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Medio Oriente :: 20/07/2024

Los yemeníes tiñen aún más de rojo el Mar Rojo, obstaculizando a Israel y a EEUU

Juan Cole
Si los yemeníes infligieran daños importantes a un buque de guerra, Washington podría verse obligado a emprender acciones bélicas que podrían poner en riesgo el conflicto directo con Irán

A mediados de junio, la Associated Press anunció que la Marina de EEUU había estado involucrada en el combate naval más intenso desde el final de la II Guerra Mundial, lo que seguramente sería una sorpresa para la mayoría de los estadounidenses. Esta vez, los combates no se están llevando a cabo en los océanos Atlántico o Pacífico, sino en el Mar Rojo, y el adversario es el gobierno chiita de Yemen (¡sí, Yemen!), los Ayudantes de Dios (Ansar Allah). Están apoyando a los palestinos de Gaza contra la campaña israelí de genocidio en ese pequeño enclave, mientras que, en los últimos meses, han enfrentado repetidos ataques aéreos de aviones estadounidenses y han respondido, entre otras cosas, atacando un portaaviones estadounidense y otros barcos frente a sus costas. Sus armas preferidas son cohetes, drones, pequeñas embarcaciones cargadas con explosivos y, ¡por primera vez!, misiles balísticos antibuque con los que han atacado barcos del Mar Rojo. Los yemeníes ven (con razón) a la Marina de EEUU como parte del esfuerzo bélico israelí.

La puerta de la lamentación

En cierto sentido, no podría ser más notable, históricamente hablando. Un número modesto de yemeníes ha logrado desafiar el orden mundial imperante, a pesar de ser pobres, débiles y morenos, atributos que suelen hacer que la gente sea invisible para el establishment estadounidense. Una ventaja moderna de los yemeníes es la aparición de microarmamento en nuestro mundo: pequeños drones y cohetes que, por el momento, no pueden ser eliminados fácilmente ni siquiera por los sofisticados armamentos de la Marina de EEUU.

Otra cuestión es geográfica. Los yemeníes dominan la llanura costera de Tihamah, el litoral oriental del mar Rojo. Se extiende desde el estrecho de Bab el-Mandeb (el punto de entrada a ese mar desde el golfo de Adén y el océano Índico) hasta el canal de Suez, que conecta la navegación en esas aguas con el Mediterráneo y, por tanto, con Europa. Se dice que Bab el-Mandeb, conocida por ser una vía peligrosa para navegar incluso en los tiempos más pacíficos, significa "la Puerta de las Lamentaciones" y, en la actualidad, hace honor a su nombre. Hay que tener en cuenta que el 10% del comercio marítimo mundial fluye a través del canal de Suez y, tal vez aún más importante, el 12% de los suministros energéticos del mundo.

La batalla de Tihamah ya ha durado siete meses y, sorprendentemente, dados los oponentes, su resultado sigue siendo incierto. La Associated Press cita a Brian Clark, miembro destacado del neoconservador Hudson Institute y exsubmarinista de la Marina, expresando su preocupación por el hecho de que los yemeníes estén a punto de penetrar las defensas navales estadounidenses con sus misiles, lo que plantea la posibilidad de que puedan infligir daños importantes a un destructor estadounidense o incluso a un portaaviones. Los repetidos ataques aéreos estadounidenses y británicos contra supuestos emplazamientos de armas en la capital yemení, Saná, y sus alrededores, no han logrado hasta ahora detener la guerra contra los barcos. Ni siquiera los drones estadounidenses Reaper de alta tecnología tienen ya asegurado el dominio del espacio aéreo de Oriente Próximo, ya que los yemeníes han derribado hasta ahora cuatro de esas armas valoradas en 30 millones de dólares.

