Los innobles Premios Nobel en Economía
“No tengo ninguna opinión sobre la crisis del Euro.
No soy esa clase de economista”
Alvin Roth. Premio Nobel en Ciencias Económicas 2012“Nunca, nunca en mi vida hice un curso en Económicas”
Lloyd Shapley. Premio Nobel en Ciencias Económicas 2012
En la edición 2012 de los Premios Nobel, el menos conocido y publicitado de los galardones ha sido el siempre polémico Nobel en Ciencias Económicas, supuestamente dedicado a las llamadas “Ciencias Sociales”. A diferencia de los demás, el Nobel de Economía es el único que no fue previsto originalmente en el testamento de Alfred Nobel, y desde su creación en 1969, distinto a lo que sucede con los de Física, Química, Paz, Literatura o Medicina, está encargado al Banco Central de Suecia. En esta oportunidad los ganadores fueron los estadounidenses Alvin Roth (Universidad de Harvard) y Lloyd Shapley (Universidad de California) por sus contribuciones a “la teoría de las asignaciones estables y la práctica del diseño de mercado”, y según se anota en la declaración, “un ejemplo sobresaliente de ingeniería económica” (www.nobelprize.org).
A pesar que este año la controversia más publicitada ha girado en torno al Nobel de la Paz, entregado –para muchos, sin hacer méritos- a la Unión Europea, el Premio en Economía genera inquietudes por ser uno de los más sintomáticos del pensamiento hegemónico actual, especialmente, en un tema tan espinoso como la economía la cual, a nivel global y con epicentro en los Estados Unidos y Europa –no olvidemos este dato-, justamente atraviesa por la crisis más espectacular de su historia. Se esperaría entonces que la mal-llamada “ciencia económica” (economics) convencional tendría algo para decir (o, como la gran mayoría de las veces y, para este caso en particular, por lo menos para ocultar).
Desde luego, nadie medianamente informado podría haber esperado alguna sorpresa. Mucho menos que se rompieran las reglas en cuanto a los perfiles y criterios que ha mantenido inveteradamente el Comité Sueco para la selección de los ganadores: economistas angloamericanos y de formación neoclásica. Desde el 2001, de la totalidad de los veintitrés laureados, 19 son estadounidenses, por supuesto, casi sin excepción todos vinculados a las universidades “de élite” de ese país (en algunas muy pocas oportunidades británicas y excepcionalmente, israelíes). Eso sí, entre todos ellos resulta difícil, por no decir: imposible, identificar alguien que no profese alguna orientación distinta a la neoliberal. Algo que resultaría para los más desprevenidos “paradójico” pues se vocifera ampliamente la crisis automática y el inminente final de los finales del pensamiento único y del capitalismo salvaje, situación que por ahora, se mantiene –por decirlo de alguna manera– entre paréntesis.
De hecho, las continuidades en la manera como se sigue otorgando este Premio Nobel permiten bosquejar algunos cambios recientes que, más allá de este hecho en particular, reflejan buena parte del estado actual y la evolución propia de la llamada crisis epistémica del pensamiento económico convencional hegemónico, recordemos, otra pieza del complejo rompecabezas de crisis en singular que convergen en esta Crisis en general, sistémica y de largo plazo, por la que hoy transita el capitalismo contemporáneo (1)
Una de las líneas principales que se continúa confirmando en las elecciones hechas por el Banco Sueco es la virtual pérdida de preferencia en premiar a los partidarios de la ortodoxia neoliberal, aquellos que apoyan dogmáticamente el libertinaje de los mercados.
Ahora, y siguiendo la tendencia hegemónica al interior de la ciencia económica convencional y en gran parte de las definiciones reales en materia de políticas, la referencia parece concentrarse en economistas que, sin dejar de profesar el neoliberalismo a ultranza, pueden ser considerados proclives a las corrientes neoclásicas heterodoxas, es decir, aquellos que apoyan sostenidamente las libertades del mercado pero critican posturas dogmáticas; o, como se dice comúnmente, aceptan “las fallas del mercado” y la presencia terapéutica (regulatoria) del Estado pero niegan posibilidad alguna que la lógica de mercado falle y no sea ésta la matriz de producción y reproducción social, en todos los ámbitos (2). Incluso, paradójicamente -pensarían algunos-, el Nobel al Neoliberalismo también parecería estar desestimando últimamente la misma profesión por la economía teniendo en cuenta el recelo imperialista que pretende la Ciencia Económica convencional como axis mundi al interior de las Ciencias Sociales. Hay que recordar que en 2009 este premio fue concedido por primera vez a una no-economista, la Cientista Política hayekiana, Elinor Ostrom (http://bit.ly/VimBZ8). De hecho, tal como sucedió en 1994 con John Nash, en esta versión 2012 uno de los ganadores es un matemático que –según él mismo declara– nunca habría “tomado” un curso en economía. Algo que el Banco Sueco pareció intentar disimular con el otro ganador, Alvin Roth, quien si bien es un economista resulta ser, en todo caso, un profesor que trabaja (“heréticamente” postularían los economistas más tradicionales) en una Escuela de Negocios y quien niega ser esa clase de economista que la mayoría de la gente tendría en mente.
