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Medio Oriente :: 28/10/2008

Las artes oscuras del régimen israelí para atrapar a sus colaboradores

Jonathan Cook
El uso de colaboradores palestinos por parte de Israel para afianzar la ocupación y destruir la resistencia palestina es uno de los grandes tabúes de la ocupación

Cuando se trató el tema por parte de los medios de comunicación internacionales y locales, únicamente se habló en términos de los defectos del sistema legal palestino, sistema que permitió la ejecución sumaria de colaboradores a partir de linchamientos masivos y tribunales desautorizados. La cosa ha comenzado a cambiar a partir de unos informes que indican el grado de uso por parte de Israel de colaboradores palestinos y las técnicas más desagradables para reclutarlos. La “cooperación” se ha esclarecido y se ha convertido en la mismísima espina dorsal del éxito de Israel en mantener la ocupación en Cisjordania y la Franja de Gaza.

La colaboración pueden tener muchas caras: distribuidores de tierra, que compran la tierra palestina para venderla a los colonos o al gobierno israelí; agentes armados que ayudan a los soldados israelíes en sus incursiones; infiltrados en organizaciones nacionales y sus alas armadas que frustran las operaciones de la resistencia.

Pero la fundación del sistema de colaboración es el nivel de información más bajo, que pasa por encima de las exquisiteces de la información de los vecinos y líderes de las comunidades sobre los cuales depende el sistema de control israelí.

Informes recientes en los medios de comunicación israelíes, por ejemplo, sugieren que la retirada de la Franja de Gaza de 2005, lejos de reducir las oportunidades para la colaboración, la aumentaron. El asedio diario en la Franja – donde eficazmente Israel gobierna todos los movimientos dentro y fuera de Gaza - ha proporcionado un ideal punto de apalancamiento para animar la colusión.

El cerebro de esta estrategia es la policía secreta israelí, el Shin Bet, que recientemente ha centrado su atención hacia los palestinos enfermos en Gaza y sus parientes que tienen que dejar la Franja. Debido a los escasos suministros de medicinas en los hospitales de la Franja, algunos pacientes tienen pocas esperanzas de recuperación si no reciben tratamiento en el extranjero o en el mismo Israel.

Según la rama israelí de la organización Physicians for Human Rights (Médicos para los Derechos Humanos), el Shin Bet está explotando la angustia de estas familias para presionarlos y que estén de acuerdo en colaborar y así obtener un permiso de salida.

El mes pasado, el grupo publicó los detalles de 32 casos en los cuales palestinos enfermos de la Franja de Gaza admitían que se les habían negado los permisos después de haber rechazado la “oferta” de convertirse en informadores.

Uno de ellos es Shaban Abu Obeid, de 38 años, cuyo marcapasos fue instalado en un hospital israelí y necesita el mantenimiento intermitente por parte de doctores israelíes. Otro caso, Bassam Waheidi, de 28 años, se ha quedado ciego después de que rechazase cooperar y se le negara un permiso de salida.

Pero estos casos son sólo la punta de un enorme iceberg. Aquellos palestinos que rechazan colaborar tienen cada vez más interés en hacer público sus problemas. El contraste son los que están de acuerdo en convertirse en informadores que no muestran tal interés.

Al igual que otros regimenes de ocupación, durante mucho tiempo Israel ha confiado en el sistema más tradicional para reclutar a los colaboradores: la tortura. Mientras que en el año 1999, el Tribunal Supremo israelí prohibió la tortura, las pruebas sugieren que sencillamente el Shin Bet ha ignorado el gobierno y sus leyes.

Dos grupos israelíes de derechos humanos, B’Tselem y Hamoked, hallaron el año pasado que siete métodos "especiales" de interrogación son regularmente usados para torturar, incluyendo palizas, suspensiones dolorosas, doblamiento doloroso de la espalda, estiramiento del cuerpo y privación prolongada del sueño.

La detención proporciona otras oportunidades de reclutamiento. A lo largo de los pasados 17 años, 150.000 palestinos han sido procesados por el régimen militar. Según el grupo israelí Yesh Din, el 95 por ciento de estos juicios acaban en súplicas por parte de los palestinos, ofreciéndoles otra posibilidad para que los detenidos se conviertan en informadores a cambio de una reducción de condena.

