provincial se encontraba en sus oficinas o domicilios. Alrededor de las 20 se debió abandonar los teléfonos, ubicados en la parte delantera del Penal, pues el enemigo comenzó a cerrar el cerco alrededor del mismo.
Comenzaron entonces las negociaciones a viva voz, que se prolongarían por espacio de doce largas horas. En la oscuridad podían advertirse la llegada de transportes militares, uno tras otro, que fueron trayendo personal hasta completar -según datos recogidos posteriormente- alrededor de 3.000 hombres en el cerco del Penal.
Mientras tanto, las radios a transistores en los pabellones daban cuenta de que aquellos hombres se preparaban a tomar el Penal por asalto, mientras por las radios chilenas llegaba la noticia del arribo de los compañeros que habían concretado la fuga, y otras emisoras daban la información sobre las negociaciones y rendición en el Aeropuerto.
Las negociaciones en el Penal se sostuvieron a viva voz con el Director, que al abandonarse los pasillos delanteros logró salir por la ventana de su despacho donde había quedado prisionero.
La posición de los prisioneros fue desde el principio que estaban dispuestos a rendirse sin otra condición que las debidas garantías a sus vidas e integridad física para lo cual se reclamaba la presencia de jueces, abogados, médicos y periodistas.
La represión, concentrada prioritariamente en el Aeropuerto, no prestó al comienzo atención a estas negociaciones, que quedaron limitadas al Director Ramos. El que, por cierto, no tenía ninguna capacidad de decisión.
Recién pasada la medianoche comenzó a discutirse en firme con los prisioneros cercados en el Penal. Los negociadores enemigos manifestaron que no podía accederse al pedido planteado pues se había declarado la zona de emergencia en Rawson, Trelew y Puerto Madryn.
Exigían en cambio la rendición incondicional, dando como única "garantía" "la palabra de un oficial superior del Ejército". En torno a esta cuestión se inició una larga y enredada discusión, que adquirió ribetes dramáticos, pues los radios seguían dando cuenta de la inminencia del asalto al Penal y, efectivamente, en el exterior del Penal se advertían algunos movimientos envolventes, avances parciales y en algunas oportunidades se hicieran disparos aislados sobre el Penal.
Los defensores se habían dado la línea de no disparar hasta que el enfrentamiento fuera inevitable ya que este resultaría, inevitablemente, una masacre, con el único resultado de morir matando. De manera que a cada avance se respondía advirtiendo al enemigo que no se moviera, que estaba cubierto por nuestras armas y que se quería evitar una matanza inútil. Estas advertencias fueron siempre escuchadas y en cada oportunidad los movimientos de avance se detuvieron.
A todo esto, la disciplina se mantuvo sólidamente en todo el Penal, tanto entre los que ocupaban puestos en la defensa y las negociaciones, como entre los compañeros que permanecían en los pabellones. Los rehenes recibieron un trato excelente en todo momento. También quedó incidentalmente encerrado un mensajero de correos que había concurrido a llevar un telegrama, acompañado de su esposa y su pequeña hija, justo en el momento de la operación. Reiteradamente se solicitó al enemigo que permitiera salir a esta gente, que no se deseaban conservar como rehenes, sino por el contrario, evitarles riesgos inútiles,. El pedido fue siempre denegado y se ubicó a la familia en un punto donde había menos posibilidades de estar expuestos a un eventual fuego entre las partes.
Algunos prisioneros se ingeniaron para llevar leche a la nena y tranquilizar a sus padres.
Finalmente, alrededor de las 5 se llegó a una fórmula conciliatoria, los prisioneros aceptaban rendirse bajo la garantía del General Betti, siempre y cuando éstas fueran expresadas públicamente. La condición recién se cumplió mediante un mensaje radial pasadas las 7:30 y entonces se pactó -siempre a viva voz- el modo de entrega del Penal: Los prisioneros se retirarían hacia los respectivos pabellones enviando libres a los guardias que estaban como rehenes y entregando a estos las armas que tenían. A las 8:15 ingresaría el enemigo al Penal, advirtiendo que se abriría fuego sobre toda persona que se encontrara fuera de las celdas.
Antes de ingresar a ellas se vivó a los revolucionarios que habían logrado fugar, a la Revolución Socialista y a la Unidad de las Organizaciones Armadas.
Estrella Roja Nro. 23 del 15 de agosto de 1973
Enviado por Daniel De Santis, autor de A vencer o morir, Historia del PRT-ERP. El artículo está en el Tomo 1 Volúmen 2 de reciente publicación por Editorial Nuestra América. Páginas 250 y siguientes
Artículo publicado en La Haine el 23 de agosto de 2006