[Libro] El Che en Bolivia. Documentos y testimonios (IV)
El año 1968, poco después de la publicación del diario del Che, en una reunión del comité central del Partido Comunista de Bolivia, los dirigentes de la Juventud Comunista, que asistían en calidad de invitados “sólo con derecho a voz”, exigieron con vehemencia que el partido dé a la publicidad todo lo referido a su relación con la guerrilla. Roberto Alvarado Daza, profesor universitario y a la sazón dirigente del PCB, a tiempo de oponerse a la iniciativa, apoyó la posición de Jorge Kolle y otros dirigentes de permanecer mudos, ignorando las acusaciones que en ese tiempo circulaban profusamente. Alvarado sostuvo que no había llegado aún el momento para los esclarecimientos históricos, existían demasiados factores emocionales que impedían un juicio ecuánime. “Camaradas —dijo dirigiéndose a los jóvenes— tienen que transcurrir unos 20 o 30 años para que la experiencia de Ñacahuasu pueda ser valorada desapasionadamente”.
Pues bien, han transcurrido ya 25 años. Entre aquellos jóvenes que candorosamente pedían que el PCB dijera su verdad acerca de todo cuanto tuvo que ver con la guerrilla, estaba quien escribe estas líneas. A despecho de esas exigencias y de muchas otras que se planteaban por entonces, en la práctica se impuso la línea de “no hacer olas” para dejar que el tiempo borre las huellas y las heridas.