El compartimiento de células en el sistema penal israelí, tal y como Saleh Abdel Jawwad, un científico y político establecido en Ramallah, ha observado, es también el ambiente perfecto en el cual el Shin Bet puede recoger datos no sólo sobre el detenido, sino también sobre la sociedad de la que proviene y de su entorno más cercano.

Con unos cientos de miles de palestinos que han pasado por sus cárceles desde 1967, Israel ha sido capaz de "controlar la población desde los primeros periodos", según comenta Abdel Jawwad, "en particular porque es capaz de identificar a los futuros líderes de la sociedad. "

Un ejemplo del uso de la presión durante la detención se dio a conocer la semana pasada cuando una orden de mordaza fue levantada sobre el caso de Hamed Keshta, de 33 años de edad, residente de la Franja de Gaza. Traductor para agencias de noticias y la Unión Europea, fue detenido el pasado julio cuando trataba de usar un permiso para cruzar la frontera con Israel y así reunirse con sus jefes de la Unión Europea.

Keshta dijo que fue detenido y seguidamente se le ofreció la posibilidad de convertirse en colaborador. Cuando lo rechazó, las interrogaciones por parte del Shin Bet "comenzaron en serio", según ha publicado el periódico israelí Ha’aretz. Lo detuvieron durante un mes, acusado con serios cargos incluyendo "violaciones de seguridad" y de conspiración para cometer "un crimen contra la seguridad estatal”.

"Asumo que esta es la interrogación estándar por la que han tenido que pasar otros miles de palestinos", comentaba después de su liberación. "No me golpearon, pero fui colocado en refrenamientos y forzado a sentarme en una silla", comentó haciendo referencia a la infame "shabah" o posición de tensión que se hace insoportablemente dolorosa después de un corto período. Keshta también tenía la medicación retenida.

Durante décadas, la ocupación ha impuesto un sistema absoluto de control sobre la vida de los palestinos que requiere que soliciten permisos al régimen militar que los domina, vengan de la Administración Civil o del Shin Bet.

La mayor parte de los palestinos necesitan un permiso para realizar tales esenciales tareas como edificar o cambiar de casa; pasar un punto de control para visitar a un pariente o alcanzar un hospital; pasar el control en el Muro para cultivar su tierra; conducir un taxi; importación o exportación de mercancías; salida de los territorios ocupados, incluyendo las salidas de negocios; visitar a un pariente en prisión; conseguir la residencia para un ser querido, etc.

Existen pocos palestinos que no han necesitado tal "favor", por parte de las autoridades militares, en algún momento, ya sea para ellos mismos o para un conocido. Y es en este punto que tal presión puede ser ejercida. En su libro "Sharon y Mi Suegra" (Sharon and My Mother-In-Law), Suad Amiry describe este proceso con elocuencia. A cambio de la ayuda o de un permiso, el régimen de ocupación ofrece un pequeño favor. Una vez tomado, la integridad del recipiente se ve comprometida y poco a poco van creciendo las demandas.

Es este entrampar apacible de las grandes secciones de la población palestina - junto con las amenazas abiertas de violencia física a las secciones más pequeñas de la población - que asegura que la colaboración con la ocupación sea endémica. Esto, tal y como lo entiende Israel, crea un ambiente que frustra la exitosa resistencia, que requiere organización, cooperación y compartir servicios de inteligencia entre las diferentes facciones armadas. En cuanto el círculo se ensancha más allá de unos individuos, uno de ellos probablemente es un informador.

El resultado puede ser visto en el triste fracaso de los actos armados de resistencia, así como la facilidad con la cual Israel liquida a líderes palestinos, "objetivos" para la ejecución.

Abdel Jawwad llama a este acercamiento "guerra psicológica" contra los palestinos, hechos para creer que su sociedad es "débil, enferma y compuesta de personas con poca confianza".

En breve, esto animará a la fragmentación social en la cual los palestinos empiezan a creer que es mejor apuñalar a su vecino por la espalda antes de ser apuñalados ellos mismos.

Artículo publicado originalmente en Amin, 12/09/2008. Traducido por Mireaia Gallargo Avellán para Revista Pueblos

 

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