Las bases militares del imperialismo estadounidense
Para quienes consideran que los términos de imperialismo y colonialismo están pasados de moda, demodé, y prefieren utilizar eufemismos como globalización neoliberal o nuevo orden mundial, y refieren despectivamente a una ideologización de la ciencia social basada en un marxismo superado por las realidades del siglo XXI, la organización 'World Beyond War' ha puesto generosamente a disposición de periodistas, activistas, investigadores y lectores individuales una nueva herramienta en línea que permite observar la ubicación en el globo terráqueo de las 867 bases de EEUU, fuera de su territorio.
La herramienta proporciona una descripción de cada una, fecha de apertura, número de personal, áreas ocupadas y tipos de gobierno (https://worldbeyondwar.org/no-bases), proporcionando un video tutorial sobre este material de investigación (https://youtube.com/watch?v=ZV1OgJYqa1U).
Siguiendo las recomendaciones del sociólogo Wrigth Mills, de que había que crear un órgano de inteligencia público que investigara las estructuras del poder y desafiara las élites económicas, políticas y militares, el propósito de esta encomiable organización es ayudar a comprender el inmenso problema de la preparación excesiva para la guerra, que inevitablemente conduce a la intimidación, la intromisión, las amenazas, la escalada y la atrocidad masiva. 'World Beyond War' espera llamar la atención sobre el problema más amplio de los preparativos para la guerra.
Se afirma que EEUU es el único Estado que mantiene esta red masiva de instalaciones militares extranjeras en todo el mundo, por lo que se interroga: ¿cómo se creó esto y cómo continúa? Algunas de estas instalaciones se encuentran en extensiones territoriales consideradas botines de guerra, aunque la mayoría se mantienen a partir de la colaboración con gobiernos, muchos de ellos brutales y opresores que se benefician de la presencia de las bases.
Indudablemente, esto ha ocasionado desplazamientos de población dedicada a la agricultura y otras actividades productivas, provocando altos niveles y tipos de contaminación de los sistemas de aguas locales, hábitat y atmósfera, y, en consecuencia, ha dado lugar al surgimiento de movimientos de resistencia contra esta ocupación neocolonial del territorio.
Argumenta esta organización que las bases foráneas estadounidenses aumentan a menudo las tensiones geopolíticas, apoyan a regímenes autoritarios y antidemocráticos, sirviendo, además, como plataformas para emprender guerras neocoloniales como las de Irak, Afganistán, Yemen, Somalia y Libia.
Señalan que, en todo el espectro político de EEUU, e incluso dentro de las fuerzas armadas, se reconoce cada vez más que muchas bases en el extranjero deberían haberse cerrado hace décadas, y expresan que esto se debe a la inercia burocrática y los intereses políticos equivocados que las han mantenido abiertas, estimándose que el costo anual para los contribuyentes estadounidenses por mantener este enorme aparato militar oscila entre 100 y 250 mil millones de dólares.
La permanencia de las bases militares obedece también al papel que juegan en la reproducción y salvaguarda del sistema capitalista en su conjunto, y, en particular, de los vastos intereses económicos y geopolíticos de EEUU para conservarse como la principal potencia imperialista planetaria.
En esta dirección es importante tomar en cuenta los análisis del colega William I. Robinson, en cuanto que el Estado estadounidense maneja los únicos instrumentos importantes de coerción a escala mundial, siendo sobresaliente su aportación del concepto de Estado policiaco global para identificar más ampliamente el carácter emergente de una economía y una sociedad globales, como una totalidad represiva, cuya lógica es tanto cultural y económica, como política, y, ampliaría, militar.
Refiere que el Estado policiaco global comprende tres factores interrelacionados: en primer término, tenemos el sistema cada vez más omnipresente de control social, represión y guerra promovido por los grupos gobernantes para contener la rebelión real o potencial de la clase trabajadora global y la humanidad considerada sobrante.
En segundo lugar, se ubica el desarrollo y la aplicación, cada vez mayor, de este sistema represivo como medio para asegurar los beneficios y la continuidad de la acumulación de capital, de cara a su estancamiento, a través de lo que Robinson denomina acumulación militarizada y/o acumulación represiva (y añadiría, delincuencial).
En tercer lugar, señala la tendencia hacia sistemas políticos que pueden ser caracterizados como el fascismo del siglo XXI o, en un sentido más amplio, como totalitarismo. Paralelamente, una cultura neofascista se impone por medio del militarismo, la misoginia y masculinización extrema, junto con el racismo.
La Jornada