Lo común, lo público y el Estado
¿Qué es lo que tiene en común los miembros de un país? Una respuesta inicial y simple podría ser una historia compartida entre todos sus miembros. Ciertamente esto hace referencia a vivencias y amplios vínculos unificantes a lo largo del tiempo. Pero si nos fijamos con atención, mucho de lo que ahora llamamos “historia compartida” son en realidad eventos que articularon directamente a unos segmentos de la sociedad sin involucrar a otros (como por ejemplo las guerras de independencia del siglo XIX respecto a las naciones indígenas amazónicas), pero que, con el tiempo, han sido designadas, y sedimentadas, como si fueran propios de todos, incluso para personas pertenecientes a otras generaciones que no les todo vivir esos sucesos.
La referencia a una unidad territorial, a un mercado unificado, o a un idioma compartido tampoco son convincentes porque las delimitaciones territoriales son un producto contingente de negociaciones de elites, productos de guerras, conquistas y sublevaciones populares regionales o resultados tardíos de una previa delimitación geográfica, y no el resultado convenido por la mayor parte de los miembros de una sociedad. Y lo peor, un migrante con dinero puede acceder a las tierras que le apetezca, mientras que el oriundo sin dinero tendrá que contentarse con un trabajar para él.