El Canal de Suez está parado

Teniendo en cuenta lo poco que los estadounidenses saben en general sobre Yemen, tal vez sea necesario hacer algunos antecedentes históricos. El movimiento hutí tiene sus raíces en el chiismo zaidí, que se apoderó del norte de Yemen en la década de 890 (¡sí, en la década de 890, no en la de 1890!). Los zaidíes de hoy están indignados por las atrocidades israelíes en Gaza. El pasado mes de diciembre, grandes multitudes de ellos salieron al bastión zaidí de Saadeh y otras ciudades del norte de Yemen para protestar contra el bombardeo intensivo de Israel de esa franja de tierra de 40 kilómetros. Ondeando banderas yemeníes y palestinas, prometieron apoyo contra "los ejércitos de la tiranía", gritando: "¡Hemos cerrado Bab el-Mandeb, oh sionista, no te acerques!" y "¡La respuesta yemení es legítima, y el Mar Rojo está prohibido!".

Los yemeníes han atacado, inutilizado y hundido buques portacontenedores comerciales en el Mar Rojo, e incluso se apoderaron de uno, el Galaxy Leader (que, créanlo o no, convirtieron en una atracción turística). También hundieron dos buques de carga, dando de baja a tres miembros de la tripulación. No sólo atacan buques de propiedad israelí, la mayoría de sus ataques, de hecho, han tenido como objetivo buques de terceros países no relacionados, como Grecia, pero que transportan para empresas israelíes.

Los yemeníes también han disparado grandes cantidades de misiles balísticos contra el puerto israelí de Eilat, en el Mar Rojo, que ha dejado paralizada su actividad desde noviembre. En el pasado, alrededor del cinco por ciento de las importaciones de Israel llegaban por Eilat, pero ahora ese comercio se ha desviado a los puertos del Mediterráneo, con un coste claramente superior, mientras que la economía del sur de Israel ha sufrido un duro golpe. Gideon Golber, director ejecutivo del puerto de Eilat, exigió la intervención de EEUU. Israel no es el único país que sufre este tipo de consecuencias de los ataques. Puertos como Massawa, Port Sudan y Berbera, en el Cuerno de África, también se han convertido en ciudades fantasma, mientras que el tráfico por el Canal de Suez es ahora tan escaso que Egipto, que cobra peajes de tránsito, está sufriendo importantes daños económicos.

Además, esos ataques de Yemen, por locales que parezcan, han tenido un serio impacto en las cadenas de suministro globales. Los costos de los seguros han aumentado radicalmente, con primas de riesgo de guerra aplastantes. Las tarifas de los buques portacontenedores oceánicos aumentaron esta primavera, ya que las empresas involucradas en el comercio entre Asia y Europa se han visto obligadas a evitar el Canal de Suez y, en su lugar, tomar una ruta mucho más larga alrededor del Cabo de Buena Esperanza y subir por la costa atlántica de África. Las tarifas de Shanghái a Róterdam se dispararon de 1.452 dólares por un contenedor de 40 pies en julio del año pasado a 5.270 dólares a fines de mayo de 2024.

Islam chiita revolucionario

El actual comandante de las fuerzas armadas de Yemen, Abdul-Malik al-Houthi, se considera parte de una tradición revolucionaria chiita que se remonta a tiempos muy lejanos. Por lo tanto, para comprender verdaderamente los peligros que enfrenta actualmente Occidente en el Mar Rojo, tiene sentido, créalo o no, hacer un breve viaje a las profundidades de la historia.

El año pasado, Al-Houthi conmemoró la muerte en batalla del fundador de su tradición, Zayd Ibn Ali, en el año 740. Su "movimiento, renacimiento, yihad y martirio", dijo, "hicieron una gran contribución a la continuidad del auténtico Islam de Mahoma... Se enfrentó a la tiranía y tuvo un impacto en la institución del cambio".

Una generación de estadounidenses que trabaja en Oriente Medio ha llegado a comprender que existen dos grandes ramas del Islam: los chiítas y los sunitas. Ninguna de ellas es monolítica, y cada una de ellas tiene varias denominaciones. La división entre ambas se remonta a cuestiones sobre la sucesión del profeta Mahoma (que murió en el año 632). Una facción de los primeros creyentes confirió el liderazgo a discípulos de mayor antigüedad del profeta pertenecientes a su clan, los Quraysh. Con el paso de los siglos, estos se convirtieron en los sunitas.