Por supuesto, decisiones coloreadas por este tipo de sucesos no son una casualidad y los resultados de este año siguen sugiriendo, aunque veladamente, varias cosas.
Como en algún momento lo anticipábamos, el giro epistémico hacia la heterodoxia neoliberal en la economics contemporánea resulta cada vez más rotundo. Y en esto el Nobel en Economía no es la excepción, legitimando de paso este movimiento. Tal vez, en los últimos diez años el único nobel ortodoxo sería el conferido a Edmund Phelps en 2006, ex colaborador del para hoy “anacrónico” –en palabras de muchos neoliberales críticos a la ortodoxia- Milton Friedman, personaje que en el pasado fue venerado hasta la saciedad pero que desde hace algún tiempo viene siendo ampliamente desacreditado, incluso dentro de los mismos círculos neoliberales como el Foro de Davos (http://wp.me/pmaom-4j). Desde el colapso financiero de 2007-2008 especialmente, las teorías del neoliberalismo ortodoxo y la gran mayoría (por no decir, la totalidad) de sus metarrelatos, no sólo resultan anticuados e indefendibles in vitro (epistemológicamente) (3), sino que también resultan impertinentes para la pretendida renovación y relanzamiento del neoliberalismo en concreto, in vivo. En este sentido, los marcos teóricos del nuevo neoliberalismo (heterodoxo) contarían –según consideran sus auspiciadores- con una mayor capacidad para interpretar la época de cambios y así evitar a toda costa un eventual cambio de época (crisis estructural, sistémica, global y de largo plazo del capitalismo neoliberal), posibilidad que resulta cada vez más plausible y verosímil conforme se profundiza esta Crisis. Este es un dato que, por supuesto, ha sido una vetusta realidad, un secreto a voces desde hace mucho sabido pero ingenua y fuertemente resistido por el intelecto neoliberal desde las corrientes pro-ortodoxia.
La decisión, finalmente, no resulta una curiosidad ociosa. En la presunta lista de candidatos para adjudicar el NOBELiberalismo 2012 se rumoreaba, entre otros, a los estadounidenses Robert Shiller (Universidad de Yale) estudioso de la conducta financiera y el movimiento errático de los mercados; Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart (Universidad de Harvard) especialistas en Deuda Pública; y Paul Romer (Universidad de Chicago) mundialmente famoso por sus trabajos sobre Desarrollo económico. Inclusive, se especuló que uno de los posibles aspirantes podía ser el francés Olivier Blanchard, hoy jefe de economistas en el Fondo Monetario Internacional y quien viene siendo uno de los artífices mediadores del “giro” del neoliberalismo fondomonetarista hacia la heterodoxia (neoliberal, desde luego). La única extrañeza en esta edición fue el virtual descarte de Daren Acemoglu (Instituto de Tecnología de Massachusetts, MIT), neoinstitucionalista turco-americano quien sonaba hasta el año pasado como uno de los grandes opcionados (4).
A la final, la medalla fue para Roth y Shapley quienes desarrollan la teoría de los juegos (cooperativos) y más específicamente “las asignaciones estables en mercados en los que no se equilibran por medio de precios”. Según sus simpatizantes, los trabajos de Shapley o Roth tendrían prometedoras aplicaciones prácticas en la vida “real”, en particular, para las elecciones “en pareja” ya sea en el campo matrimonial o universitario aunque también en los procesos de selección de beneficiarios en la donación de órganos. De hecho, uno de los trabajos pioneros del tema escrito por Shapley en 1962 (junto a su coequipero David Gale), se titula: Admisiones en las universidades y la estabilidad del matrimonio.
