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Medio Oriente :: 25/06/2024

Lo que la salida de Gantz del régimen israelí revela sobre la fallida estrategia en Gaza

Meron Rapoport
El régimen no puede seguir manteniendo la ilusión de que la Franja de Gaza ha sido separada de Cisjordania y, por tanto, de cualquier futuro acuerdo político palestino

El 7 de octubre colapsó la "política de separación", de décadas, de Israel hacia Gaza. Gantz y Gallant lo saben; Netanyahu y la extrema derecha todavía no lo admiten.

A primera vista, es difícil encontrarle sentido a la división dentro del gobierno de Israel sobre el "día después" en Gaza, que llevó a Benny Gantz a abandonar la coalición este mes. En una conferencia de prensa en la que anunció su decisión, Gantz acusó al Primer Ministro Benjamín Netanyahu de "impedir... una victoria real" al no presentar un plan viable para la gobernanza de la Franja de posguerra.

Gantz, que se unió al gobierno y al gabinete de guerra después del 7 de octubre como ministro sin cartera, ha estado instando a Netanyahu durante meses a que exponga su plan del "día después". El primer ministro, que tiene un interés personal y político en prolongar la guerra , se ha negado hasta ahora a presentar uno; en cambio, sólo ha insistido repetidamente en que rechaza tanto la existencia continuada de un "Hamastan" como su reemplazo por un "Fatahstan" dirigido por la Autoridad Palestina (AP).

Sin embargo, Gantz tampoco tiene un plan viable. Su propuesta -reemplazar a Hamas con un "mecanismo de gobernanza civil internacional" que incluya algunos elementos palestinos, manteniendo al mismo tiempo el control general de la seguridad israelí- es tan descabellada que su significado práctico es continuar la guerra indefinidamente . En otras palabras, exactamente lo que quieren Netanyahu y sus aliados de extrema derecha.

Lo mismo puede decirse del ministro de Defensa, Yoav Gallant, que era el aliado más cercano de Gantz en el gabinete de guerra. Según se informa, Gallant abandonó una reunión del gabinete de seguridad el mes pasado cuando otros ministros lo criticaron por exigir que Netanyahu descartara un control civil o militar israelí prolongado sobre Gaza. Pero la propuesta alternativa del Ministro de Defensa es esencialmente la misma que la de Gantz: establecer un gobierno dirigido por "entidades palestinas" no pertenecientes a Hamás con respaldo internacional, algo que ningún actor palestino, árabe o internacional aceptará.

Es cierto que Gantz y Gallant también han exigido que Netanyahu dé prioridad a un acuerdo con Hamás para recuperar a los rehenes, mientras el primer ministro se demora. Pero este aparente desacuerdo también se derrumba bajo escrutinio: cualquier acuerdo implicaría una retirada israelí significativa, si no completa, de Gaza y un alto el fuego de meses, si no permanente. Semejante escenario daría lugar a una de dos posibilidades: un retorno al gobierno de Hamás o la reimposición de la Autoridad Palestina, dos opciones inaceptables para Gantz y Gallant, por un lado, y para Netanyahu y sus aliados de extrema derecha, por el otro.

Entonces, ¿por qué la derecha israelí ve las propuestas fundamentalmente incoherentes de Gantz y Gallant como una amenaza existencial? La respuesta va mucho más allá de los desacuerdos sobre la cuestión del "día después" de Gaza. Lo que Gantz y Gallant están reconociendo implícitamente, y Netanyahu y sus aliados se niegan a admitir, es que la "política de separación" de Israel de décadas de antigüedad se ha derrumbado tras los ataques del 7 de octubre. Al no poder seguir manteniendo la ilusión de que la Franja de Gaza ha sido separada de Cisjordania y, por tanto, de cualquier futuro acuerdo político palestino, los líderes de Israel se encuentran en un aprieto.

De la separación a la anexión

La política de separación de Israel se remonta a principios de los años 90 , cuando, en el contexto de la Primera Intifada y la Guerra del Golfo, el gobierno comenzó a imponer un régimen de permisos a los palestinos que limitaba los viajes entre Cisjordania y Gaza. Esas restricciones se intensificaron durante la Segunda Intifada y culminaron tras la "retirada" de Israel de Gaza en 2005 y el posterior ascenso al poder de Hamás.

La mayoría de los israelíes pensaban que Israel había abandonado Gaza y, por tanto, ya no tenía ninguna responsabilidad por lo ocurrido en la Franja. La comunidad internacional rechazó en gran medida esta postura y siguió viendo a Israel como una potencia ocupante en Gaza, pero el régimen israelí eludió sistemáticamente su responsabilidad para con los residentes del enclave. A lo sumo, el régimen estaba dispuesto a conceder a los palestinos permisos de viaje para entrar en Cisjordania o Israel por motivos humanitarios especiales.

Cuando Netanyahu regresó al cargo de primer ministro en 2009, trabajó para consolidar la política de separación. Amplió la brecha entre Gaza y Cisjordania canalizando fondos al gobierno de Hamás en la Franja, basándose en la creencia de que dividir a los palestinos geográfica y políticamente limitaría la posibilidad de un Estado palestino independiente.

