Las retóricas vacías de la política alemana: ¿dónde está el enemigo?
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Justifica la crisis actual y evita la autocrítica. Mientras los partidos tradicionales mantienen la retórica de la amenaza rusa, la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD) explota el miedo al "enemigo interno", ya sean inmigrantes, feministas o comunistas.
En primer lugar, debemos atender a que la retórica sobre la "amenaza rusa" ha ido perdiendo credibilidad en Alemania de forma creciente. La ruptura de relaciones entre la nación germánica y Moscú tras la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania -y el atentado de EEUU contra los gasoductos Nordstream- supuso, entre otras cosas, la pérdida de acceso al gas barato que ha sido clave para el desarrollo industrial alemán.
Por otra parte, encuestas recientes, como la realizada por el instituto YouGov en octubre de 2024, exponían que una amplia mayoría (59 %) se mostraba partidaria de una conversación entre el canciller alemán Olaf Scholz y el presidente ruso Vladímir Putin. Ello pese a que en el actual escenario de negociaciones entre EEUU y Rusia, Europa no solo ha quedado fuera, sino que persiste en la misma retórica de estos años, sobre todo motivado por el interés de justificar su creciente gasto militar. Lo cierto es que señalar a Moscú como ese "enemigo" que debe unir a la patria en una situación crítica sigue perdiendo fuerza.
Relatos y realidades
Ante el fracaso cada vez mayor de esta estrategia, partidos como Alternativa para Alemania representa la otra cara de la misma moneda, y además se apoya en una estrategia global liderada por los nuevos populismos reaccionarios surgidos tanto en EEUU como en Europa y América Latina, que se muestran coordinados y que emplean nuevas técnicas de lucha ideológica a través del empleo masivo de redes sociales como X, y de figuras mediáticas con capacidad de imponer relatos globales como Elon Musk o Steve Bannon.
Sin embargo, esta crisis no es solo coyuntural, sino estructural. La pérdida de hegemonía de Occidente, el declive del modelo económico impuesto tras la crisis de los años 70 y la deslocalización productiva han debilitado la industria y el Estado de bienestar alemán. Esto ha llevado a una crisis de legitimidad del sistema democrático liberal y a una nostalgia por el pasado de supremacía global en la esfera ideológica.
La proyección de esta crisis de identidad se ha traducido en el discurso del 'Make America Great Again' ('Hagamos a EEUU grande otra vez') o su correlato europeo, pero también en el jardín de Josep Borrell, que se proyecta a través de la construcción de una narración simplista y maniquea, negacionista de la historia, donde EEUU, Europa o Alemania son víctimas (prácticamente indefensas) de algo o de alguien. Justificando políticas cada vez más autoritarias para combatir la supuesta "amenaza".
Pero más allá de los relatos, enfrentándonos con los datos objetivos podemos afirmar que el "milagro alemán" ha colapsado. La economía se contrajo un 0,3 % en 2023 y un 0,2 % en 2024, afectada por la crisis energética, las sanciones a Rusia y la pérdida del acceso al gas barato, o la inflación y la interrupción de las cadenas de suministro. Sin embargo, el problema va más allá de estos factores inmediatos. Durante años, el crecimiento económico ha sido desigual, con un aumento del empleo precario, 'minijobs' y desigualdades persistentes entre la Alemania oriental y occidental.
Además, la privatización de la sanidad ha llevado a un modelo basado en la rentabilidad, cerrando hospitales en zonas rurales y priorizando tratamientos caros en lugar de preventivos.
La crisis también la están pagando los trabajadores. Empresas como Bosch, BASF y Lanxess han aplicado despidos masivos, mientras que sectores clave como el automovilístico han cerrado fábricas. La transición digital y ecológica se está usando como excusa para más deslocalización y reducción de personal.
Frente a esta situación, ni los partidos tradicionales ni la extrema derecha ofrecen soluciones reales. La Unión Demócrata Cristiana (CDU), ganadora de las elecciones con un 28,6 % de los votos, propone reducciones fiscales que benefician a las grandes empresas y aumentan la desigualdad. El Partido Socialdemócrata (SPD), en lugar de replantear el modelo, se limita a ofrecer subsidios. AfD, que logró un histórico 20,8 % y se convirtió en la segunda fuerza, no solo no representa una solución real a la crisis, sino que la profundiza.
Su estrategia de polarización apoyada en retóricas globales, desvía la atención de los problemas estructurales. No existe un cuestionamiento real del modelo, y su agenda económica basada en recortes sociales, desregulación y proteccionismo selectivo solo beneficia a las élites que ellos mismos dicen combatir. No solo no cuestionan este modelo económico vigente, sino que, además, proponen una versión autoritaria y excluyente del mismo. Lo que no sin razón, nos remite a pasados muy oscuros tanto de Alemania como de Europa. Finalmente, pone sobre la mesa a un enemigo no tan difuso de Alemania que es su propia historia.
En este contexto, el país germánico no solo enfrenta una crisis económica, sino también una crisis de identidad y de modelo de desarrollo. Sin embargo, los movimientos políticos que plantean alternativas siguen siendo marginales en un escenario dominado por discursos de miedo y ausencia de autocrítica, por la creación de "enemigos" que alimentan un chovinismo reaccionario.
Mientras nos presentan a enemigos externos o internos, desgraciadamente parece que son pocos los movimientos políticos que en Occidente plantean un modelo alternativo de desarrollo que sí se inserte en la realidad de un mundo cambiante que tiende a la multipolaridad y que exige nuevas formas para el desarrollo interno de las naciones.
El mundo basado en el expolio debe llegar a su fin.
Actualidad RT