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Europa :: 27/08/2024

«Un problema alemán»

Nahia Sanzo
El presidente checo, sin mencionar a EEUU, dijo: "Si el objetivo del ataque (al Nord Stream) era detener el suministro de gas y petróleo rusos a Europa, entonces sería un objetivo legítimo"

Las últimas "revelaciones" sobre la autoría y los motivos del atentado contra el Nord Stream han vuelto a poner a evidencia la debilidad de la postura de Alemania, que no solo se ha visto obligada a guardar silencio ante un ataque directo, sino que está sometida a presiones para continuar armando y financiando al país que según, la prensa y los servicios secretos occidentales, atacó sus infraestructuras críticas.

De nada ha servido la insistencia de Boris Pistorius, ministro de Defensa, en la posibilidad de que todo se tratara de una falsa bandera rusa, versión que siempre fue una forma de agarrarse a un clavo ardiendo y ganar tiempo ante la evidencia de que no fue un enemigo, sino un aliado quien cometió el ataque. La certeza con la que la prensa apunta a Ucrania en el caso del Nord Stream -una forma de exculpar a EEUU de las certezas que creó la información de Seymour Hersh, aceptada por la mayoría de los analistas serios- no ha supuesto aliviar la presión que desde 2022 existe sobre Alemania, el antiguo motor de la Unión Europea, tratado en estos últimos dos años y medio como el eslabón más débil.

Sin un mínimo periodo de gracia tras la publicación de un extenso reportaje en el que The Wall Street Journal realiza una tan amplia como falsa descripción de cómo y por qué se planificaron las explosiones del Nord Stream, parece haberse reanudado la campaña de presión contra Berlín, a quien siempre se exige más. "Ucrania tiene un problema alemán", titulaba la semana pasada Bloomberg, que no se refería a la necesidad de reparar unas relaciones que puedan haber quedado dañadas por lo ocurrido en el mar Báltico, sino que presentaba a Berlín como un obstáculo para que Kiev logre sus objetivos.

"La operación de Kiev en Kursk no está tanto dirigida al frente sino a Berlín y otros aliados", indica el artículo, que añade que "no por primera vez, Ucrania está teniendo problemas con el apoyo de Berlín", para añadir que Ucrania "también tiene un problema con Francia, EEUU e incluso el Reino Unido". Es a ellos a quienes se dirigen las últimas acciones de las Fuerzas Armadas de Ucrania. La continuación de la guerra proxy exige que las cantidades de armamento no solo no decaigan, sino que perdure la tendencia a la escalada.

El texto de Bloomberg es uno de los muchos ejemplos del argumento de abandonar la idea del aumento progresivo de la presión a Rusia para adoptar una política que, en la práctica -aunque no en la retórica, que únicamente utiliza el término escalada para las acciones rusas-, es una paso hacia la guerra total.

La lógica es tomar al pie de la letra y creer el discurso ucraniano sin necesidad de más evidencia que las palabras de un aliado. "Zelensky afirmó que toda la operación de Kursk no habría sido necesaria si los aliados hubieran levantado las restricciones al uso de misiles de largo alcance para atacar las ventajas esenciales de armamento de Rusia donde están situadas, es decir, lejos de las líneas del frente". Esta lógica choca con la experiencia y con las promesas que Kiev ha realizado en cada momento.

Inicialmente, Ucrania exigía misiles de largo alcance para atacar Crimea, el territorio más importante para Kiev, que caería de forma prácticamente automática a base de hacer insostenible la situación de las tropas rusas en la península. Ucrania atacó y dejó fuera de uso durante un tiempo la conexión ferroviaria del puente de Kerch, la parte más importante a la hora del suministro militar. Las tropas ucranianas lograron disponer de los misiles occidentales con los que iba a ser posible, no solo romper el frente, sino acercarse a Crimea y poner en peligro el control ruso. Meses después, con ataques periódicos contra la península y amplio uso de misiles, la situación no ha cambiado porque las defensas rusas los bloquean.