Sin pretender caricaturizar ciertas situaciones pero tampoco dejando pasar una vez más las tantas operaciones de ocultamiento que se han venido intentando respecto a la gravedad de la actual crisis, especialmente desde el shock en los mercados financieros globales, acontecimiento reforzado negativamente además vía crecientes déficits de Deuda pública soberana, particularmente onerosos ¡en los países de Europa! y que cuestionan profundamente cualquier idea sobre el desarrollo estable hacia el futuro, temas como la conducta financiera y el movimiento errático de los mercados, la Deuda Pública o el Desarrollo económico, ¡aún presentados bajo enfoques teóricos y desde una óptica neoliberal!, fueron desestimados por Comité del Banco Sueco el cual, según parece, estaría más preocupado por encontrar la manera cómo la gente puede “ligar” eficientemente (claro está, entre muchas otras aplicaciones “reales” del algoritmo de Gale-Shapley que Roth ha llevado a la práctica experimental, por ejemplo, en estos tópicos, y que les ha valido el Nobel).
Esta situación, simplemente siguiendo el sentido común, y ¡aún bajo enfoques y desde una óptica neoliberales!, no resiste ningún análisis. Y no sólo en el campo de la economía.
Los Nobel a la Paz no solamente de 2012 sino igualmente –por citar dos ejemplos tristemente célebres– los entregados al Presidente estadounidense Barack Obama en el año 2009 (quien los días previos, diríamos, en honor a la condecoración, ordenaba el envío de 30 mil efectivos más hacia la guerra que él mismo había patrocinado tiempo atrás en Afganistán) o en 1973 al tristemente célebre germano-estadounidense, Henry Kissinger, ex secretario de Estado y ex consejero de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, principal forjador del Plan Cóndor, entre tantas conspiraciones que tuvo a su cargo y que, desde esa misma fecha (empezando con el sanguinario derrocamiento del Presidente chileno Salvador Allende), desataron la oleada de dictaduras cívico-militares y el terrorismo de Estado a lo largo y ancho de América Latina y el Caribe, en paralelo al debut del Neoliberalismo regional, son bastante paradigmáticas acerca del significado del Premio Nobel.
Parece que –en principio– esta noble distinción, premia con fama la infamia. Por lo menos, el de economía ha sido bastante criticado. Un sueco, economista y laureado en 1974, Gunnar Myrdal, con toda razón, ha convocado acabar de una vez por todas con este despropósito y propone abolirlo. El de Paz, igual, por el mismo bisnieto de Alfred Nobel, Peter, ex-presidente de la Cruz Roja en Suecia. Sería una excelente idea para ennoblecer de vuelta todas estas vilezas.
Notas
1. Puello-Socarrás, J.F., “Escribiendo un ‘Nuevo Neoliberalismo’” (http://bit.ly/ShfZWO).
2. En el lenguaje corriente de las discusiones en economía suele interpretarse la heterodoxia en teoría económica como algo distinto del neoliberalismo. Tal interpretación, en nuestra opinión, no es rigurosa pues desconoce que los adjetivos: ortodoxia y heterodoxia deben tener necesariamente un centro de referencia al cual dirigirse para que ambos pares sean dicotómicos y consistentes desde el punto de vista conceptual. Por ello aquí hablamos de la diferencia entre el (viejo) neoliberalismo ortodoxo y el (nuevo) neoliberalismo heterodoxo. (http://bit.ly/Pmd0hC).
3. Paradójicamente, uno de los metarrelatos que no tienen verosimilitud epistemológica, incluso denunciados al interior del mismo neoliberalismo (v.gr. Mises o Hayek), es la pretensión de establecer alguna suerte de ¡“ingeniería económica”! (http://bit.ly/Pmd0hC).
4. Para dar una idea de cuáles son los perfiles de este tipo de intelectuales, por ejemplo Acemoglu recientemente ha saltado a la fama con el best-seller: Por qué fracasan las Naciones. Los orígenes del Poder, la Prosperidad y la Pobreza (2012). Allí considera a Chile y Colombia como dos casos de instituciones “inclusivas”, consideración tan desafortunada como descontextualizada actual e históricamente e insostenible política, económica, sociológica, incluso, estadísticamente.
José Francisco Puello-Socarrás es docente asistente, Universidad Nacional de San Martín (UNSAM - Argentina).
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