Los manifestantes surcoreanos frustraron algo más que un intento de golpe de Estado
En agosto de 2023, Biden recibió al presidente surcoreano Yoon Suk Yeol y al primer ministro japonés Kishida Fumio en Camp David, donde los tres celebraron sus «valores democráticos compartidos». Esta semana -menos de 18 meses después- Yoon intentó hacerse con el poder dictatorial en un golpe de Estado.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Qué ha ocurrido? Los acontecimientos se suceden con rapidez, pero la crisis comenzó cuando Yoon anunció el martes por la noche que aplicaba la ley marcial de emergencia, alegando la paralización de la Asamblea Nacional y el peligro subversivo que representaba la oposición. Mientras se desplazaban los tanques por Seúl y volaban en círculos los helicópteros, Yoon envió tropas a la Asamblea para que detuvieran a los legisladores. La policía intentó impedir la entrada de los demás, ya que la oposición tiene una mayoría considerable y podría anular su declaración con una votación. El pueblo surcoreano -que tiene experiencia en derrotar dictadores, potenciales o de otro género- entró en acción, concentrándose cerca de la Asamblea y ayudando a los legisladores a entrar en el edificio. Poco después, la Asamblea Nacional votó la derogación de la ley marcial por 190 votos a favor y 0 en contra. Al cabo de unas horas, Yoon anunció la retirada de la ley marcial. Su intento de tomar el poder había fracasado. Es probable que termine destituido.
Yoon, ex fiscal general, llegó a la presidencia en 2022 tras una ajustada victoria sobre el candidato liberal Lee Jae Myung. Desde entonces, su administración se ha visto salpicada por numerosos escándalos y acusaciones de corrupción, algunas de las cuales implican a su esposa, Kim Keon Hee. Yoon ya se enfrentaba a una legislatura hostil, pero tras un revés electoral este año, en el que la oposición consiguió aún más escaños, Yoon tuvo dificultades especialmente para promulgar medidas políticas. De hecho, el detonante del golpe fue que la Asamblea Nacional recortara su presupuesto y planeara destituir al jefe de la agencia estatal de auditoría y a los fiscales que se negaron a acusar a la primera dama. Yoon es muy impopular en Corea del Sur, y lo ha sido durante gran parte de su presidencia. Para ponerlo en contexto, un reciente artículo de prensa informaba de que el índice de aprobación de Yoon había subido por segunda semana consecutiva, lo cual parece una buena noticia, hasta que uno se da cuenta de que ha subido a un mero 25,7%. Su intento de golpe de Estado fracasó en parte porque carece de apoyo popular.
Esto no debería de sorprender: Yoon es un pequeño tirano. Organizó el primer desfile militar en Seúl desde que Park Geun Hye, también aspirante a dictadora, fue destituida por la Revolución de las Velas de 2016-17.. El desfile de este año se inspiró en Corea del Norte y exhibió un misil balístico, lo cual resulta irónico, ya que Yoon ha tachado repetidamente a su oposición interna de partidarios secretos del Norte. En un discurso pronunciado en agosto de 2023 -pocos días antes de su visita a Camp David- Yoon advirtió de la existencia de una quinta columna de «fuerzas antiestatales» que trabajan para destruir Corea del Sur desde dentro. «Las fuerzas del totalitarismo comunista», declaró, "siempre se han disfrazado de activistas de la democracia, defensores de los derechos humanos o activistas progresistas, mientras se dedicaban a tácticas despreciables y poco éticas y a propaganda falsa". Yoon citó igualmente la amenaza que suponen los «elementos antiestatales» y los simpatizantes de Corea del Norte cuando anunció la imposición de la ley marcial.
La tendencia autoritaria de Yoon no ha pasado inadvertida. Reuters informó de sus ataques a los elementos críticos del país, y la periodista E. Tammy Kim advirtió en The New Yorker del retroceso democrático de Yoon, especialmente en materia de libertad de prensa, que incluye redadas contra periodistas considerados hostiles a la administración. La situación es tan mala que este año el Instituto V-Dem, que publica un informe sobre el estado de la democracia en el mundo, incluyó a Corea del Sur en su lista de los 10 principales autocratizadores «de campanillas». En otras palabras, Corea del Sur, que no pasó a ser democracia hasta finales de los años 90, está retrocediendo. Un gráfico del informe muestra un giro autoritario literal con Yoon.
