Lecciones de la Campaña de alfabetización cubana
[En la foto, alfabetizadoras en la Plaza de la Revolución, el 22 de diciembre de 1961.]
A partir del triunfo de enero de 1959, la Revolución colocó los programas educacionales, culturales y científicos en el vórtice de las aspiraciones y necesidades inmediatas de nuestro pueblo. Con estas premisas se desarrollaron cambios profundos en la educación y la cultura que habrían de ser el fundamento de la Campaña de Alfabetización iniciada en enero de 1961.
La ampliación de los servicios educacionales a toda la población cubana fue objetivo priorizado desde los primeros momentos. La creación de 10 000 nuevas aulas de una vez, la conversión de los cuarteles en escuelas y la nacionalización de la escuela privada, ejemplifican, de manera elocuente, esa voluntad de la Revolución triunfante.
Asimismo, al llamado de la Revolución marcharon a las montañas 3 000 maestros voluntarios. Comenzó el plan de superación de la mujer que se convirtió en una vía para elevar el nivel cultural de las campesinas y, desde 1961, se crearon los círculos infantiles para facilitar la incorporación de las mujeres al trabajo.
Preparar organizativa y pedagógicamente la batalla no hubiera sido factible sin un trabajo previo de investigación socio-cultural. En su planificación técnica se llevaron a cabo investigaciones científicas a través de toda la nación, que pusieron en evidencia aspectos cuyos resultados constituyeron factores muy importantes para la orientación del proceso técnico subsiguiente. Así surgieron la cartilla Venceremos y el manual Alfabeticemos. El mérito de estos textos estuvo en su eficiencia técnica y práctica para orientar el trabajo de centenares de miles de alfabetizadores. Se elaboraron fórmulas pedagógicas capaces de enseñar a través de un contenido revolucionario y que respondía a los intereses y a la psicología de analfabetos y alfabetizadores.
La Campaña sirvió como germen para entender los problemas de organización y dirección de la educación en las condiciones de una sociedad revolucionaria, en donde la escuela debía vincularse con el pueblo y los métodos de enseñanza tomar en cuenta el inconveniente de la masividad de la cultura. Por vez primera en nuestra historia, esa cuestión se planteó como algo que exigía solución práctica. Y ello sigue constituyendo uno de los más importantes dilemas que tiene ante sí el desarrollo de la cultura nacional. Puede decirse que las experiencias de entonces son decisivas para encontrar los caminos necesarios de hoy. Cada vez que pensamos en las tareas que debemos realizar en cuanto a la masividad y calidad de la cultura, recordamos cómo la Campaña de Alfabetización logró solventar, en su nivel, este importante problema.
La alfabetización, como toda la tarea ulterior que emprendió la Revolución en la enseñanza y la cultura, planteó un problema que los maestros entendieron con claridad y precisión. Me refiero a la necesidad de relacionar, en una forma eficiente y práctica, los aspectos técnicos y pedagógicos que ella suponía con los principios y métodos que propiciaran una gran movilización social y, a su vez, vincularlo todo a la solución de innumerables dificultades de carácter administrativo, de organización y de distribución de recursos materiales y humanos.
Las viejas estructuras organizativas de la dirección docente que existían en el capitalismo, se vinieron abajo, estrepitosamente, en esos meses y en los años posteriores. Se crearon, de esta manera, nuevas estructuras y formas de organización popular de la enseñanza. Y no solo para la educación, sino para otros ámbitos del trabajo cultural.
El apoyo principal para la realización del trabajo técnico durante la Campaña, hay que atribuírselo a la mejor tradición pedagógica del maestro cubano y a la vinculación popular, históricamente lograda en la escuela primaria y, muy especialmente, en la escuela pública. Esta tradición del magisterio primario cubano tiene el mérito de haberse mantenido y desarrollado en lucha abierta contra la corrupción y el latrocinio de los gobiernos neocoloniales. Esta tenía una profunda raíz histórica en nuestra Patria, rechazaba el intelectualismo e iba en busca de los problemas prácticos que planteaba el proceso de aprendizaje. Es una tradición de trabajo práctico y de profunda raíz popular. Toda esta tradición pedagógica, patriótica y de profunda raíz popular alcanzó cumbres de gloria cuando los trabajadores de la enseñanza, formando parte integral del pueblo, pudieron mostrar que habían hecho un aporte trascendente a la causa popular y a la cultura nacional.
La Campaña de Alfabetización mostró el enorme interés que la clase obrera tenía por la educación. El dinamismo del movimiento sindical le impuso su sello proletario a las hermosas jornadas libradas por los alfabetizadores populares y los millares de brigadistas Patria o Muerte. Centenares de cuadros sindicales volcaron su energía y su entusiasmo para apoyar la gran tarea que tenía planteada el país. A su vez, en aquellas jornadas se hizo sentir la participación de miles de dirigentes de la Federación de Mujeres Cubanas, de los Comités de Defensa de la Revolución, de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños y del Sindicato de Trabajadores de la Educación. La Asociación de Jóvenes Rebeldes, fruto de la unidad del movimiento juvenil cubano, encontró en la alfabetización la primera gran tarea que le serviría para foguearse en la acción de masas y que le permitiría descubrir y forjar a nuevos cuadros que asumirían diversas responsabilidades en la naciente organización.
