Los alcances del ¡Ya basta!
Es valorable que la movilización partió de una convocatoria asamblearia, efectuada en cuestión de horas el sábado anterior. Y si bien se hizo bajo la advocación principal del colectivo LGBTQ+, que tomó la iniciativa, confluyó allí un conjunto de reclamos sectoriales y un sustrato de hartazgos acumulados ante los atropellos de este poco más de un año de gobierno de Javier Milei.
La multiplicidad de enojos se notó en los carteles, en las declaraciones de algunos concurrentes ante los periodistas. Y en la consigna central, que remitió al "antifascismo" y al repudio al racismo. Además fue destacable el amplio arco de edades convocado, desde jubilades a adolescentes.
La manifestación se replicó en los más variados puntos del país, en no pocos casos con alcance masivo. Nadie podrá decirse que expresa a un ghetto limitado a la ciudad de Buenos Aires.
Los imperativos de "Hasta acá" o "Ya basta" resonaron mucho. También el esfuerzo por revalorizar la idea de libertad, volver a llenarla de contenido progresivo frente a la usurpación que cometen todo el tiempo los "libertarios". "Batalla cultural", esta vez del lado de abajo.
Las militancias partidarias no ocuparon el primer plano, lo que no obstó para que su presencia fuese importante.
Cabe conjeturar que parte de la fuerza y magnitud de la propuesta adquirió su potencia de que el presidente Javier Milei cruzó nuevos límites en sus descalificaciones e insultos. Y no en cualquier lado sino en un foro internacional. Además de sus dislates homofóbicos con acusación de pedofilia incluida, el jefe de Estado agravió allí al feminismo y a las mujeres como tales. Y lanzó su amenaza de ir a buscar por todos los rincones del mundo a los "zurdos", calificación que maneja a su antojo y de acuerdo a sus conveniencias.
Es así que el grueso de la sociedad argentina se encuentra denostado, amenazado. A casi todxs los toca en alguna proporción el ataque desde el gobierno de ultraderecha: Jubilades, empleades públicos despedidos o maltratados, pacientes de hospitales estatales, trabajadores precarizados, luchadores por los DDHH, la comunidad universitaria, etc.
Recortes presupuestarios, maltratos, amenazas de desmantelamiento o supresión, sometimiento a las mayores arbitrariedades del "mercado", todo se suma para cuestionar los derechos y el lugar en el mundo de las mayorías populares. Todo eso anida en el discurso presidencial.
Trabajadores, pobres, mujeres, variadas minorías, todas las causas pueden conjugarse hoy en similar dirección. Más allá de posibles discusiones sobre la invocación del "antifascismo" queda clara la necesidad de una unidad de acción contra las políticas de Milei.
Lo anterior se enlaza con la necesidad de ir más allá de lo reactivo y defensivo. La activación callejera puede ser un sustrato propicio para desarrollar iniciativa popular. Pero no la constituye por sí sola.
Su promoción remite a la factura y asunción colectiva de un programa alternativo. Un proyecto de país diferente, que articule los reclamos sectoriales al mismo tiempo que los supere.
Programa que no puede diluirse en ningún pacto con sectores de derecha (o de púdica "centroderecha") que hoy hacen una oposición limitada a las políticas ultraderechistas del gobierno, mientras no cuestionan buena parte de sus medidas fundamentales y legitiman en general el rumbo económico.
Tampoco es dable el acuerdo con quienes impulsan sin mucho ímpetu una actitud opositora. Mientras desconfían de otras disputas que no sean las electorales. Y en las calles se conforman en el mejor de los casos con marchar atrás de la movilización popular llevada adelante por otros.
La apuesta al futuro
Visto el alcance de esta convocatoria de protesta no parecen del todo certeros los diagnósticos negativos acerca de la capacidad y voluntad de lucha de lxs argentinxs de hoy. Aquellos que sentenciaban que nuestra sociedad estaba "anestesiada" por el naufragio de los dos gobiernos anteriores o desconcertada ante los golpes que recibe todo el tiempo.
Sí es sin duda cierto que no hay una conducción política y que la dispersión y posterior neutralización constituye un riesgo vigente. Estamos ante una crisis política de grandes proporciones y las representaciones tradicionales, partidarias y de otro tipo se han quedado, al menos por el momento, escasas de respuestas. El avance del individualismo y la expansión del culto al "libre mercado" bastante más allá de la clase dominante son además ciertos.
Frente a eso se requiere la articulación de lo pequeño y local con lo más amplio y animado por un espíritu de unidad. Así como la recuperación de consignas desgastadas o apropiadas desde arriba: La libertad, la democracia y soberanía popular, la independencia nacional.
Sobre todo, se necesita la reivindicación plena de la acción colectiva y organizada. Con el abandono del sectarismo por un lado y del hábito de esperar soluciones desde arriba por el otro. Aquella consigna "sólo el pueblo salvará al pueblo" podría adquirir una especial resonancia en el futuro cercano.
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