Otra facción, que gradualmente evolucionó hacia los chiítas, favorecía al yerno y primo hermano de Mahoma, Ali ibn Abi Talib. En busca de una sucesión dinástica, otorgaron el liderazgo a los descendientes de Ali a través de la hija del Profeta, Fátima. La mayoría de los chiítas reconocen históricamente a 12 imanes o líderes de la dinastía. Los zaidíes, sin embargo, aceptaron sólo a cinco imanes antiguos (más o menos como las diferencias entre católicos, protestantes y evangélicos de todo pelaje).

A diferencia de los chiítas de Irán e Irak, los zaidíes de Yemen nunca tuvieron ayatolás ni maldijeron a los sunitas, con quienes solían tener buenas relaciones. La rama zaidí del chiismo en Yemen estaba dirigida por jueces de los tribunales o cadíes, que por lo general provenían de una casta de supuestos descendientes del profeta Mahoma, los sayyids o sadah, que surgieron como mediadores en disputas tribales. Los críticos occidentales del actual gobierno de Yemen alegan que, a pesar de su retórica populista, está dominado por un puñado de clanes que se consideran descendientes del Profeta (como EEUU se considera la nación elegida).

La hegemonía saudí y el ascenso de los yemeníes

Las formas de nacionalismo árabe y la retórica antiimperialista no son nada nuevo en Yemen. Después de la II Guerra Mundial, cuando los imperios europeos se habían debilitado, el deseo de independencia creció por el Sur Global. El coronel egipcio Gamal Abdel Nasser surgió como el líder nacionalista y progresista que finalmente expulsó a los británicos de su país, inspirando a tantos otros en la región. En 1962, unos jóvenes oficiales respaldados por Egipto en la capital de Yemen, Saná, dieron un golpe de Estado contra un líder teocrático obstinado que había mantenido al país en un estado de aislamiento durante mucho tiempo. En el proceso, arrastraron al país a una guerra civil entre nacionalistas republicanos y monárquicos conservadores. Gran Bretaña, Arabia Saudita e Israel apoyaron obviamente a los monárquicos, pero unos 100.000 soldados egipcios de primera línea ganaron la partida para los jóvenes oficiales antes de retirarse en 1970.

En 1978, el coronel Ali Abdallah Saleh, un político derechista de Yemen del Norte, lanzó un golpe de Estado interno en el cuerpo de oficiales y se autoproclamó presidente vitalicio. Su gobierno corrupto, supuestamente un nacionalista árabe laico, recibiría miles de millones de dólares de los monárquicos fundamentalistas de Arabia Saudita.

La milicia del partido Ayudantes de Dios, o hutíes, surgió entre los chiítas zaidíes del norte de Yemen en los años 1990 como reacción a los avances que había logrado la vecina y rica Arabia Saudita, una dictadura wahabí que había surgido como una reforma puritana del sunismo en el siglo XVIII.

Bajo la influencia de la mayoría hutí antisaudí, los milicianos zaidíes con base en Saadeh, en el duro norte de Yemen, se radicalizaron y entraron en frecuentes conflictos con el ejército yemení pro occidental. Cuando la revuelta juvenil de la Primavera Árabe derrocó a Saleh en 2012, el ala política de los hutíes buscó influencia en el nuevo gobierno, pero en septiembre de 2014, impacientes con un interminable proceso de reforma encaminado a redactar una nueva constitución y elegir un nuevo parlamento, los yemeníes marcharon hacia la capital, Saná, y la tomaron. A principios de 2015, los yemeníes habían expulsado de la capital al sucesor de Saleh, Abdrabbuh Mansur Hadi, y se apoderaron de practicamente todo Yemen, desde Saadeh en el norte hasta Adén en el sur.

Mientras tanto, su cercanía con Irán resultó inaceptable para los saudíes y sus aliados, los Emiratos Árabes Unidos (EAU), cuyo potentado secular, Mohammed Bin Zayed, había despreciado durante mucho tiempo esos movimientos políticos islámicos nacionalistas e independientes. Como resultado, esos dos países lanzaron una guerra aérea contra Yemen en la primavera de 2015, con apoyo de Israel y EEUU. La ruinosa Guerra de los Siete Años que siguió desplazaría a millones de personas y pondría en peligro a millones aún más con inseguridad alimentaria y enfermedades. Sin embargo, no logró desalojar al gobierno yemení, que cuenta con gran apoyo popular y, en 2022, finalmente se acordó una tregua. Tal vez gracias a esa dolorosa experiencia, a sus nuevas relaciones con el BRICS y sobre todo al ataque de misiles yemeníes que pararon durante seis meses la mayor destilería saudí, los saudíes se han negado a unirse a los estadounidenses este año en la agresión a Yemen. Y de alguna manera, la experiencia de los yemeníes con las tácticas de bombardeo aéreo intensivo de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos hace unos años sin duda los dejó con una amplia simpatía de las mayorías árabes.