Si es usted un norteamericano que no sabía nada de esto, no es el único. Aunque sea incluso un ávido lector de noticias internacionales, lo más probable es que sólo sepa dos cosas sobre Yoon: (1) que cantó una vez el inacabable éxito boomer de Don McLean, American Pie [en la Casa Blanca, junto a Biden]; y (2) que apañó las relaciones con Japón para ayudar a los EEUU a contrarrestar el poder de Corea del Norte. La primera es -lamentablemente- cierta. La segunda es, en el mejor de los casos, algo incompleto.
La historia que cuentan de Yoon Biden y algunos centros de expertos estadounidenses es que se trata de un pacificador visionario y un demócrata comprometido que dejó de lado las históricas tensiones entre Corea del Sur y Japón para fomentar la cooperación trilateral en materia de seguridad y disuadir a Corea del Norte. La declaración conjunta de Camp David, por ejemplo, asevera que Biden «elogió al Presidente Yoon y al Primer Ministro Kishida por su valiente liderazgo en la transformación de las relaciones entre Japón y la República de Corea». Pero Yoon estaba dispuesto a ampliar la cooperación con Japón por una razón evidente. Es un conservador surcoreano, y los conservadores surcoreanos son blandos con el legado del imperialismo japonés. ¿Por qué? Porque muchos de ellos fueron colaboracionistas.
El reproche de Yoon a Japón es controvertido en Corea del Sur no porque sea con Japón en sí, sino porque se niega a responsabilizar a Japón por los trabajos forzados durante la guerra. De hecho, el "acuerdo" que sentó las bases para la cooperación en materia de seguridad era en realidad Yoon poniendo a Corea del Sur -y no a Japón- en el compromiso de indemnizar a las víctimas de la ocupación colonial. Esto no es historia antigua. Alrededor de 1.800 antiguos trabajadores forzados siguen vivos en Corea del Sur.
Y aunque Corea del Sur y Japón son vecinos de Corea del Norte y están al alcance de sus pruebas de misiles, la cooperación trilateral tiene peces más gordos que freír. Su objetivo es China, al igual que el acuerdo AUKUS para proporcionar submarinos de ataque a Australia y la política exterior de Biden en general. En lo esencial, Biden veía a Yoon como un vehículo conveniente para su estrategia global de competencia entre grandes potencias. Como la mayoría de los conservadores surcoreanos, Yoon se alinea con los EEUU en política exterior y se le considera como un socio fiable contra China. Desde que asumió el poder en 2022, los EEUU ha ampliado su presencia en el noreste de Asia y ha participado en maniobras militares casi constantes, algunas de los cuales son ahora simulacros conjuntos trilaterales. Es ostensible que la cooperación en materia de seguridad liderada por los EEUU trata de disuadir a Corea del Norte, pero en última instancia pretende establecer un bloque regional antichino.
En los EEUU, la Guerra Fría venía a describirse como una batalla entre el comunismo y «el mundo libre». Pero el «mundo libre» era un término equivocado. Por supuesto, el bloque norteamericano incluía democracias liberales, pero también países bajo gobiernos dictatoriales como, por ejemplo, Corea del Sur. Washington apoyaba a estos dictadores porque los consideraba anticomunistas de confianza, lo que le permitía utilizar a su país como peón en el gran juego de frenar el poder soviético.
No me gustan las comparaciones fáciles de la Guerra Fría, pero en este caso la conexión parece justificada. Biden, decidido a contrarrestar el poder de China, ocultó las cualidades autoritarias de Yoon porque era una baza en una competición entre grandes potencias. En un eco de la retórica de la Guerra Fría, Biden presentó a un líder impopular y tiránico como defensor de la democracia, apostando a que Yoon nunca llegaría a desenmascarar la farsa. Biden se equivocó.
Si hay algo positivo en todo este asunto es que el intento de golpe de Estado de aficionado de Yoon asociará para siempre sus políticas con el autoritarismo. La cooperación trilateral en materia de seguridad resultaba ya controvertida en Corea del Sur. Ahora puede ser radiactiva. En ese sentido, todos deberíamos dar las gracias a los surcoreanos de a pie, que frustraron no sólo las ambiciones dictatoriales de Yoon, sino también los posibles objetivos de los EEUU, que podrían haber desembocado en una guerra con China. Por todo ello, el mundo ha contraído una gran deuda con Corea del Sur.
The Nation