"Las mujeres son el sujeto fundamental del cambio social"
Silvia Federici (1942, Parma) es una de las teóricas más reconocidas del feminismo anticapitalista, una marxista que provoca llenos allá donde va. Anda de gira por Euskal Herria con 'Hitzak palmondo', editado por Txalaparta, un libro donde une sus poemas a las acuarelas de Begonia Santa-Cecilia.
Nos sale al encuentro Begonia Santa-Cecilia, artista navarra afincada en EEUU. Durante la pandemia, enviaba sus acuarelas a su amiga la pensadora marxista Silvia Federici (autora de, entre otros, 'Calibán y la Bruja'), y de esa conversación cruzada en cartas salieron flores, reflexiones, poemas recuperados y un libro, traducido al euskara por Amaia Astobiza, que es una auténtica rareza.
Dentro del hotel está Silvia Federici, una de las marxistas más leídas de nuestro tiempo, y su compañero durante los últimos cincuenta años, el filósofo George Caffentzis (Nueva York, 1945). Hablamos ante un té de luchas, madres, yeguas -sí, no se sorprendan-, marxismo, fascismo, amor y futuro. Todo junto, como la vida.
Dice que nunca pensó que sus poemas le interesaran a nadie. Y ahora está de gira con un libro de poemas y flores.
No pensaba que fueran buenos. Me gustaba escribir, pero no tenía una gran opinión de mis poemas. Yo empecé a escribirlos con 15 años.
Se dice que ensayo y poesía van unidos: Octavio Paz, Borges, Siri Hustved, Ida Vitale... la lista es larga, y también eran ensayistas y poetas.
Pasa cuando tienes una relación muy estrecha con la escritura. Yo a los 12 años escribí mi primer librito y mi hermana, cuando lo vio, lo destruyó.
La poesía expresa los pensamientos más íntimos, pero lo íntimo también es política.
Creo que la mayoría de mis poemas son políticos. Porque en la política hay varias formas de expresión: una es la comprensión y el análisis; la otra es la cuestión emotiva respecto a lo que pasa en la realidad. La relación social, el Estado o lo político-fiscal también generan sentimientos y emociones, porque ¡este es un mundo tan violento e injusto! Muchos de mis poemas van contra la injusticia social y también hay ironía desvergonzada contra la política oficial. También hay poemas íntimos.
Bueno, y sexuales.
Hay uno sexual, en el sentido más amplio. Es 'La canción del incesto', sobre el cuerpo de mi madre. Refleja el deseo del cuerpo de la madre que siente la niña. Es algo que lo he vivido no solo como niña, sino también como mujer adulta, cuando mi madre se estaba muriendo. Todos los días le daba masajes y así recuperé esa relación con el cuerpo de mi madre. Mi madre pasó a ser mi niña y dependía de mí, lo que creaba una relación muy fuerte. Yo he escrito que mi mamá ha sido mi último gran amor.
El libro, de alguna manera, refleja la relación entre amigas. Incluso diría que reivindica el papel de la amistad como red para los cuidados.
Yo creo que en los últimos 10-15 años el discurso sobre los cuidados se ha hecho muy importante. En América Latina y EEUU, las trabajadoras domésticas han llevado a cabo una gran lucha, y ellas dicen que 'sin nosotras no se mueve el mundo'. El feminismo ha puesto el trabajo doméstico y el de los cuidados sobre la mesa de una forma muy potente porque este ha entrado en crisis.
Por ejemplo, en estos últimos años han salido muchísimos libros sobre este tema, el último en los EEUU de Premilla Nadasen ['Care The Highest Stage of Capitalism'], porque ahora se da un interés de las mujeres, y no solamente de las feministas, por la gran crisis de los cuidados: los niños se suicidan; los mayores están abandonados, porque no hay tiempo para ellos en esta vida precarizada, sin recursos y sin futuro. Hay una gran deshumanización.
Y han salido muchos libros porque creo que los cuidados son la cuestión del momento. Eso es debido a que estamos viviendo en una época que pone nuestra vida en peligro, que subvierte la condición fundamental que es tener una vida decente, una vida no precarizada, una vida sin un continuo miedo por el futuro, una vida en la cual se valore lo no productivo, como la infancia y los ancianos. Los niños, bueno, serán productivos en algún momento, pero los ancianos son cada vez más maltratados.
El feminismo ha tomado fuerza los últimos años, pero, paralelamente, se ha dado una reactivación de la derecha. Ahí está el acto de Vox en Madrid, con toda la ultraderecha internacional. ¿Hay relación entre ambos fenómenos?