Esto, a su vez, ha allanado el camino para que Israel se anexe parte o incluso la totalidad de Cisjordania. Cuando en 2021 le preguntaron a Yoram Ettinger, el "experto" demográfico de la derecha israelí, cómo abordaría el hecho de que entre el río Jordán y el mar Mediterráneo hay aproximadamente el mismo número de judíos y palestinos, explicó que "Gaza no está en el juego y no es relevante... El área en disputa es Judea y Samaria".

David Friedman, el embajador estadounidense pro-anexión designado por Trump, estuvo de acuerdo en que después de la retirada de Gaza, sólo la cuestión de Cisjordania seguía siendo relevante. "La evacuación [de israelíes] de Gaza tuvo un efecto saludable: sacó a 2 millones de árabes de la [ecuación demográfica]", dijo en 2016. Al sacar a Gaza de la agenda, explicó el ex embajador, Israel podría mantener una comunidad judía pura. Mayoritaria incluso si anexara Cisjordania y concediera la ciudadanía a sus residentes palestinos.

Un vacío de poder estratégico

Una de las razones declaradas por Hamás para el ataque de represalia del 7 de octubre fue romper la ilusión de que Gaza es una entidad separada y devolver a la Franja y a toda la causa palestina a la historia. Esto, sin duda, lo ha conseguido.

Sin embargo, incluso después del 7 de octubre, Israel ha seguido ignorando en gran medida la conexión entre Gaza y Cisjordania, así como su centralidad en la lucha palestina en su conjunto. Israel se ha negado sistemáticamente a articular un plan coherente para el "día después" porque hacerlo requiere necesariamente abordar el estatus de la Franja dentro del contexto israelí-palestino más amplio. Cualquier discusión de este tipo socava fundamentalmente la política de separación cuidadosamente cultivada por Israel.

Además de su absoluta brutalidad, el actual ataque genocida de Israel contra Gaza difiere en aspectos importantes de guerras anteriores. Nunca antes Israel había permitido que un territorio bajo su control militar quedara esencialmente sin gobierno. Cuando el ejército israelí ocupó por primera vez Cisjordania y Gaza en 1967, inmediatamente estableció un gobierno militar que asumió la responsabilidad de la administración civil de las vidas de los residentes ocupados. Cuando ocupó el sur del Líbano en 1982, no desmanteló el gobierno libanés existente; después de establecer una "zona de seguridad" en 1985, Israel entregó la responsabilidad de los asuntos civiles a una milicia local.

Esto contrasta marcadamente con la operación actual. A pesar de que Israel controla efectivamente grandes zonas de Gaza , Israel trata a los 2,3 millones de residentes de Gaza como si vivieran en el vacío.

Por razones obvias, Israel considera ilegítimo al gobierno democráticamente elegido de Hamás que gobernó la Franja durante 16 años, pero no ve a la Autoridad Palestina, que administra partes de Cisjordania, como una alternativa adecuada. Tal escenario socavaría completamente la política de separación de Israel: la misma entidad palestina gobernaría ambos territorios ocupados e Israel enfrentaría una mayor presión para negociar el establecimiento de un Estado palestino.

Mientras exista un supuesto vacío de poder en Gaza, la derecha puede lograr lo que quiere: la guerra puede continuar, Netanyahu puede prolongar su mandato y no puede haber ninguna posibilidad real de iniciar negociaciones de paz, que ahora incluso los estadounidenses parecen ansiosos por arrancar. La derecha nacionalista mesiánica también quiere mantener este limbo porque abre la puerta a la posibilidad de la llamada "migración voluntaria" de palestinos de Gaza, que es el último deseo del Ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, o a la "aniquilación total" de los centros de población de Gaza, que es el objetivo del Ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich. Ambos creen que los asentamientos israelíes con techos rojos se encuentran en el otro extremo de este período de limbo.

Dos visiones para Gaza

El ejército, sin embargo, parece cansado de este vacío. Para ellos, sólo promete combates interminables sin objetivos alcanzables, agotamiento entre soldados y reservistas y una creciente confrontación con los estadounidenses, con quienes el sistema de defensa de Israel tiene una relación excepcionalmente estrecha. La invasión de Rafah no hizo más que aumentar el descontento del ejército.

La toma por parte de Israel del cruce de Rafah con Egipto ha socavado aún más la idea de que no tiene responsabilidad por lo que sucede en Gaza. Gallant reconoció correctamente que el control del cruce de Rafah y del corredor de Filadelfia han acercado a Israel al establecimiento de un gobierno militar en la Franja: sin pretenderlo, y ciertamente sin admitirlo, Israel parece estar al borde de gobernar Gaza como gobierna Cisjordania.

Gantz y Gallant han reaccionado de manera similar ante esta situación. Ambos están en estrecho contacto con EEUU y también están más expuestos a la presión de las familias de los rehenes, cuyo apoyo sigue creciendo entre el público israelí. Ambos entienden muy bien que la continua negativa de Netanyahu, Ben Gvir y Smotrich a discutir el "día después" impide cualquier posibilidad de llegar a un acuerdo para la liberación de los rehenes y los condena a una muerte lenta y segura por los bombardeos indiscriminados.

* Meron Rapoport es editor de la revista israelí en hebreo "Local Call".
972mag.com. Traducción: Enrique García

 

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