Los nuevos intermitentes globales
En plena era informacional-digital, más que nunca miles de millones de hombres y mujeres encuentran situaciones cada vez más inestables de trabajo, además de ampliar exponencialmente las filas del subempleo y del desempleo. En los tristes trópicos ya son millones sin trabajo, sin contar el "desempleo por desaliento", lo que amplía en mucho lo que por si solo ya es descarado.
Al mismo tiempo en que se amplia el contingente global de trabajadores y trabajadoras en lucha por un lugar bajo el sol, hay una reducción monumental de los empleos, siendo que los que se mantienen empleados presencian la corrosión completa de sus derechos sociales. Y, cuando encuentran alguna tarea, lo hacen en trabajos ocasionales, intermitentes, sea en call centers, telemarketing, hotelería, hipermercados, fast food, gran comercio, fábricas flexibles y empresas en general. Lejos de lo que el ideario dominante pomposamente denomina como "nueva clase media", lo que se expande explosivamente por el mundo son los precarios, los intermitentes globales, los superfluos que corroboran las tesis de la precarización estructural del trabajo. Pero que, exactamente a raíz de eso, también se rebelan (Antunes, 2018 y 2014; Linden, 2013).
Algunos ejemplos son emblemáticos. En Portugal, en marzo de 2011, explotó el descontento de la "generación precaria". Miles de manifestantes, jóvenes e inmigrantes, precarizados y precarizadas, desempleados y desempleadas, calificados o no, estamparon sus revueltas a través de movimientos como el de los y las Precari@s inflexibles. Simultáneamente, en España se desencadenó el movimiento de los indignados, jóvenes luchando contra las altas tasas de desempleo que impide cualquier perspectiva de vida digna. Estudiando o no, son candidatos preferenciales al desempleo o, en la mejor de las hipótesis, al trabajo precario.
En Inglaterra ocurrió un fuerte levantamiento social iniciado después de que un taxista negro fuese asesinado por la policía. Jóvenes pobres, negros, inmigrantes, desempleados y desempleadas, se rebelaron y fueron responsables por la primera gran explosión social en Inglaterra después del Poll Tax, revuelta que sepultó el gobierno de Thatcher.
En los EEUU florece el movimiento de masas Occupy Wall Street, denunciando la hegemonía de los intereses del capital financiero, con sus nefastas consecuencias sociales: el aumento del desempleo y del trabajo precarizado que afectó aún más las duras condiciones de vida de mujeres, negros e inmigrantes.
En Italia, con la eclosión conocida como del MayDay, en Milán en 2001, floreció la revuelta del precariado, luchando por derechos y por una representación autónoma de los jóvenes, inmigrantes, calificados o no-calificados, desprovistos de derechos (ver San Precario, http://www.precaria.org/).
En Nápoles se desencadenó también un movimiento similar, el Class City Workers, una simbiosis entre el antiguo proletariado ahora aún más precarizado. De ahí la denominación precariado, que se torna cada vez más visible y global (http://clashcityworkers.org/chi-siamo.html) [1].
LAS CAUSAS DE LA PRECARIZACIÓN GLOBAL
¿Dónde encuentran sus raíces estos movimientos? En un nuevo mosaico perverso del cual el zero hour contract (contrato de cero hora) es emblemático. Se trata de una modalidad de trabajo que prospera en el Reino Unido y en otros países donde los contratos no tiene determinación de horas. Trabajadores y trabajadoras (siempre también en femenino, dada la división socio-sexual que conforma el mundo del trabajo) de las más diversas actividades están a disposición esperando una llamada. Y cuando la reciben, ganan estrictamente por lo que hicieron y no reciben nada por el tiempo que quedaron a la espera. Y los capitales informáticos de la era financiera, en una ingeniosa forma de esclavitud digital, cada vez utilizan más esa pragmática de la flexibilización total del mercado de trabajo (Antunes, 2018, Huws, 2003 y 2014).
En el Reino Unido, según los sindicatos, ellos totalizan más de un millón de trabajadores y trabajadoras, especialmente en el sector de servicios.