A la batalla se integraron 300 000 cubanos, entre los cuales estaban más de 100 000 estudiantes brigadistas Conrado Benítez; 121 000 alfabetizadores populares; 35 000 maestros integrados como dirigentes y especialistas; 15 000 obreros agrupados en las brigadas "Patria o Muerte" a las que hay que agregar un sinnúmero de trabajadores de distintas ramas, así como personal administrativo y de servicios.
La Campaña fue un hecho que por su significado educacional, cultural y político motivó la atención de muchos en el ámbito internacional, desde el momento mismo en que Fidel Castro expresara ante la Asamblea General de las Naciones Unidas aquel memorable compromiso. Rebasó los límites de nuestro país. Maestros procedentes de varios países de Latinoamérica se integraron en brigadas voluntarias y alfabetizaron en distintas zonas de nuestros campos. Igualmente se contó con la colaboración de los países socialistas y de organizaciones juveniles de carácter internacional, como la Unión Internacional de Estudiantes y la Federación Mundial de Juventudes Democráticas.
La UNESCO, a solicitud de nuestro Gobierno, envió especialistas para verificar los resultados de la Campaña, quienes en las conclusiones del pormenorizado informe que presentaron, expresaban: "La Campaña no fue un milagro sino una difícil conquista, lograda a fuerza de trabajo, de técnica y de organización".
Los recién alfabetizados tuvieron oportunidad de elevar sus conocimientos mínimos adquiridos a través de los planes de Seguimiento y de Educación Obrera y Campesina, y los jóvenes alfabetizadores se integraron en el Plan de Becas de la Revolución. Se desarrolló una verdadera ansia de aprender en el seno de la clase obrera, de los campesinos y de los trabajadores en general. Con el empeño tesonero de los organismos educacionales, de los sindicatos y demás organizaciones de masas, se graduaron de sexto grado más de un millón de personas. Es decir, que la Campaña no solo logró liquidar el analfabetismo e incorporar a la vida cultural del país a 700 000 personas que permanecían sin saber leer ni escribir. También le abrió un camino con el Sistema de Becas y a la ampliación de la enseñanza a toda una nueva generación que fue tomando una mayor influencia en la vida nacional.
La generación que integró el ejército de alfabetizadores, durante décadas ha estado en la vanguardia de las múltiples y diversas tareas que la Revolución ha demandado en la defensa, la economía, la educación, la cultura, la salud del pueblo o en las que el deber internacionalista les ha indicado. Lo demostraron desde 1961 hasta los días presentes, como parte activa en las grandes hazañas históricas que nuestro pueblo ha llevado a cabo desde entonces.
Estos jóvenes que participaron en la Campaña de Alfabetización, fueron a realizar su trabajo en el mismo año en que se producía el ataque mercenario de Playa Girón. Ellos, siguiendo la orientación de Fidel, no interrumpieron su labor, continuaron en su empeño logrando que aquel año, el de la Victoria de Girón, fuera también el de la Victoria de la Alfabetización.
En la conciencia de esa generación de jóvenes está el recuerdo de aquella epopeya, en la que perdieron la vida por cumplir con el deber Manuel Ascunce Domenech y Delfín Sen Cedré. Meses antes de la Campaña había sido asesinado vilmente el maestro voluntario Conrado Benítez. Estos mártires y los hechos históricos quedaron grabados para siempre en la conciencia de nuestro pueblo y han marcado un camino hacia el futuro, que ningún joven alfabetizador de aquellos tiempos olvidará.
La Alfabetización fue, en síntesis, un hecho educacional y cultural creador de conciencia revolucionaria en las nuevas generaciones y fue un acontecimiento esencialmente humano. Lo esencial está en que formó parte del intenso movimiento popular de ansias profundas de renovación radical que vivía el país en los años iniciales de la Revolución. En aquellos días hermosos, siglos de ignorancia y explotación se vinieron estrepitosamente abajo. En aquellos momentos fundacionales hice un llamamiento a los especialistas y pedagogos del país a cooperar en todos estos empeños. La tradición patriótica de las ideas educacionales cubanas inspiraba nuestra política. Desde mi función de Ministro tuve el privilegio de convertirme, de hecho, en alumno de los mejores maestros de Cuba.
En 1960, en la Asamblea General de la ONU, Fidel anunció que se organizaba una campaña nacional contra el analfabetismo, y que en 1961 Cuba estaría libre de ese flagelo que azotaba y azota aún a la humanidad. El 22 de diciembre de aquel mismo año histórico -que lo fue también porque triunfamos contra el imperialismo en Girón-, proclamaba en la Plaza de la Revolución que habíamos ganado la batalla contra el analfabetismo. El proceso educacional y cultural cubano adquiría una significación nacional e internacional ejemplarizante.
Por eso, pudo decir: "Ningún momento más solemne y emocionante; ningún instante de júbilo mayor, ningún minuto de legítimo orgullo y gloria como éste, en que cuatro siglos y medio de ignorancia han sido derrumbados". Así, junto a la imagen de José Martí, nació el movimiento educacional, cultural y científico generado por la Revolución Cubana, que ha estado en su columna vertebral, el que resulta decisivo para la independencia y el progreso del país, y es carta de presentación de Cuba ante el mundo. Dijo entonces Fidel, las masas hicieron suya esta lucha; todas las organizaciones de masas hicieron suya esta bandera, y solo así fue posible ganar la batalla.
Todas estas lecciones las aprendimos de la epopeya de la Alfabetización.