Una alianza de resistencia

Tanto los saudíes como los emiratíes consideraban a los yemeníes como simples títeres de Irán. Aunque los iraníes les ofrecieron cierto apoyo, se trataba de una interpretación claramente errónea de la relación entre Saná y Teherán. Por lo menos, la ayuda iraní era insignificante en comparación con los miles de millones de dólares en armamento que Washington proporcionó a Riad y Abu Dabi en esos años.

En realidad, los gobernantees yemeníes son nacionalistas de cosecha propia, que incluso han atraído a algunas tribus suníes a su coalición. Sin embargo, su líder actual, Abdul-Malik al-Houthi, ha sido claramente influenciado por aspectos del radicalismo político de Irán y canta "muerte a EEUU" y "muerte a Israel" tal como lo hace el líder clerical iraní Ali Jamenei. Al igual que el gobierno de Irán, el gobierno yemení es de los que más respetan los derechos humanos y la disidencia interna en la regíon. Aunque no hay una línea de mando de Teherán a Saná, los yemeníes forman parte de la Alianza de Resistencia de naciones árabes contra Israel y EEUU. Sin embargo, no está claro que Irán, aliado cercano con Rusia y China y que exporta encubiertamente su petróleo a China, haya querido alguna vez que los costos del transporte marítimo internacional se duplicaran, gracias a los ataques yemeníes en el Mar Rojo, algo que perjudica a esos tres países.

A pesar de su apelación a la identidad religiosa, los yemeníes son principalmente un movimiento de nacionalistas árabes, lo que ayuda a explicar su profunda simpatía por los palestinos suníes como árabes. En una entrevista a principios de junio, el presidente yemení Abdul-Malik al-Houthi condenó a Israel por su genocidio contra el pueblo palestino en Gaza y sus ataques contra Cisjordania y Jerusalén Oriental. Denunció también a Washington como socio imperial de Israel y facilitador de sus crímenes, así como hipócrita al promover teóricamente el respeto por el Estado de derecho, mientras desestima o incluso amenaza con recurrir a tribunales internacionales y apoya la represión en colegios y universidades estadounidenses cuando sus estudiantes protestan contra las políticas israelíes. También elogió la resistencia de las fuerzas aliadas de Hezbolá en el Líbano y las milicias chiítas de Irak. En el proceso, prometió que, por intensos que fueran los ataques aéreos estadounidenses (y británicos) contra Yemen, él y su gobierno nunca cejarían en su apoyo al pueblo palestino.

Por el momento, la situación en el Mar Rojo sigue siendo relativamente tranquila desde el punto de vista militar, pero dado que el régimen israelí no para de masacrar a los palestinos, tiene el potencial de convertirse en una de las más peligrosas del mundo, rivalizando con las de Ucrania y Taiwán. Mientras tanto, Israel sigue siendo un lastre para la economía mundial y contribuye a la persistente inflación y a los problemas en la cadena de suministro.

En cualquier momento futuro, si los yemeníes infligieran daños importantes a un buque de guerra estadounidense, Washington podría verse obligado a emprender acciones bélicas que podrían poner en riesgo el conflicto directo con Irán. Por supuesto, Biden (si está lúcido)  podría bajar la temperatura actuando con mucha más firmeza para poner fin a la guerra total de Israel contra Gaza, una afrenta intolerable a las normas del derecho internacional humanitario que no hace más que reforzar el la lucha de los yemeníes y la Resistencia. Si bien el genocidio israelí en curso debería terminar para evitar más muertes y una hambruna masiva inminente en Gaza, también debería terminar para prevenir otra ruinosa guerra estadounidense en Oriente Medio.

TomDispatch / La Haine

 

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