Es eso: una respuesta. Por ejemplo, en Argentina se ve con Milei que lo primero que ha hecho es atacar a las mujeres. Al hombre le da el derecho a una masculinidad dominante, sin que se avergüence de ella, y por eso es tan popular entre los jóvenes proletarios, porque les devuelve su poder masculino. La respuesta de la derecha es una respuesta también contra el feminismo, contra las mujeres que quieren ser más autónomas y que no quieren ser sometidas, que se revuelven contra dos trabajos mal pagados y la vida vivida en precariedad. Todo esto forma parte del redisciplinamiento social, porque no se puede disciplinar la reproducción social sin disciplinar a las mujeres.
Esta derechización planetaria da mucho miedo.
Estamos en un momento de expansión de unas relaciones capitalistas muy depredadoras, muy desplazantes y muy pauperrizantes, y que deben usar todas sus herramientas de represión para poder imponer una política económica que es devastadora y que prácticamente destruye la posibilidad de la vida con las guerras y la reducción de los recursos de la gente. Es la expresión política de una política económica que es muy destructiva, muy explotadora y muy desplazadora, porque también vacía el territorio para abrirlo a la inversión en agricultura, minería o petróleo.
¿Por dónde debieran ir las soluciones?
Hay que crear un movimiento muy fuerte. Yo me dirijo sobre todo a las feministas, a las que les digo que necesitamos un movimiento feminista de masas, fuerte y popular, que luche contra la guerra, contra la militarización y contra la violencia del Estado. Tenemos que construir una política vecinal y comunitaria.
Bueno, estamos en un momento de crisis de modelos, también en la izquierda.
También en el marxismo. A mí, de Marx me interesa su crítica al sistema capitalista, un sistema del que nos mostró cómo está basado en el trabajo humano y da prioridad a la acumulación de la riqueza privada. Un sistema que es fiduciario, que desvaloriza la vida y destruye nuestra vida y el planeta. Yo pienso que las nuevas generaciones se van a encontrar con un planeta que va a ser un horror.
Hace falta hacer un trabajo de construcción positivo, de repensar, crear y reconstruir la forma cotidiana la reproducción de la vida, de forma que no aísle, sino que nos una, que nos de un imaginario más amplio de posibilidades. Se tiene que intensificar nuestra solidaridad para que impacte en la política. Debemos construir una nueva sociedad y, para eso, necesitamos un cambio sistémico, pero también un proceso de experimentación continuo. La lucha debe ser experimentación, porque se construye día a día a partir del presente cambiando la relación entre nosotras, experimentando lo que funciona y lo que no funciona...
Las mujeres somos también nuestras mayores enemigas. Las mantenedoras del patriarcado, como les dijeron en alguna charla, ¿no?
Escucha, eso se dice porque sabemos que somos fundamentales para la reproducción de la vida y para las relaciones que sostienen a la vida. Y por eso decimos que, si cambia la mujer, cambia todo. Las mujeres revolucionarias son más importantes para el cambio social que el hombre, porque están en todos los lados: en la salud, la educación... Desde hace siglos, creamos la vida y también la cuidamos. No nos hemos especializado en el trabajo de matar; nos hemos especializado en el de cuidar la vida. Yo creo que las mujeres son el sujeto fundamental del cambio social.
Por cierto, una última duda. Leyendo el libro, veo que muchas poesías las escribió en Nigeria en el año 1985, cuando dio clases en la universidad. ¿Qué le pasó ese año?
En el año 85, en Nigeria se produjeron grandes enfrentamientos, porque el Gobierno debía decidir si adoptaba un ajuste estructural, en forma de un acuerdo con el Fondo Monetario. Estábamos George y yo en Nigeria, viviendo en dos ciudades diferentes y lejanas, como siempre [sonrisa], y fue un año muy intenso. Después me di cuenta de que Nigeria estaba en proceso de recolonización y que el Fondo Monetario estaba creando un nuevo modelo: tienes tu bandera, sí, pero eres recolonizado completamente, porque, al aceptar la ayuda estructural, no puedes tomar decisiones económicas sin consultarlas con el Fondo Monetario.
También vimos el delta del Níger, una de las siete maravillas del mundo, completamente contaminado por el petróleo. Mi compañero escribió un libro titulado 'No Blood For Oil! Essays on Energy, Class Struggle, and War' (2017), uno de los muchos que ha escrito. Nuestra relación se ha mantenido durante 50 años, porque hemos hecho mucho trabajo político juntos. Cuando yo he hecho mi trabajo feminista, él siempre me ha acompañado, también hemos luchado contra la pena de muerte, contra la represión en Italia... Ese ha sido el cemento de nuestra relación.
Naiz