Uber es otro ejemplo más que emblemático: trabajadores y trabajadoras con sus instrumentos de trabajo (automóviles) cargan con sus gastos de seguro, manutención, alimentación, etc. Mientras tanto, la "aplicación", en realidad, una corporación global, practicante del trabajo ocasional e intermitente, se apropia del excedente generado por los servicios de los conductores, sin preocuparse por los derechos laborales. La diferencia principal con relación al "contrato de cero hora" es que el Uber no puede rechazar el trabajo. Si así lo hiciera, después de algunas llamadas, estará definitivamente descartado.
Es por eso que en este mundo del trabajo digital y flexible, el diccionario empresarial no para de "innovar". Véase un ejemplo en Brasil: "pejotización" [2] en las más distintas actividades como médicos, abogados, profesores, bancarios, electricistas, trabajo de care (cuidadoras). Están también los "emprendedores', un ejemplo de propietarios y proletarios de sí mismos. Todos y todas con "metas" impuestas que generan acosos, enfermedades, depresiones y suicidios. Los acosos que vienen ocurriendo en la empresa Uber asumieron recientemente tal dimensión, que llevó inclusive a la renuncia de su CEO.
Y, de nuevo en los tristes trópicos, la prensa informó que la Prefectura de Ribeirão Preto pretende contratar profesores como trabajadores independientes, sin derechos, una especie de "Uber de la educación", o, como fue denominado por los docentes de allí, "Profesor Delivery". No está de más recordar que una de las máximas de la (contra)reforma laboral del gobierno tercerizado de Temer y su tropa parlamentaria, sobre imposición de la CNI [3], FEBRABAN [4] y de los grandes capitales, es la legalización del trabajo intermitente, que se suma a la tercerización total, aprobada anteriormente. Y Brasil ya da señales de una indigencia que se aproxima peligrosamente a la de India. Basta observar las principales capitales del país. Explota también la ola de contratación de trabajadores y trabajadoras intermitentes en grandes corporaciones que actúan en Brasil.
Otro ejemplo reciente de estas formas disfrazadas de explotación del trabajo lo encontramos en Italia, donde se desarrolla otra modalidad de trabajo ocasional, el trabajo pago con voucher. Los asalariados ganan un voucher por las horas de trabajo efectivas según el salario mínimo (hora) practicado. Por si ya no bastara ese vilipendio, el empresariado ofrece trabajos excedentes por fuera del voucher, con pago menor que el mínimo. No fue por otro motivo que esa modalidad de trabajo fue repudiada por el sindicalismo de perfil más crítico, lo que llevó a su suspensión por el gobierno.
Por eso, más allá de los movimientos del precariado que indicamos anteriormente, esa corrosión de los derechos del trabajo ha generado también nuevas formas de representación sindical para este nuevo contingente más precarizado del proletariado, como es el caso de la Confederazione Unitaria di Base (CUB) y más recientemente de la NIdiL (Nuove Identitá di Lavoro) vinculada a la CGIL (Confederazione Generale Italiana del Lavoro).
Así, movida por esa lógica destructiva, se expande en escala global lo que podemos denominar como uberización del trabajo, que se convirtió en el nuevo elixir del mundo empresarial. Como el trabajo on line hizo desmoronar la separación entre el tiempo de vida en el trabajo y fuera de él, podemos presenciar el crecimiento exponencial de una era de esclavitud digital. En la empresa "moderna" liofilizada (que reduce el trabajo vivo en el proceso de producción) los capitales financieros exigen un formato laboral flexible: sin jornadas preestablecidas, sin remuneración fija, sin actividad pre-determinada, sin derechos, ni siquiera el derecho de organización sindical. Y hasta el sistema de "metas" es flexible: aquella determinada para el día siguiente debe ser siempre mayor que la del día anterior (Antunes, 2018).
Con los servicios cada vez más "comoditizados", con las tecnologías de información y comunicación en galope desenfrenado, la división sectorial existente entre agricultura, industria y servicios está cada vez más intersectorializada (agro-industria, servicios industriales e industria de servicios), cada vez más sumergida en la lógica de la mercancía y del valor, importando poco si este es resultante de trabajos predominantemente materiales o inmateriales. Desde que la empresa taylorista y fordista fue suplantada por la liofilización toyotista y flexible, estamos presenciando lo que Daniele Linhart denominó como desenfreno (desmedida) empresarial.
