Las dos caras de Mario Vargas Llosa


Ha fallecido el Premio Nobel peruano, que en 2023 anunció que deja de producir narrativa y periodismo. Un género, el primero, que le ha elevado a los altares de la idolatría literaria. En cambio, los artículos publicados en El País a partir de 1990, le han llevado a controversias por su deslizamiento ideológico desde el comunismo juvenil hasta la extrema derecha. O, más gráficamente, de la denuncia de los crímenes y torturas en la Argentina de Jorge Videla, a la admiración manifiesta hacia Jair Bolsonaro, Keiko Fujimori (de quien pasó de llamarla "cáncer terminal" a decirle "mal menor" del Perú) y Javier Milei.
Su obra pendiente y postrera pudiera ser un ensayo sobre Jean Paul Sartre. Epílogo a su vez de 'Entre Sartre y Camus', publicada en 1981 en la transición del genio de Arequipa a excelente prosista de argumentos menores. Con la excepción --afirman sus críticos-- de olvidable 'La fiesta del chivo' en el año 2000.
Jorge Mario Pedro Vargas Llosa ha cumplido los 89 con una notable estatura de 178 centímetros para el común de su generación. Entrado en la cuarta edad, reconoce lagunas en la memoria y agobios para cumplir la entrega de sus artículos. Su mirada sin brillo es la de un abuelo en busca de sosiego, aunque no renuncie a los oropeles mundanos que siempre le han satisfecho.
Millonario en comparación a la mayoría inmensa de sus colegas, Vargas Llosa ha recibido todos los premios y distinciones imaginables. Dejará de percibir el millón y medio de euros anticipados por cada nueva novela, tal vez con alivio por parte de la editorial Alfaguara. Sus últimas obras --con calidad decreciente-- sufrían crisis de ventas.
Tampoco en el diario El País llorarán su marcha. Según la periodista Pilar Eyre, mantenía un contrato anual de 200.000 euros, caché difícil de soportar para un grupo mediático que lucha por sobrevivir mediante ventas sucesivas de activos. Por otra parte, su firme vinculación con las iniciativas políticas de José María Aznar no ha sido plato de gusto para los actuales directivos 'socialistas' de Prisa.
Criado por su abuelo, le hicieron creer que su padre había muerto, cuando en verdad había abandonado a su madre antes de que él naciera. El autor de éxito mundial se ha desquitado de los infortunios infantiles. A partir de su fichaje por parte de la agente catalana Carmen Balcells, consolidó su situación económica y percibió elevados derechos de autor, como gran exponente del 'boom' hispanoamericano junto a Gabriel García Marquez, el compadre a quien atizó un puñetazo por cuestión de celos (y/o de política). Fin de una hermosa amistad, ya deteriorada por las críticas de estilo franquista del peruano a la Revolución Cubana, a Fidel, a Chávez...
Conferenciante a millón de euros en reuniones selectas con ricos no necesariamente leídos, Juan Carlos I le premió en 2011 con el marquesado de sus propios apellidos --Vargas Llosa, no Borbón y Borbón--, pero sin latifundios ni siervos, nobleza express.
Sí aprovechó una oferta de José Manuel Lara, cuando el editor tentaba, antaño, a escritores consagrados --hogaño, Planeta tienta a famosos sin currículo literario--. Cincuenta millones de pesetas antes de impuestos --trescientos mil euros--, le convencieron para sacar del cajón el informe oficial sobre el Caso Uchuraccay, cuya dirección le encargo el presidente peruano Belaúnde Terry. Se pretendía dilucidar si el asesinato de ocho periodistas lo habían cometido indígenas o fuerzas paramilitares, al confundirlos con guerrilleros de Sendero Luminoso.
El expediente, de 1983, documentó 'Lituma en los Andes', ganadora del preconcedido Premio Planeta diez años después. Ni el informe, ni mucho menos la novela, aclararon la autoría de los crímenes.
En los años recientes, el Nobel ha organizado ordenadamente sus idas y venidas. Se ha despedido a la francesa de Isabel Preysler --tras ocho años de concubinato no concupiscente--, y ha ingresado en no menos francesa 'Académie', invitando al evento a Juan Carlos I y a la infanta Elena. Disfrazado con el traje negro sembrado de hojas verdes de laurel, tieso como una tabla, la casaca abierta para no oprimir el tórax, sostenía un espadín con su mano izquierda.
Asimismo, ha aprovechado para sumar a sus pasaportes peruano y español el de la República Dominicana, donde reside de cuando en cuando muy a gusto. A la semidictadura caribeña la pondera como ejemplo democrático para América Latina.
De vuelta al cobijo hogareño con su exmujer Patricia Llosa, disfruta el calor de la hija y de los dos hijos comunes, de los nietos... Lejos queda su fracaso, hace treinta años, cuando perdió las elecciones presidenciales en Perú frente a Alberto Fujimori. Pretendía Vargas Llosa evitar una nacionalización de la banca, que nunca puso en práctica el corrupto vencedor.
Muy en la distancia, el desencuentro con Jorge Luis Borges. El joven periodista hizo una entrevista al maestro en su casa de Buenos Aires. Citó en el texto que una molesta gotera había dificultado la conversación. Tiempo después Borges se refirió «a un peruano, que seguramente era vendedor de casas, y que había tratado de persuadirme de que le comprara una porque la anterior tenía goteras». El sarcasmo, tan borgiano, revela poca sintonía, a pesar de que Vargas Llosa fue siempre admirador del excelente pero muy derechista escritor argentino.
Ojo Avizor / La Haine