Tampoco lo han hecho las promesas. Ayer un representante de la inteligencia militar ucraniana insistía nuevamente en que existe un plan para la desocupación de Crimea y la destrucción del puente que une la península con la Rusia continental, un sueño que perdura a pesar de la evidencia de que los ataques de larga distancia causan pérdidas, pero no son definitivos. Esa lección puede aplicarse a la idea ucraniana de que la eliminación de las restricciones a ataques contra objetivos militares rusos alejados en cualquier lugar del territorio ruso va a suponer un punto de inflexión en la guerra, un argumento que no es sino la reformulación de la idea de las armas milagrosas (misiles Patriot y ATACMS, tanques Abrams, F-16) que tanto ha fallado en esta guerra.

La realidad es que, con inteligencia de sus aliados y armamento de largo alcance, Ucrania puede aspirar a minar modestamente el esfuerzo militar ruso a base de incrementar los costes. Incluso aunque Kiev obligara a Moscú a limitar el uso de bases militares cercanas a la frontera, Rusia seguiría disponiendo de infraestructuras a mayor distancia, elemento que aumenta el gasto, pero también limita la efectividad de hipotéticos ataques ucranianos. Es evidente que, a mayor distancia, más tiempo de vuelo y, por lo tanto, más facilidades para que las defensas rusas puedan derribar esos misiles.

Sin embargo, el argumento de que el permiso para utilizar misiles en territorio ruso supondría el elemento decisivo para la victoria ucraniana sigue siendo habitual en los medios, donde expertos y lobistas insisten en que las restricciones occidentales son el motivo por el que Ucrania no consigue ganar la guerra. "Los misiles tierra-tierra estadounidenses ATACMS y los misiles de crucero británicos, franceses y alemanes Storm Shadow, SCALP_EG y Taurus, respectivamente, permitirían a Ucrania destruir con mayor eficacia puentes, depósitos de armas y, sobre todo, los aeródromos desde los que despegan los aviones rusos armados con bombas planeadoras", afirma Bloomberg sin añadir más contexto ni matizar la escasa efectividad que han tenido hasta ahora los misiles de los que dispone Ucrania.

"Es fácil meterse con Alemania, la nación que al principio solo ofreció a Ucrania cascos para defenderse de la invasión a gran escala en febrero de 2022", afirma el artículo en párrafos anteriores. En la tarea de culpar a los aliados de Ucrania por la inferioridad con respecto al ejército ruso, Berlín es el chivo expiatorio más sencillo, no solo por las reticencias iniciales del canciller Scholz, sino por su actual rechazo al envío de misiles Taurus, con un rango capaz de atacar incluso Moscú.

No es una casualidad, sino una herramienta de presión, que el artículo mencione los misiles alemanes junto a los modelos occidentales de los que Ucrania ya dispone. Aunque al menos de forma pública, Kiev parece haber desistido momentáneamente en sus exigencias a Berlín, quienes defienden la lógica de la escalada no han olvidado esa negativa del jefe del Gobierno alemán. Pese a que Scholz desmintió, en su momento, que el rechazo a enviar misiles Taurus a Ucrania se debiera a la falta de confianza en Kiev, las sospechas sobre quién había atacado el Nord Stream eran ya claras. Y aun así, medios, expertos y lobistas occidentales continúan exigiendo a Alemania que envíe misiles de largo alcance a Ucrania y comprando gas caro al país del que sospecha que realizó un acto terrorista contra sus infraestructuras vitales, un detalle que gran parte de los medios prefieren olvidar.

Al fin y al cabo, la teoría que se impone en el establishment europeo actualmente es la que justifica el ataque como un acto de justicia contra Rusia y especialmente contra quienes optaron por la política de acercamiento económico entre las potencias del continente. El presidente checo Petr Pavel resumió a la perfección esta idea al referirse a lo ocurrido en el Nord Stream. "Cuando se produce un conflicto armado, no sólo se atacan objetivos militares, sino también estratégicos. Los oleoductos son un objetivo estratégico. Si el objetivo del ataque era detener el suministro de gas y petróleo a Europa y devolver el golpe a Rusia, entonces -y utilizo específicamente el término «condicionalmente»- sería un objetivo legítimo", explicó en una reciente entrevista, sin aclarar que ese era el objetivo de Biden. Todo está justificado, también atacar a un aliado.

slavyangrad.es / La Haine

 

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