Contra la "rigidez" vigente en las fábricas del siglo del automóvil, la era del celular digital genera, entonces, su triada destructiva con relación al trabajo. Tercerización, informalidad y flexibilidad se convirtieron en partes inseparables del léxico de la empresa corporativa, su nuevo leitmotiv. Se expande el trabajo intermitente: hoy hay trabajo por algunas horas y mañana se evapora. Las grandes corporaciones se enriquecen y el trabajo se pauperiza. El "voluntariado" se vuelve un consuelo impuesto de modo casi obligatorio y el "emprendedurismo" es el nuevo elixir de una vida desprovista de sentido, visible cuando el mito se desvanece.
Como contra cara real, los enormes contingentes de inmigrantes globales, en sus nuevos flujos migratorios amplían aún más los bolsones de trabajadores sobrantes, descartables, subempleados y desempleados en amplitud planetaria (Basso y Perocco, 2008; Roncato, 2013). El ingreso de China, India y otros países asiáticos mundializaron el "discreto encanto de la burguesía" que, algunas décadas atrás, era trazo distintivo de América Latina.
Basta recordar que el trabajo 'on line' y digital que produce Iphone, Ipad y similares, no puede existir sin el trabajo que extrae los minerales. El trabajo digital, entonces, no se efectiviza sin el peor de los trabajos manuales [5]. Es ese, entonces, el nuevo "espíritu de tiempo": de un lado, la disponibilidad perpetua para la tarea, facilitada por la expansión del trabajo on line. Del otro, se propaga la flexibilidad total. Florecen, entonces, los nuevos esclavos intermitentes globales.
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Bibliografia
-ANTUNES, R. (2018) O Privilégio da Servidão, no prelo, SP. Boitempo.
- ___________ (2014) Adeus ao Trabalho? 16ª edição especial de 20 anos da publicação, revista e ampliada, SP. Cortez.
-BASSO, P.; PEROCCO, F. Gli immigrati in Europa. Disuguaglianze, razzismo, lotte. 3. ed. Milano: Angeli, 2008.
-CLASS CITY WORKERS, Dove Sono i Nostri: Lavoro, classe e movimenti nell'Itália della crisi, La Casa USHER, Lucca, 2014.
-HUWS, Ursula. The Making of a Cybertariat (virtual work in a real world). Nova Iorque/Londres: Monthly Review Press/The Merlin Press, 2003.
- ____________. Labor in the Global Digital Economy: The Cybertariat Comes of Age, Nova Iorque/Londres: Monthly Review Press/The Merlin Press, 2014.
-RONCATO, Mariana Shinohara. Dekassegui, cyber-refugiado e working poor: o trabalho imigrante e o lugar do outro na sociedade de classe. 2013. Dissertação (Mestrado). Instituto de Filosofia e Ciências Humanas, Universidade Estadual de Campinas, 2013.
-VAN DER LINDEN, Marcel. Trabalhadores do Mundo (Ensaios para uma história global do trabalho). Campinas/Ed. Unicamp, 2013.
Notas
[1] "Clash City Workers es un colectivo de trabajadores y trabajadoras, desocupados y desocupadas, denominados 'jóvenes precarios'. La traducción de nuestro nombre significa algo como 'trabajadores de la metrópolis en lucha'. Nacido en la mitad de 2009, somos activos particularmente en Nápoles, Roma, Florencia, Padua, Milán y Bérgamo..."
[2] Nota del Editor: consiste en obligar al trabajador o trabajadora a constituir una Persona Jurídica (PJ) para ejecutar trabajos propios de Persona Física (PF), con la intención de esconder la real relación existente, que es de patrón-asalariado.
[3] Nota del Editor: Confederación Nacional de la Industria.
[4] Nota del Editor: Federación Brasilera de Bancos.
[5] En la reciente Muestra Contemporánea Internacional de Ecofalante, fue presentada una espectacular fotografía del trabajo precario global: Behemoth, de Zhao Liang (China/ Francia, 2015), Machines, de Rahul Jain (India/ Alemania/ Finlandia, 2016); Consumed, de Richard Seymour (Reino Unido, 2015); Brumaire, de Joseph Gordillo (Francia, 2015); What We Have Made, de Fanny Tondre (Francia, 2016) y Factory Complex, de Heung-Soon Im (Corea del Sur, 2015).
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